Siempre
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ACTO
I
ESCENA
PRIMERA
(Una habitación de hotel. Las paredes, empapeladas
con dibujos de flores extrañas, rezuman humedad. Un perchero con un bombín
olvidado lleno de polvo, el busto de Palas Atenea presidiendo la entrada, un
viejo escritorio frente a la ventana donde reposa sentado POE y una cama deshecha).
POE: Aquí estoy,
al filo de la lúgubre media noche, embebido en este antiguo manuscrito. Cabeceando,
medio dormido, solo… (Se oyen fuertes
golpes a través de la puerta). ¿Qué ha sido eso? ¿Alguien llama a mi
puerta? Oh, habrá sido un ruido y nada más. (Unos
pasos se acercan a la puerta y se detienen de pronto). Ciertamente algo
sucede afuera. Dejadme de una vez resolver el misterio de este gélido diciembre.
Pero, ¿cómo? ¿Será el viento y nada más? No es el crujir de la seda de estas
cortinas rojas. Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar.
¿Leonora? ¿Eres tú, Leonora?
ESCENA SEGUNDA
(La puerta se abre bruscamente y aparece LEONORA empujando a un VIEJO hacia el interior de la habitación. El hombre
cae al suelo ante un estupefacto POE).
LEONORA: Ni se
te ocurra gritar, engendro del demonio. Eres mío. ¡Por fin eres mío!
VIEJO: (Intentando zafarse de las cuerdas que le
atan los brazos a la espalda mientras se incorpora). ¡Señorita! Por favor,
discúlpeme.
LEONORA: ¡He
dicho que calles, inmundo! Ah, lo sé. Mi juventud y lozanía te han engañado.
Pensaste que podías con una moza de piel pálida y pies menudos, pero te
equivocaste. (Tirándolo sobre la cama).
Túmbate ahí.
VIEJO: ¡No! ¡No!
¡Piedad para este ciego! ¡Si ni siquiera la veo! ¡No la pude ofender!
(LEONORA agarra el busto de Palas Atenea con dificultad, pero consigue lanzarlo
sobre la cabeza del VIEJO, que queda
inconsciente sobre el catre. Abundante sangre se desliza por su frente
comenzando a formar un charco. El busto cae hecho añicos sobre el suelo).
LEONORA: ¡Ja,
ja, ja! Viejo inútil. Te vas a enterar de las consecuencias de importunarme. (Alzando la voz). ¿Querido? ¿Estás
escuchando? ¡Ja, ja, ja! Tranquilo, todavía no he empezado. Únete a la
diversión.
(POE
se levanta del sillón arrastrando la pierna izquierda con solemnidad. Deja el
bastón apoyado en la pared y se dirige hacia LEONORA. Esta, le sonríe con desvergüenza y contempla sus cicatrices con
dulzura).
LEONORA:
Pobrecito mío. Pobrecito Poe. Cada día más malogrado.
POE: Maldita
seas, Leonora. ¡Sal de mi mente! ¡Fantasma cruel! Ya tuve suficiente llorando
tu muerte, deseando tu vuelta. Sufriendo sobre tu tumba noche tras noche. ¿Por
qué me haces esto?
LEONORA: Tú me
quisiste de vuelta, querido. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas tus súplicas pese a la
negativa de aquel cuervo y su tajante «Nunca más»? Pues tus deseos se
cumplieron. ¿No estás contento querido? ¡Vuelvo a estar a tu lado! (Ríe espasmódicamente).
POE: Pero no
eres tú… Eres diabólica. Me obligas…, me obligas a hacer cosas…
LEONORA: (Interrumpiendo). Cosas que quieres
hacer, amor mío. Que siempre has querido hacer.
POE: (Dirigiendo la mirada al VIEJO retorcido en la cama, algo en su interior
se enciende. Su semblante cambia poco a poco y un brillo enfermizo aparece en
sus ojos). Bendita LEONORA, cuánta razón tienes. ¿Qué haría sin ti? Siento
lástima por este viejo inmundo y de sus ojos inertes, pero también quiero
matarle, quitarle la vida entre angustiosos llantos. Que sufra como he sufrido
yo toda mi vida. Sin consuelo posible, sin escapatoria. Quiero que le duela y
recrearme. Recrearme como cuando uno es un niño y se entretiene poniendo el
cebo en el anzuelo cuando marcha al río a pescar. Atravesando con deleite cada
minúsculo cuerpecito de cada diminuto gusano mientras se retuerce. Eso quiero.
