(imagen de la película «Maleficio», basada en la novela homónima) |
Seudónimo: James Godwear.
Autor: Antonio Tomé Salas.
Soy Neil, os voy a contar
una historia de cuando tenía nueve años, y viví la peor experiencia de mi vida.
Corría el mes de mayo de
2001, y era media mañana. Yo estaba en mi habitación, jugando al ordenador,
cuando mi madre me llamó desde la cocina.
-Neil, baja a la cocina, no
puedes imaginar quién está en casa. -chilló mi madre desde la cocina.
Bajé a paso lento, me daba
un poco de miedo tropezar por las escaleras; siempre bajaba las escaleras
agarrado muy fuerte a la barandilla.
La luz del sol entraba a
raudales por la ventana de la cocina, teníamos una casa muy bien iluminada. Por
desgracia, tanta claridad me permitió ver bien el rostro de ese señor que me
miraba fijamente desde la silla de ruedas.
-Pe pe pe pero...¿eres tú?
-Tartamudee presa de la gran confusión que bullía en mis pensamientos.
El hombre extendió los
brazos, quería que lo abrazara. Pero la media sonrisa que se dibujaba en su
boca me alejada de el. Me daba miedo ver una sonrisa que en el lado izquierdo
se curvaba hacia abajo. A demás estaba muy delgado, su cabeza parecía una
calavera de película de piratas, los pómulos estaban hundido, los ojos más
oscuros de lo normal, y la sonrisa..., la sonrisa era lo peor; a demás de la
curva de los labios, los dientes parecían enormes en contraste con su cabeza
consumida por la delgadez.
De repente sentí algo en mi
espalda. Era la mano de mi madre que me empujaba para acercarme a ese hombre,
mi padre.
-Vamosshh Neil...esshh que
no vasshh a darle un abrashho a tu padre. -me dijo el hombre de la silla de
rueda, salpicando saliva en todas direcciones a causa de su boca torcida.
Le di un empujón a mi madre,
y apartando su brazo de mi hombro, salí corriendo de la cocina y subí las
escaleras de casa hacia mi habitación, como alma que lleva el diablo.
Cerré la puerta de un
portazo y me tiré en la cama de un salto. Me tumbé mirando hacia la pared y sin
poder evitarlo, los recuerdos acudieron a mi mente.
-Neil ven aquí,
tengo que contarte algo que ha ocurrido. -mi madre estaba sentada en el sofá
frente a la televisión apagada, y con una montaña de pañuelos de papel a su
derecha.
Me senté en el
extremo más alejado del sofá, y un calor inexplicable subió a mi rostro. Intuía
que algo muy malo se avecinaba y las manos me empezaron a sudar, sintiendo un
hormigueo por todo mi cuerpo.
-¿Qué ha pasado
Mamá, es algo malo?
-Me temo que sí
pequeño Neil, algo muy grave le ha sucedido a tu padre. -Mamá retorica un
pañuelo en sus manos, y pequeños trozos se acumulaban en su falda negra.- Esta
mañana mientras tu estabas en la escuela me han llamado del hospital...
En ese momento
mi madre se derrumbó y se echo a llorar a lágrima viva. Recorrí la distancia que me separaba de ella y la
abracé muy fuerte, como si pudiera evitar escuchar lo que había pasado, no
quería saberlo.
-Papá ha tenido
un accidente de coche, muy grave. -Me dijo Mamá entre lágrimas. -En unos
minutos viene a casa Tía Sara para cuidar de ti, yo iré al hospital para
comprobar cómo está Papá.
Al cabo de
veinte minutos llegó a casa tía Sara, y Mamá se fue dándome un beso en la
mejilla, dejándome la cara mojada de lágrimas.
Papá tubo un accidente de
coche muy grave, casi pierde la vida, pero no fue así. A cambio pasó dos años
en coma, y en muchas ocasiones llegué a olvidar su rostro, y hasta su voz.
El hombre que había vuelto a
casa no era mi padre. Era muy delgado, y juraría que esa voz no era la de mi
padre.
Me quedé dormido recordando
todo lo que sucedió, y al cabo de un tiempo desperté en mi habitación totalmente a oscuras.
La puerta de mi habitación sonó dos veces seguidas, y la voz
de mi madre sonó desde fuera.
-¿Puedo pasar Neil?
Pude imaginar la cabeza de
mi madre junto al marco de la puerta. Odiaba que me preguntara si podía pasar,
y ella entrara en mi habitación sin mi consentimiento.
-Ya lo has hecho seguramente,
entra. -intuía.
Yo seguía tumbado junto a la pared, y sentí
como el colchón se hundía a mis espalda cuando mi madre se sentó en la cama.
-Cariño, entiendo que estés
confuso por el regreso de tu padre después de tanto tiempo ausente. Pero tienes
que entender que para el también es difícil, es como si en su mente hubiera
pasado apenas unos días, y ahora, ahora eres todo un hombreton para el.
Estaba recién despierto y
todavía me sentía desorientado, así que me limité a escuchar.
