Por Carmen Gutiérrez.
—¿Cómo estuvo la misión? ¡A ver! ¡Equipo Brutus! ¡Quiero el informe aquí y ahora! —La Comandante C. Gutiérrez entró en los vestidores con un revuelo de papeles y el ceño fruncido.
De inmediato, cinco ultrajados viajeros aún con los uniformes puestos se pusieron de pie y saludaron con respeto. Después se dejaron caer cansados, sucios y hambrientos sobre los sillones de reposo.
—¿Y bien? ¿Quién comienza? —Preguntó la Comandante mirándolos con las cejas arqueadas y las manos en jarra.
Los viajeros se miraron unos a otros sin decir nada.
—¡Bien! —Exclamó la comandante lanzando el proyector VHS* del Nov-elis contra la mesa y rayos por los ojos. Un pálido holograma verdoso apareció temblando sobre el tablón blanco frente a ellos— Estoy esperando, señoras y señores, a que alguno de ustedes me pueda explicar esto.
Señaló las figuras semitransparentes que empezaron a moverse, la proyección en 3D, captada por la nave, mostraba al equipo completo en miniatura moviéndose convulsivamente, en el claro de un bosque; un grupo de personas vestidos con pantalones claros y camisas estampadas de flores los rodeaba gritando algo que no había sido captado por la cámara de la nave. Los Brutus tenían cara de estar sufriendo con cada movimiento, menos el Sargento Martínez, quien parecía disfrutarlo mucho. El silencio continuó hasta que el Capitán García se puso de pie.
—Yo le explicaré, Comandante. —Dijo con voz serena, mirando a su superior con dignidad.
—Eso espero, Capitán —contestó ella ralentizando la proyección sobre la mesa, la imagen del capitán en primer plano moviendo con lentitud las caderas provocó que el Equipo Brutus ahogara una risita burlona—. Tendré que presentar un reporte al alto mando y no quiero dar explicaciones sobre poseídos como hace un mes —se refería la misión en el planeta 2569878 cuando recolectaron unas frutas que el Capitán García preparó con dulce de leche, lo que les causó un estado de embriaguez tan pesado que tardaron días en recuperarse. El VHS del Nov-elis captó a De Val durmiendo la mona sobre la mesa de control mientras la Soldado Carbel le dibujaba caras graciosas con su maquillaje. El Sargento Martínez y el técnico bailaban un tango que Tech cantaba a voz de cuello en su curioso acento caribe, el Capitán García se asomaba a ventanas imaginarias ahuyentando a perros aún más imaginarios. Solo se les ocurrió alegar posesión.
El capitán suspiró, miró a sus compañeros dudando, el grupo entero le dio apoyo moral desviando la mirada.
—Llegamos al planeta 1026148 justo a las 1400 en la fecha indicada por el mando. El Nov-elis había estado dando problemas técnicos y no teníamos más opción que aterrizar a la primera oportunidad. —Aclaró el Capitán García conteniendo un suspiro, adivinando lo que pasaría a continuación.
—¡Eso de lo problema’ té’nicos no fue cu’pa mía, Capitán! ¡Ya le esplica’o que el maldito gato se metió en los cri’tale de lo’ kangu y la turbina de energía se ha desinflao! —Exclamó Castle, el técnico del Nov-elis, levantando sus dos metros de humanidad en un salto demasiado ágil para su monumental tamaño.
—Eso ya lo discutimos antes, Castle. —Dijo el Capitán García poniendo los ojos en blanco.
El Sargento Martínez tomó al técnico por los hombros alzándose hasta donde pudo y el enorme moreno casi lo derribó al volverse para ver quien lo sujetaba. El Sargento conservó el equilibrio y consiguió que Castle (“Tech” como le llamaban de cariño) se sentara de nuevo, tranquilizándolo con palabras suaves, mientras el moreno murmuraba “Que se lo’e disho, que no he si’o yo, ha si’o el gato”
—Aun así, Comandante, al aterrizar nos estaban esperando —continuó el Capitán García una vez que se aseguró de que Tech se había sentado y callado haciendo pucheros— vos nos pedís que hagamos un reconocimiento en secreto. Nosotros obedecemos. Pero la verdad es que esta vez nos pillaron por sorpresa.
—¿Quién? —preguntó la Comandante Gutiérrez impaciente.