LEONORA: Y eso
tendrás, querido. (Se abalanza sobre POE y se besan apasionadamente. Lo lanza hacia
la cama aplastando al VIEJO, y se
sienta sobre él subiéndose la falda. Copulan con fruición y violencia, entre
gritos, mientras se arañan, se tiran de los pelos y se propinan bofetones. El VIEJO,
aun tambaleándose bajo ellos, continúa
inconsciente).
ACTO II
ESCENA PRIMERA
(Una lóbrega estancia en semioscuridad. Una antorcha
dibuja sombras funestas por la cámara. Las paredes de ladrillo están salpicadas
de sangre. Se abre con un sonoro chirrido la puerta oculta que da paso a esa
habitación secreta).
POE: Aquí
estamos, maldito viejo. Por fin obtendrás tu merecido. (Tirándolo con furia, la cabeza del VIEJO se golpea contra el suelo y se oye un chasquido de huesos).
VIEJO: (Echándose las manos a la cabeza). ¡Arrgggg!
POE: ¿Pensabas
que te ibas a librar? ¿Que esa mirada muerta iba a ser tu salvoconducto? De eso
nada. ¿Prefieres seguir vivo para sentir cómo cerceno tus piernas o quizás
prefieres que extraiga antes tu vil corazón?
LEONORA: (Acercándose a ambos con un bolso de viaje).
Dime, esposo, ¿eliges la sierra para esta ocasión o utilizamos nuestro
predilecto destornillador? Diría que, para ser justos, esos ojos deberían estar
fuera de sus órbitas, pues flaca labor hacen.
POE: (Aproximando el oído al pecho del VIEJO). Ahí está su corazón. ¿Lo oyes, Leonora?
Latiendo con fuerza, como el del un joven potro a punto de ser sacrificado. Pum,
pum, pum, pum… No lo puedo resistir. Es cada vez más fuerte. Insoportable.
Innegociable.
LEONORA: (Acercando el destornillador a POE). Aquí tienes. Lo mejor es clavarlo en
el lagrimal, ya lo sabes. Muy bien, así, con fuerza. (Clava de una fuerte
punzada el artilugio y sale un chorro de sangre disparado hacia su rostro).
Así…, perfecto, querido. Lame su sangre caliente, engúllela y saboréala. Ahora,
muy bien, retuércelo y haz palanca para que salga intacto. (Entre aullidos de dolor del VIEJO). Un poco más, arranca los tejidos, rasga el nervio y los pequeños
músculos. Ahí lo tienes, un poco más.
POE: (Jadeando). Oh, divino tesoro. Usaré
ahora las manos si no te importuna, Leonor. Me gusta palpar su redondez, sentir
sus resbaladizos jugos y tirar de él hasta hacerlo mío. (El VIEJO lanza un grito
aterrador). Aquí está. ¡Ja, ja, ja! Embriagador. (Admira el ojo sobre la palma de su mano y la cierra con furia hasta
aplastarlo). Ohhh, ahora, ahora sí. Disfruta, Leonora. Disfruta como yo.
LEONORA: Ese es
mi esposo diabólico. Deja que me encargue yo del otro.
VIEJO: (Con el rostro lleno de sangre). ¡Por
Dios! ¡Parad! ¡Parad! No lo soportaré, apiadaos de mi alma…
POE: ¡Calla! (Le tapa la boca con el ojo aplastado y lo
empuja hacia adentro). ¡Mastica! ¡Así aprenderás!
VIEJO: ¡Piedad!
LEONORA: (Haciendo caso omiso). Trae el
destornillador, querido. Bueno, no, deja que pruebe con esta ganzúa. Es más
afilada y podré… (Clavándola en un
extremo del otro ojo). Podré… (Presionando
con fuerza). ¡Voilà! (El ojo sale
disparado hacia una de las paredes y se queda pegado en ella). Tiempo
récord.
(Ambos se carcajean diabólicamente durante varios
segundos mientras el VIEJO, entre estertores, lanza un grito al techo
de la cámara intentando que alguien acuda en su ayuda).
ESCENA SEGUNDA
(POE
abandona la cámara accionando una palanca oculta, pero permanece escondido
mirando a través de la puerta. LEONORA,
frente al VIEJO, le abofetea para que
no pierda la consciencia).
LEONORA: Oh, no.
No he vuelto a la vida para que te rindas tan fácilmente. No he traspasado una
y otra vez el umbral de la muerte para que seas tan frágil, viejo. Ven,
alégrate. (Rasgándose el vestido y
mostrando los pechos desnudos). ¿Has palpado una piel tan suave como esta?