-He estado hablando con tu
padre, y hemos llegado a un acuerdo. Para aliviar tu confusión, hemos pensado
que tendríais que pasar más tiempo juntos para recuperar el tiempo perdido; de
modo que yo me iré a casa de Tía Sara a modo de vacaciones, y así estaréis los
dos solos unos cuantos días para poneros al corriente de todo lo que ha pasado,
incluso podéis recuperar la afinidad que teníais los dos antes del accidente.
La vida puede cambiar en
unos segundos, y por culpa de esos segundos que perdí en no contestar y negarme
a los planes de mis padres, finalmente todo cambió.
El terror apenas duró un día,
pero me dejó marcado para siempre.
Esa misma noche mi madre se
fue a casa de Tía Sara, y mi padre y yo nos quedamos solos.
Yo estaba en mi habitación
cuando escuché a mi padre llamarme:
-Neeeiiiillll.
Me levanté de la cama, y
bajé por las escaleras agarrando muy fuerte el pasa manos. Un olor muy
apetecible ascendía por las escaleras, y me abrió el apetito.
Crucé el umbral de la
cocina, y frente a mi estaba la silla de ruedas, vacía. No había rastro de mi
padre.
-Neeeiiiilll
La voz provenía del salón,
así que me giré y empecé a caminar con pies de goma hacia el salón de casa.
Allí, en el sofá donde hace dos años mi madre lloraba desconsolada, estaba mi
padre sentado.
-Ven hijo, tenemoshh que
hablar. -Me dijo mi padre salivando en abundancia.
En esta ocasión me senté de
nuevo en el extremo del sofá, pero a diferencia de la vez anterior, esta vez no
me acercaría a mi padre, me daba miedo.
-Hijo, sholo quiero que lo
pashhemoshh biieeennn. -decía mi padre mientras que con su mano se quitaba el
cinturón.
Pensé que iba a agredirme
con el cinturón, pues mi padre siempre tuvo, antes del accidente, las manos muy
largas. En esta ocasión me equivocaba, y mi padre fue mucho más lejos.
Poco a poco empezó a
desnudarse, y una vez estuvo en ropa interior, sacó su pene por un lado del
calzoncillo. Empezó a agitar su miembro de arriba a abajo, y con la otra mano
me agarró la muñeca izquierda. Yo empecé a tirar de mi mano, y el apretaba con
más fuerza.
-Ven Neil, no perdamoshh el
tiempo, vamos a recuperarlo, juntosshhh.
Con todas mis fuerzas le
propiné una patada en sus partes, y conseguí liberarme de el.
Corrí con todas mis ganas, y
cuando alcancé las escaleras me giré para ver dónde estaba mi padre. Estaba
saliendo del salón, iba desnudo, y su miembro flácido destacaba más en
contraste con su delgadez, se balanceaba.
-¡Neeeillll, vuelve ahora
mishhmo! -gritaba desde la puerta del salón.
Subí los escalones de tres
en tres, me metí en mi habitación cerrando de un portazo, y arrastré la cama
contra la puerta, para evitar que entrara. Me senté en la cama para hacer más
fuerza, pues con su delgadez pensé que no podría abrir la puerta. Pero me
equivocaba.
Al cabo de unos minutos de un
inquietante silencio, de repente, escuché un fuerte estrépito que procedía de
las escaleras. Pude imaginar el cuerpo de mi padre, delgado, huesudo, precipitándose
hacía el vacío. Seguramente sus huesos se habrían quebrado por muchos lugares.
Y su pene..., su pene estaría a la vista de mis ojos. Tenía mucho miedo, y no quería
salir de la habitación.
Finalmente salí, tras muchos
minutos aguardando con el oído pegado contra la puerta. No tenía más remedio.
Tuve que apartar con sumo
cuidado la cama de la puerta, tratando de ser lo más silencioso posible. Poco a
poco, con toda la paciencia que pude tener, gire el pomo y abrí la puerta.
Me asomé muy lentamente y
con más valor del que creí tener jamás en mí vida, salí de la habitación.
El pasillo estaba en
penumbra, y tenía miedo de acercarme a la escalera; no sabía en que estado encontraría
el cuerpo de mí padre.
Me acerqué al filo de los
escalones, y allí...no había nadie.
Como una alarma que va cresccendo,
sonó el grito de mí padre a mis espalda:
-Neeeeilllllll. -gritó cómo
un loco. -Vamosh a querernoshh juntossshhhh.
Juraría, o eso llegué a
pensar más tarde, que mi padre venía hacia mi con el pene chorreando; estaba
eyaculando mientras extendía los brazos hacia mí.
Tenía tantísimo pavor, que
las escaleras no las vi. Perdí el equilibrio y empecé a caer hacia detrás. En
ese momento mi padre se lanzó hacia mí, y los dos caímos por las escaleras en
una maraña de brazos y piernas.
Mí padre se fracturó el
cuello, y eso le causó una muerte instantánea. Yo, sufrí múltiples contusiones
y quedé inconsciente; el daño fue psicológico más que físico.
Mí madre llamó esa noche por
teléfono, y al descubrir que nadie atendía la llamada, vino rápidamente a casa.
Y allí nos vio, a los pies de la escalera; una persona muerta y otra
traumatizada para el resto de su vida.
Ahora tengo 23 años, y cada
vez que veo las escaleras de mí casa tiemblo, tiemblo con toda el alma.
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