Por Esteban Di Lorenzo.
Al dejar
el libro en la biblioteca me vinieron a la mente varias preguntas, no entendí
de donde llegaban, pero, ninguna tenía una respuesta viable. Fui hasta el escritorio
y retiré la silla, la lleve arrastrando hasta dejarla en frente de mi modesta
colección de libros, me senté en ella, me recliné y mire fijamente hacia esa
dirección ¿De dónde salen las historias? ¿Quién manda en ese universo? ¿Quién
aguanta tantas palabras dentro de uno?... no lo sabía.
Me quede zigzagueando mis ojos por
todos los títulos, pero, esta vez le presté atención a algo más simbólico, los
estantes, estas tablas que están dobladas en el medio llevando el peso de las
palabras durante mucho tiempo… y pensar que en mi interior se debe estar
curvando mi conocimiento, «La cultura transforma todo aquello que sea llano »…
ahora tengo el título para mi ensayo de filosofía que nunca programé. —pensé
entre medio de una sonrisa que se asomaba.
Llevé la
silla en su lugar y me coloqué en el escritorio, me acomodé en la computadora y
mientras el procesador de texto se abría tuve tiempo de observar el cielo de la
tarde desde mi ventana « ¿Quién escribe mi historia?»— pensé. Luego de bajar la
vista ya que las respuestas no llegaban, me puse a redactar el cuento que tengo
pendiente para un concurso de literatura.
« ¿Por qué no podría ser el dios de
mí historia ?»—me cuestioné en silencio. Voy a ser el alfa y él, mi personaje,
será el omega. Jugaré con su vida para probarme como tal, este súbdito será mi
títere y mis manos su camino.
« ¿Dónde estará la parca en estas
hazañas?» tranquilamente voy a manejar sus tiempos y sus pecados serán mi
historia, el karma literario en mi mundo no existe, por el simple hecho que no
lo creé, nada más que por eso. Luego de esta pregunta vino la creatividad, mi
personaje ahora tenía una enfermedad, fulminante por cierto, total… ¿Quién va a
extrañarlo?, en mi libro celestial su vida será de solo dos páginas.
Mis dedos marcaban cada letra con la
velocidad del segundero, cuando me quise dar cuenta ya no estaba el sol
observándome en mi ventana y su calidez no se encontraba en mi habitación. Me
tome un respiro y cerré la persiana, en el transcurso que fui a prender la estufa
encendí el velador de pie que está junto a mi biblioteca.
«¿Habrá
sentido el peso de la enfermedad?»—analicé en mi interior.
Al darme vuelta, mis ojos quedaron
apuntando justo sobre el escritorio, mejor dicho en el suelo. La piel de todo
mi cuerpo se erizó en el acto al observar un charco color negro azabache al
lado de mi silla… me acerqué en silencio, atemorizado sin saber que era eso,
¿de dónde salió?. Acerque mi rostro a la mancha y un hedor intenso me llego
hasta el fondo de mi cerebro, era olor a tinta…alejé de inmediato mi rostro, «¡¿Quién
hizo esto?!»—chillé , mientras retrocedía. El grito fue en vano, nadie
podría escucharme.
Luego de ir a buscar un trapo me
arrodillé y limpié lo mejor que pude esa porquería oscura, dejé el trapo por
ahí y me senté a tratar de terminar mi cuento.
No
lo puedo terminar, no me siento bien… me estiré desde la silla, abrí un poco la
ventana y respiré profundo por un rato, estaba mareado «otra vez ese
olor»—pensé.
Al cabo de un rato comencé a sentir
humedad en el labio superior, supuse que me sangraba la nariz, pero no, al
llevarme los dedos a la boca observe que era del mismo color que el charco de
tinta, ese tufo volvió a inundar mi mente. En ese momento se nublo todo y caí
de espaldas al suelo, mi cara abrazo el piso de parqué de un golpe…
Me desperté aturdido, las imágenes
iban en cámara lenta y mí vista ahora está más nublada que antes, el lateral de
mi cara está sumergida en una pequeña ciénaga de tinta proveniente del interior
de mi cuerpo. «Entonces… el karma existe ¿Quién me está haciendo esto?»— Me
regañe, totalmente perdido.
Al intentar levantarme siento que me
desvanezco, pero, antes de caer escucho a lo lejos un grito temeroso y
celestial…
«¡¿Quién hizo esto?!» … y mi dios murió.
Muy bueno!
ResponderEliminarLas palabras te meten en la historia... como haciendote parte de ella.
Muy bueno, Esteban, me encantó.
ResponderEliminarSe siente el suspenso en tus letras, esa incertidumbre sobre el devenir de la historia que va in crescendo, y que termina con esa brillante conclusión: uno se vuelve todo y todo se vuelve uno. La redacción en primera persona le da un plus al tema, logrando que sintamos aún más que la agonía de lo vivido por el protagonista. Buenísimo.
¡Felicitaciones!
No se que decir, tanto dentro del blog como en Facebook tuve muchos comentarios positivos, y algo importante es que lo escribí con todas las ganas. Gracias por subir mi relato y espero poder seguir compartiendo más palabras con ustedes. Un gran abrazo.
Eliminarbuenas reflexiones , arreglaría esta parte: " Me quede zigzagueando mis ojos..." .
ResponderEliminarme sumergí en tus pensamientos, el texto es bueno
saludos,
michelle