Por Ángela Eastwood.
—¡Mírala! Papá
se ha apiadado de ella y la ha liberado un rato. Ya. Las dos sabemos cuánto la
quiere. Sí, tienes razón, es su preferida. ¿Qué dices? ¿Que no entiendes cómo
ha podido soltarla después de lo que te hizo? Yo tampoco. Ni mamá.
Justo ayer los oí reñir por eso. Mamá le dijo: «no la dejes salir, querido, ni para
tomar el aire. Ya has visto que no está bien de la cabeza. ¿Acaso quieres que
vaya también a por la otra? ¡Por el amor de dios! ¿Quieres ver otra lengua
sangrando y palpitando sobre el barro?».
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