lunes, 19 de noviembre de 2018

Siempre más

Por Yol Anda.

Siempre más
ACTO I
ESCENA PRIMERA
(Una habitación de hotel. Las paredes, empapeladas con dibujos de flores extrañas, rezuman humedad. Un perchero con un bombín olvidado lleno de polvo, el busto de Palas Atenea presidiendo la entrada, un viejo escritorio frente a la ventana donde reposa sentado POE y una cama deshecha).
POE: Aquí estoy, al filo de la lúgubre media noche, embebido en este antiguo manuscrito. Cabeceando, medio dormido, solo… (Se oyen fuertes golpes a través de la puerta). ¿Qué ha sido eso? ¿Alguien llama a mi puerta? Oh, habrá sido un ruido y nada más. (Unos pasos se acercan a la puerta y se detienen de pronto). Ciertamente algo sucede afuera. Dejadme de una vez resolver el misterio de este gélido diciembre. Pero, ¿cómo? ¿Será el viento y nada más? No es el crujir de la seda de estas cortinas rojas. Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. ¿Leonora? ¿Eres tú, Leonora?
ESCENA SEGUNDA
(La puerta se abre bruscamente y aparece LEONORA empujando a un VIEJO hacia el interior de la habitación. El hombre cae al suelo ante un estupefacto POE).
LEONORA: Ni se te ocurra gritar, engendro del demonio. Eres mío. ¡Por fin eres mío!
VIEJO: (Intentando zafarse de las cuerdas que le atan los brazos a la espalda mientras se incorpora). ¡Señorita! Por favor, discúlpeme.
LEONORA: ¡He dicho que calles, inmundo! Ah, lo sé. Mi juventud y lozanía te han engañado. Pensaste que podías con una moza de piel pálida y pies menudos, pero te equivocaste. (Tirándolo sobre la cama). Túmbate ahí.
VIEJO: ¡No! ¡No! ¡Piedad para este ciego! ¡Si ni siquiera la veo! ¡No la pude ofender!
(LEONORA agarra el busto de Palas Atenea con dificultad, pero consigue lanzarlo sobre la cabeza del VIEJO, que queda inconsciente sobre el catre. Abundante sangre se desliza por su frente comenzando a formar un charco. El busto cae hecho añicos sobre el suelo).
LEONORA: ¡Ja, ja, ja! Viejo inútil. Te vas a enterar de las consecuencias de importunarme. (Alzando la voz). ¿Querido? ¿Estás escuchando? ¡Ja, ja, ja! Tranquilo, todavía no he empezado. Únete a la diversión.
(POE se levanta del sillón arrastrando la pierna izquierda con solemnidad. Deja el bastón apoyado en la pared y se dirige hacia LEONORA. Esta, le sonríe con desvergüenza y contempla sus cicatrices con dulzura).
LEONORA: Pobrecito mío. Pobrecito Poe. Cada día más malogrado.
POE: Maldita seas, Leonora. ¡Sal de mi mente! ¡Fantasma cruel! Ya tuve suficiente llorando tu muerte, deseando tu vuelta. Sufriendo sobre tu tumba noche tras noche. ¿Por qué me haces esto?
LEONORA: Tú me quisiste de vuelta, querido. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas tus súplicas pese a la negativa de aquel cuervo y su tajante «Nunca más»? Pues tus deseos se cumplieron. ¿No estás contento querido? ¡Vuelvo a estar a tu lado! (Ríe espasmódicamente).
POE: Pero no eres tú… Eres diabólica. Me obligas…, me obligas a hacer cosas…
LEONORA: (Interrumpiendo). Cosas que quieres hacer, amor mío. Que siempre has querido hacer.
POE: (Dirigiendo la mirada al VIEJO retorcido en la cama, algo en su interior se enciende. Su semblante cambia poco a poco y un brillo enfermizo aparece en sus ojos). Bendita LEONORA, cuánta razón tienes. ¿Qué haría sin ti? Siento lástima por este viejo inmundo y de sus ojos inertes, pero también quiero matarle, quitarle la vida entre angustiosos llantos. Que sufra como he sufrido yo toda mi vida. Sin consuelo posible, sin escapatoria. Quiero que le duela y recrearme. Recrearme como cuando uno es un niño y se entretiene poniendo el cebo en el anzuelo cuando marcha al río a pescar. Atravesando con deleite cada minúsculo cuerpecito de cada diminuto gusano mientras se retuerce. Eso quiero.