¿Has probado una carne tan prieta y rosada? (Acercándole
los pezones a la boca). Lame, viejo. Muerde. (El VIEJO obedece).
Retuérceme de placer. (Se embadurna los
pechos con la sangre que mana de las cuencas vacías). ¿Te gusta tanto como
a mí? Oh, sí. Claro que sí. Deja que te haga disfrutar de lo que es una mujer,
escoria. Jamás has visto nada igual. (LEONORA se deshace del vestido y de las enaguas y
agarra el miembro viril del VIEJO por
encima de la ropa). ¡Vaya! Todavía funciona. No sabes la alegría que me
das. (Le arranca el pantalón raído y su
miembro asoma brillante y enhiesto). Deja que te dé placer, viejo. Deja… (Comienza a acariciarlo cada vez con más
fuerza, apretándolo levemente con la mano al principio para acabar machacándolo
con furia embravecida). ¡Deja! ¡No te quejes! ¡Te gusta!
VIEJO: (Gritando de dolor). ¡Arrggg! Pare,
pare, por favor. Señorita… ¡Arrggg!
LEONORA: Sabes
que no voy a hacerlo. Sabes que continuaré hasta que la carne viva de tus
entrañas rabie de dolor y sangre. Pararé cuando el escozor se convierta en
insoportable y nunca hayas deseado tocar a una mujer. (El VIEJO, entre convulsiones,
eyacula sobre LEONORA, que se relame
y ríe. Al punto, coge un cuchillo afilado y cercena el miembro del VIEJO de un tajo provocando un río de sangre).
¿Querido? ¿Vuelves ya? Te lo dejo para lo que remates.
ESCENA TERCERA
(POE
se sube los pantalones y accede al llamado de su esposa. Lleva en las manos una
sierra mecánica. LEONORA se levanta
del suelo y, desnuda, se apoya en una de las paredes encendiendo un cigarrillo.
El VIEJO llora en un charco de
sangre).
POE: Dicen que
es el último modelo. No hace falta serrar hasta la extenuación cada miembro,
querida. Mira, accionando esta manivela, el instrumento se maneja con mucha más
facilidad. (Le muestra la herramienta).
LEONORA: (Sonriendo maliciosamente). Enséñame.
POE: (Acercándose al VIEJO y poniendo la sierra a la altura del
hombro). Mira, mira qué velocidad. (Comienza
a serrar el brazo izquierdo y una lluvia de sangre se esparce por toda la
habitación). ¿Has oído? Inmejorable. Sublime. (Continúa cortando el brazo hasta finalizar). ¡Ja, ja, ja! ¡Estos
tiempos modernos! Sigamos, sigamos… Dejemos todo impoluto, bien cortadito, bien
guardadito. (Sierra el otro brazo con
gusto y, para finalizar, se sienta a horcajadas sobre él). Bien, querido.
Ahora queda lo más importante. Tu corazón. Ese corazón que ha estado latiendo
todo el tiempo sin parar. Me ha vuelto loco, no puedo más. Pum, pum, pum, pum.
Tengo que acabar con él. No lo puedo soportar. (Busca en el bolso de viaje de LEONORA y extrae unas tijeras de carnicería). Bien, llegó tu fin. (Las clava con fiereza en el pecho del VIEJO y comienza a hurgar hasta que la herida es
lo suficientemente grande como para extraer el corazón). Por todos los
demonios, Leonora, mira qué espectáculo. (Le
muestra el corazón todavía bombeando).
LEONORA: Siempre
te querré, POE.
ACTO III
ESCENA PRIMERA
(POE
está levantando las tablas de madera del suelo en la habitación del hotel. Comienza
a ocultar en el hueco el corazón del VIEJO, cuyo cuerpo, inerte y desmembrado, reposa a su vera. LEONORA lo contempla aburrida).
LEONORA: Pues ya
todo terminó, esposo mío. Qué rápido pasa lo bueno. No me queda más alternativa
que retornar al mundo de los muertos, de donde procedo. Pero antes… (Lo mira con deseo y extrae de su bolso unas
tenazas herrumbrosas). ¿Tienes algo importante que hacer?
POE: Eres
insaciable, amor mío. Deja que oculte el cuerpo y enseguida soy todo tuyo.
(De pronto, la ventana junto al escritorio se abre
de par en par y aparece volando un cuervo negro. Se posa sobre los restos del
busto de Palas Atenea esparcidos por el suelo y grita «¡Siempre más!». Acto
seguido, vuela hacia el cuerpo del VIEJO
y comienza a hurgar con el pico entre sus costillas tironeando de sus partes
blandas).
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