(imagen de la película «El resplandor», basada en la película homónima) |
Seudónimo: Mell.
Autora: Gloria Neiva Antúnez.
Michael
estaba en verdad emocionado por su fiesta de cumpleaños. Ese año había empezado
a ir a la escuela. Así que a parte de sus amigos del vecindario, sus primos y
demás familiares, ahora podía invitar a sus compañeros y compañera de clase.
Ese mes mientras la tan esperada fecha llegaba fue contando los días que
faltaban para el gran día.
Su
cumpleaños caía el diez de agosto, por lo que mirando sus manos fue capaz de
eliminar los días que faltaban. Incluso pego una hoja en blanco en la pared de
su habitación y fue pintando uno a uno lo palitos que representaban los días.
El
primer día su madre le dio muchas invitaciones para que las repartiera. En
total tenía a 15 alumnos que asistían con él. Cuando llego a la escuela, y repartió
las tarjetas de color azul con el dibujo de un oso montado en un avión, dudo un
poco si invitar a Benjamin, porque siempre andaba molestándolo durante las
clases. Es más, recordaba Michael mientras se acercaba al otro niño, una vez ni
siquiera le permitió jugar con él con un rompecabezas que le gustaba mucho.
Pero
cuando estuvo frente a Ben, le dio la invitación igualmente porque también
recordó que su mamá le había dicho que él debía ser bueno. No estuvo muy
convencido de hacerlo, es más, su rostro estaba en verdad serio mientras le
hacía la invitación, pero como su madre se lo dijo, Michael pensó que debía ser
cierto, y él no quería ser un niño malo.
El
segundo día despertó emocionado, aunque en verdad hubiera deseado que ya fuera
el día. Se arrepintió un poco de apresurar a su mamá de que le dieran las
invitaciones a sus compañeros y compañeras de clase, pero luego cuando ya
estaba tomando su desayuno, se dijo que era mejor, así pensarían en grandes y
geniales regalos para él.
El
tercer día empezó a buscar entre sus cosas los juguetes más lindos que tenia
para mostrárselos a sus amigos, ya que nunca había podido llevar ninguno a la
escuela porque su mamá no quería.
El
cuarto y el quinto día se olvido de que estaba esperando su cumpleaños porque
lo llevaron a comer unas ricas hamburguesas. Se divirtió tanto que al día
siguiente andaba muy feliz hasta que uno de sus amigos le pregunto que deseaba
para su cumpleaños.
Por
su parte el padre de Michael, más conocido como el señor Gutierrez, estaba no
ansioso sino más bien preocupado porque su hijo obtuviera el cumpleaños que
deseaba. Al ser su primer hijo, quería darle todo lo que él no pudo recibir
cuando era niño.
—Cariño,
deja de preocuparte ¿sí?—le dice su esposa Margarita antes de darle un abrazo.
El señor Gutierrez estaba sentado en la cama cuando su esposa se le acerco para
asegurarle que todo estaría bien.
—Eso
espero, deseo que mi hijo tenga todo lo que quiere para su cumpleaños.
—Amor,
no lo consientas demasiado. Que después ya sabes cómo se pone, no me gustaría
que nuestro Michael se convierta en un niño caprichoso. ¿Quieres saber algo? El
otro día me dijo que casi no invita a uno de sus compañeros porque no le cae
bien.
—Seguro
que es el niño que lo molesta ¿verdad? Cuando yo tenía su edad no me dejaba,
los enfrentaba, no huía de mis problemas.
Ella
lo mira entrecerrando los ojos antes de añadir:—Mi hijo no va a recurrir a la
violencia. Así que le dije que deben hacerse amigos y lo invito.
El
señor Gutierrez no creía en esa clase de arreglos pero no dijo nada. En
especial porque ya sabía cómo era Margarita.
—De
acuerdo. De todos modos, deseo que mi pequeño hombrecito tenga el cumpleaños
que se merece.
La
señora Gutierrez estaba de acuerdo con su esposo, por lo que después de hacer
unos arreglos ambos se fueron a acostar.