LEONORA: Y eso tendrás, querido. (Se abalanza sobre POE y se besan apasionadamente. Lo lanza hacia la cama aplastando al VIEJO, y se sienta sobre él subiéndose la falda. Copulan con fruición y violencia, entre gritos, mientras se arañan, se tiran de los pelos y se propinan bofetones. El VIEJO, aun tambaleándose bajo ellos, continúa inconsciente).
ACTO II
ESCENA PRIMERA
(Una lóbrega estancia en semioscuridad. Una antorcha dibuja sombras funestas por la cámara. Las paredes de ladrillo están salpicadas de sangre. Se abre con un sonoro chirrido la puerta oculta que da paso a esa habitación secreta).
POE: Aquí estamos, maldito viejo. Por fin obtendrás tu merecido. (Tirándolo con furia, la cabeza del VIEJO se golpea contra el suelo y se oye un chasquido de huesos).
VIEJO: (Echándose las manos a la cabeza). ¡Arrgggg!
POE: ¿Pensabas que te ibas a librar? ¿Que esa mirada muerta iba a ser tu salvoconducto? De eso nada. ¿Prefieres seguir vivo para sentir cómo cerceno tus piernas o quizás prefieres que extraiga antes tu vil corazón?
LEONORA: (Acercándose a ambos con un bolso de viaje). Dime, esposo, ¿eliges la sierra para esta ocasión o utilizamos nuestro predilecto destornillador? Diría que, para ser justos, esos ojos deberían estar fuera de sus órbitas, pues flaca labor hacen.
POE: (Aproximando el oído al pecho del VIEJO). Ahí está su corazón. ¿Lo oyes, Leonora? Latiendo con fuerza, como el del un joven potro a punto de ser sacrificado. Pum, pum, pum, pum… No lo puedo resistir. Es cada vez más fuerte. Insoportable. Innegociable.
LEONORA: (Acercando el destornillador a POE). Aquí tienes. Lo mejor es clavarlo en el lagrimal, ya lo sabes. Muy bien, así, con fuerza. (Clava de una fuerte punzada el artilugio y sale un chorro de sangre disparado hacia su rostro). Así…, perfecto, querido. Lame su sangre caliente, engúllela y saboréala. Ahora, muy bien, retuércelo y haz palanca para que salga intacto. (Entre aullidos de dolor del VIEJO). Un poco más, arranca los tejidos, rasga el nervio y los pequeños músculos. Ahí lo tienes, un poco más.
POE: (Jadeando). Oh, divino tesoro. Usaré ahora las manos si no te importuna, Leonor. Me gusta palpar su redondez, sentir sus resbaladizos jugos y tirar de él hasta hacerlo mío. (El VIEJO lanza un grito aterrador). Aquí está. ¡Ja, ja, ja! Embriagador. (Admira el ojo sobre la palma de su mano y la cierra con furia hasta aplastarlo). Ohhh, ahora, ahora sí. Disfruta, Leonora. Disfruta como yo.
LEONORA: Ese es mi esposo diabólico. Deja que me encargue yo del otro.
VIEJO: (Con el rostro lleno de sangre). ¡Por Dios! ¡Parad! ¡Parad! No lo soportaré, apiadaos de mi alma…
POE: ¡Calla! (Le tapa la boca con el ojo aplastado y lo empuja hacia adentro). ¡Mastica! ¡Así aprenderás!
VIEJO: ¡Piedad!
LEONORA: (Haciendo caso omiso). Trae el destornillador, querido. Bueno, no, deja que pruebe con esta ganzúa. Es más afilada y podré… (Clavándola en un extremo del otro ojo). Podré… (Presionando con fuerza). ¡Voilà! (El ojo sale disparado hacia una de las paredes y se queda pegado en ella). Tiempo récord.
(Ambos se carcajean diabólicamente durante varios segundos mientras el VIEJO, entre estertores, lanza un grito al techo de la cámara intentando que alguien acuda en su ayuda).
ESCENA SEGUNDA
(POE abandona la cámara accionando una palanca oculta, pero permanece escondido mirando a través de la puerta. LEONORA, frente al VIEJO, le abofetea para que no pierda la consciencia).