—¡Todos! ¡Eran muchos y nos obligaron! —intervino la Soldado Carbel. Sus ojos parecían estar a punto de salirse de sus cuencas, señaló a los vestidos de rumberos en el holograma. De nuevo el trasero del Capitán García aparecía en primer plano amplificado por la curvatura usual del VHS.
—¡Esos pendejos salieron hasta por debajo de las piedras! Nos rodearon —explicó el Sargento Martínez sin soltar el hombro de Tech que ya estaba murmurando de nuevo “E’culpa del maldito gato”—. Al principio eran amistosos, nos saludaron, nos dieron de comer y de beber. Pero Comandante, créame, son doble cara, de los malos. Por favor, marque al planeta 1026148 como no habitable o no negociante, ¡Por favor! Bórrelo de los mapas.
Ante esta petición del Sargento Martínez, el resto del equipo asintió en señal de aprobación. El Capitán García parecía de piedra, pero sus ojos estaban impregnados de súplica. Eso provocó que la Comandante Gutiérrez bajara la guardia, aunque fuera por un momento.
—Bien. Eso puedo intentarlo —dijo masajeándose las sienes—. Sin embargo, tengo que tener todos los detalles. Soldado Carbel, usted, por favor explíqueme, de mujer a mujer.
—El caso es que yo no fui la primera afectada. El primero fue…
Todos se giraron a ver al único integrante del equipo que no había dicho nada. El biólogo investigador De Val. Estaba sentado al fondo del vestidor mirándose las manos sin hablar y se incorporó al notar las miradas sobre él. Su status de civil le libraba de los rígidos saludos pero su formalidad natural le daba un aire superior. Con él, el equipo entero se sentía protegido y, como decía el Coronel Vargas: “Ante la duda, acudan a De Val”
—Bajé primero porque… bueno, porque quería sacar al maldito gato de las celdas Kuri; según Tech, el animal después de romper varios cristales se había atorado en las celdas y no podíamos alcanzarlo desde el puente —volvió a mirarse las manos—. Me topé al abrir la escotilla, con muchas caras sonrientes. Pude ver a primera vista que eran muy parecidos a nosotros pero no dejaban de sonreír. Esa fue la primera sospecha.
—Lo sabían todo, Comandante —agregó el Capitán García en tono sombrío.
—¿A qué se refiere?
—A tó, chica, a tó —sentenció Tech, meneando la cabeza con desolación.
El Sargento Martínez se adelantó. Señaló al holograma y perdiendo los estribos, dio un golpe con la palma en el escritorio. Todos se sobresaltaron; solo una vez habían visto al sargento actuar así, en el planeta 1025046 cuando estaban rodeados de sanguijuelas gigantes y había empezado a llover. El Capitán García encogió los hombros, De Val levantó las pobladas cejas, Carbel y Tech (que ya habían empezado a discutir con la cantata del gato), guardaron silencio de súbito.
—¡Todo, carajo! ¡Todo! Sabían de donde veníamos, sabían la ubicación de sistema solar, sabían de John Lennon, de Kennedy, de Somalia, del virus de la ira. Sabían que estamos viajando, que usted es la Comandante, cómo volar la nave y sobre todo tenían esa arma. —Levantó la mano y formó una pistola con el pulgar y el índice.
—¿Qué arma? — la Comandante Gutiérrez se incorporó rápidamente al escuchar la palabra. Esa que todos los humanos buscan, primero como defensa después como dominio. El arma.
—Nunca la vimos, pero todos estuvimos bajo su control —la Soldado Carbel señaló su miniatura con la vista—. Ese es el primer y más grande efecto.
—¿Qué demonios…? —La comandante Gutiérrez se acercó a la proyección. En ella todo el Equipo Brutus se movía en círculos moviendo las manos, las caderas y las piernas—. ¿Qué están haciendo?
Nadie contestó. Sin que los demás lo notaran una persona apareció en el umbral de la sala.
—¿De qué arma hablan? —preguntó el recién llegado. Al sonido de su voz todos se pusieron de pie y saludaron, llevándose la mano derecha a la frente, menos De Val, quien sólo se levantó. Era el General Bassa—. ¿Qué sucedió ahí?