Cuando
llegó el gran día, todos estaban bastante animados, ni hablar de los niños que
empezaban a llegar con regalos y cintas azules, el cumpleaños estaba empezando
bien. La Señora Margarita por su parte, sin embargo estaba atendiendo a los
invitados hasta que escucha sonar el teléfono.
—¿Hola?
¿Quién habla?—le pregunta con una sonrisa que se le borro enseguida cuando
escucho lo que tenía que decir la persona del otro lado.—¿Qué quiere decir que
el oso no va a venir? Lo reservamos con antelación… ¿Qué? ¿Enfermo? No puede
ser.
La
señora Gutiérrez estaba preocupada mientras le decían que no había solución.
Cuando colgó el teléfono trato de que la desesperación no se le notara en la
cara. Fue hasta su esposo y le dijo en casi un susurro:—Querido, el oso Yogui
no vendrá.
El
señor Gutiérrez casi se atraganta con el agua.
—¿Cómo?
¿Por qué no?—le pregunto a su esposa. Pero ya pensando en un plan.
—El
hombre que se encarga del espectáculo se enfermo y no podrá asistir.
—¡Dios!
Lo que faltaba, te dije que no los contrataras, pero siempre haces lo que
quieres.
—Cariño
no te pongas así, ¿cómo iba a saber que iba a enfermar?
—Tienes
razón, tienes razón.
Y
mientras le decía eso, Michael se le acerco con una gran sonrisa.
—¡Papá!
¡Todos quieren ver a Yogui! Ya les conté que vendría.
—Si
hijo, ya enseguida viene.
Al
señor Gutiérrez no le alcanzó el valor para decirle a su hijo, que no se le
cumpliría el sueño de ver al oso Yogui en persona. Hasta que se ocurrió una
idea, cerca de su casa había una tienda de disfraces en la que tal vez tendrían
el del famoso oso. No es que el señor Gutiérrez alguna vez hubiera prestado
atención a como era el oso Yogui, pero se dijo que era un oso, así que cualquiera
serviría.
Con
un beso en su mejilla se despidió de su esposa y fue a comprar el disfraz.
Cuando lo obtuvo, entro en su habitación y empezó a desvestirse. Le había
pedido a su amigo Aníbal que subiera a ayudarle a cambiarse. El traje era verdaderamente
sofocante, pero se hizo a la idea de que podría estar varios minutos antes de
quitárselo.
El
problema empezó cuando se dio cuenta de que el cierre del disfraz no se podía
cerrar correctamente, es más se atoro y le fue imposible terminar de vestirse.
El señor Gutierrez medio gemía y murmuraba medio malhumorado porque no podía
aún bajar hasta donde se encontraban los niños. Mientras tanto abajo los niños
se encontraban impacientes esperando al oso Yogui. “¡Oso Yogui, oso Yogui!” se escuchaba desde el
piso de arriba mientras el señor Gutiérrez luchaba por colocarse el traje.
Michael
se acerco a su mamá.
—¡Mamá
¿dónde está Yogui?!
—Ya
vendrá cariño, ya vendrá.
—Mamá,
¿Va a venir verdad?
La
señora Gutiérrez no tuvo más remedio que calmar a su hijo diciéndole que ya
estaba en el piso de arriba y que estaba en la habitación en donde dormían su
esposo y ella. Claro que ella no fue consciente de lo que acababa de empezar.
Porque lo primero que hizo Michael fue gritar todo emocionado que el oso ya
estaba y que se encontraba en la habitación de sus padres. Grande fue la
sorpresa de la señora Margarita Gutiérrez cuando se encontró con una tropa de
pequeños niños yendo a toda prisa hacia la habitación en donde se encontraba su
marido.
—¡Cariño,
no! Espera a que baje…—le trato de decir a su hijo pero ya era tarde.
Michael
y sus amigos ya estaban en la puerta de la habitación de sus padres y el
emocionado abrió la puerta, antes de empezar a gritar por lo que vio.
Estaba
un horrible oso atacando a su tío Aníbal.
Hasta
hoy en día, todo San Patricio se acuerda del suceso. De cómo unos niños
salvaron a un hombre, saltando sobre un gran oso que -según la versión de los
pequeños- trató de comerse al tío de Michael.
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