LEONORA: Oh, no. No he vuelto a la vida para que te rindas tan fácilmente. No he traspasado una y otra vez el umbral de la muerte para que seas tan frágil, viejo. Ven, alégrate. (Rasgándose el vestido y mostrando los pechos desnudos). ¿Has palpado una piel tan suave como esta? ¿Has probado una carne tan prieta y rosada? (Acercándole los pezones a la boca). Lame, viejo. Muerde. (El VIEJO obedece). Retuérceme de placer. (Se embadurna los pechos con la sangre que mana de las cuencas vacías). ¿Te gusta tanto como a mí? Oh, sí. Claro que sí. Deja que te haga disfrutar de lo que es una mujer, escoria. Jamás has visto nada igual. (LEONORA se deshace del vestido y de las enaguas y agarra el miembro viril del VIEJO por encima de la ropa). ¡Vaya! Todavía funciona. No sabes la alegría que me das. (Le arranca el pantalón raído y su miembro asoma brillante y enhiesto). Deja que te dé placer, viejo. Deja… (Comienza a acariciarlo cada vez con más fuerza, apretándolo levemente con la mano al principio para acabar machacándolo con furia embravecida). ¡Deja! ¡No te quejes! ¡Te gusta!
VIEJO: (Gritando de dolor). ¡Arrggg! Pare, pare, por favor. Señorita… ¡Arrggg!
LEONORA: Sabes que no voy a hacerlo. Sabes que continuaré hasta que la carne viva de tus entrañas rabie de dolor y sangre. Pararé cuando el escozor se convierta en insoportable y nunca hayas deseado tocar a una mujer. (El VIEJO, entre convulsiones, eyacula sobre LEONORA, que se relame y ríe. Al punto, coge un cuchillo afilado y cercena el miembro del VIEJO de un tajo provocando un río de sangre). ¿Querido? ¿Vuelves ya? Te lo dejo para lo que remates.
ESCENA TERCERA
(POE se sube los pantalones y accede al llamado de su esposa. Lleva en las manos una sierra mecánica. LEONORA se levanta del suelo y, desnuda, se apoya en una de las paredes encendiendo un cigarrillo. El VIEJO llora en un charco de sangre).
POE: Dicen que es el último modelo. No hace falta serrar hasta la extenuación cada miembro, querida. Mira, accionando esta manivela, el instrumento se maneja con mucha más facilidad. (Le muestra la herramienta).
LEONORA: (Sonriendo maliciosamente). Enséñame.
POE: (Acercándose al VIEJO y poniendo la sierra a la altura del hombro). Mira, mira qué velocidad. (Comienza a serrar el brazo izquierdo y una lluvia de sangre se esparce por toda la habitación). ¿Has oído? Inmejorable. Sublime. (Continúa cortando el brazo hasta finalizar). ¡Ja, ja, ja! ¡Estos tiempos modernos! Sigamos, sigamos… Dejemos todo impoluto, bien cortadito, bien guardadito. (Sierra el otro brazo con gusto y, para finalizar, se sienta a horcajadas sobre él). Bien, querido. Ahora queda lo más importante. Tu corazón. Ese corazón que ha estado latiendo todo el tiempo sin parar. Me ha vuelto loco, no puedo más. Pum, pum, pum, pum. Tengo que acabar con él. No lo puedo soportar. (Busca en el bolso de viaje de LEONORA y extrae unas tijeras de carnicería). Bien, llegó tu fin. (Las clava con fiereza en el pecho del VIEJO y comienza a hurgar hasta que la herida es lo suficientemente grande como para extraer el corazón). Por todos los demonios, Leonora, mira qué espectáculo. (Le muestra el corazón todavía bombeando).
LEONORA: Siempre te querré, POE.
ACTO III
ESCENA PRIMERA
(POE está levantando las tablas de madera del suelo en la habitación del hotel. Comienza a ocultar en el hueco el corazón del VIEJO, cuyo cuerpo, inerte y desmembrado, reposa a su vera. LEONORA lo contempla aburrida).
LEONORA: Pues ya todo terminó, esposo mío. Qué rápido pasa lo bueno. No me queda más alternativa que retornar al mundo de los muertos, de donde procedo. Pero antes… (Lo mira con deseo y extrae de su bolso unas tenazas herrumbrosas). ¿Tienes algo importante que hacer?
POE: Eres insaciable, amor mío. Deja que oculte el cuerpo y enseguida soy todo tuyo.
(De pronto, la ventana junto al escritorio se abre de par en par y aparece volando un cuervo negro. Se posa sobre los restos del busto de Palas Atenea esparcidos por el suelo y grita «¡Siempre más!». Acto seguido, vuela hacia el cuerpo del VIEJO y comienza a hurgar con el pico entre sus costillas tironeando de sus partes blandas).

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