—Tenían una especie de sonar, alguna señal telequinésica que nos mantuvo haciendo eso por horas —Contestó el biólogo—. Parecido al sistema de control que tienen los Zarí. Manejaban nuestros movimientos mientras escaneaban nuestras mentes. Era una especie de tortura. Sospecho que se basaban en el principio de Torobías III. El sonido era tan agudo, en micro decibeles en la escala de vinmar y el cerebro lo tomaba como señales neuronales. Un ejemplo magnificado de las máquinas Zaríanas que trabajan con ondas “Y”.
—¿Es posible manejar la misma tecnología con lo que hemos aprendido de los Zarí? —el General Bassa hizo gala de su voz de tenor, como cuando necesitaba orientación sin perder su autoridad. Dejó la pregunta en el aire.
—Con tó re’peto, mi General, usté’ no sabe lo que dice —Tech parecía tranquilo, pero todos sabían que esa manera de mover las piernas, apoyando el peso del cuerpo en una y después en la otra era su manera de demostrar que estaba nervioso—. ¡Esa e’ un arma del mi’mo demonio!
—¿Capitán? — inquirió Bassa mirando al Capitán García.
—No deberíamos ni considerarlo, General —el Capitán del Nov-elis sostuvo la mirada desafiante del que una vez había sido su compañero de entrenamiento y que ahora era su superior—. Más que un mecanismo es una forma de subyugar. Es vil.
El holograma mostró como De Val miraba a todos lados sin dejar de dar vueltas. La Soldado Carbel parecía a punto de caer agotada. Tech y el Capitán García ofrecían un poco de resistencia, pero el Sargento Martínez sonreía a la cámara moviendo los brazos. El General Bassa detuvo la proyección, justo cuando la sonrisa del Sargento Martínez cruzaba la línea de visión.
—¿Por qué no tenemos audio? —preguntó.
—E´ que creemo’ que el gato se comió las células de carpio —Tech sonrió tímido y provocó que la Soldado Carbel soltara una carcajada.
—¡Lo siento! —se disculpó la guapa chica mientras hacía enormes esfuerzos por controlarse.
—¡Basta de rodeos! ¡Quiero saber con detalle que sucedió y quiero saberlo ahora! —La Comandante Gutiérrez se acercó al sargento Martínez hasta que su cara quedó tan cerca que pudo oler su aliento— ¿Qué información tenemos de esas personas? ¿Qué significan esos movimientos? ¿Cómo escaparon de ahí? Y sobre todo ¿Qué hacia el maldito gato a bordo del Nov-elis?
—Está bien. La verdad es... ¿Qué sabemos de ellos? Que nos conocen, han estado aquí; ¿Qué más? ¡Ah, sí! Que nos tuvieron día y noche bailando La Macarena —el sargento Martínez repitió los movimientos cantando:“Dale a tu cuerpo alegría, Macarena” a pesar del estremecimiento le recorrió la espina dorsal al igual que al resto del equipo—. Escapamos porque el maldito gato se comió los circuitos de esa arma de mierda. Llevamos al gato, porque el General Bassa, aquí presente, quería deshacerse de la mascota de su hija que tiene la costumbre de comerse todo. El gato, no su hija, hago la aclaración.
Esta vez la Soldado Carbel no pudo contener la risa. Empezó como una llovizna y se volvió una tormenta cuando Tech se rió también, sosteniéndose el estómago. De Val sonrió, pero después dejó salir al niño alegre que se escondía en su interior y se rindió, sentándose mientras reía sin parar. El Capitán García miró al Sargento Martínez a los ojos y los dos rompieron en carcajadas tan fuertes que al poco rato tenían los ojos bañados en lágrimas.
—¡Maldito gato! —Masculló furioso el General Bassa y salió de los vestidores pateando un cesto de basura.
—¿Qué sucede? —Preguntó Valencia, el chico de comunicaciones a través del intercomunicador general.
El Cadete Lamas, un chico que acababa de unirse al proyecto Voyage, llamó tímidamente a la puerta.
—Manda preguntar el General Bassas…Bassusta…Batussteriga…—se ruborizó comprendiendo porque todos le decían sólo “Bassa”, pero sacó el pecho y continuó—. El General pregunta que pasó con el gato.
—¡Dile que…que…lo dejamo’ ahí! —contestó Tech, a duras penas, entre carcajada y carcajada—. Lo’ hijoputas…son…alerhicos a lo’ gatos.
* Visual Hologram System (Sistema de Holograma Visual, VHS por sus siglas en ingles)
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