Por Luna Droz.
- Era ese sueño, ese maldito sueño que lo atormentaba años después. Se levanto empapado en un sudor frio aturdido y desorientado, se encamino hacia el baño, frente al espejo contemplo su reflejo, sus heridas de guerra su cara mutilada y su brazo faltante. Era difícil olvidar el infierno que vivió en los campos de concentración nazi cuando su reflejo se lo recordaba todas las mañanas. Había caído en uno de los campos junto con otros soldados norteamericanos al sufrir una emboscada. Se lavo la cara y se dispuso volver a la cama junto a su mujer que dormía a su lado. Vanamente intento conciliar el sueño, las imágenes recorrían su mente en una especie de Flashback. Había perdido el brazo y parte de su cara al intentar escapar por un campo minado, lo que había sucedido después no lo recordaba con claridad. Había recobrado la conciencia en un cuarto sucio y oscuro sin saber donde estaba. Deliraba de fiebre a causa de las infecciones de sus heridas, las del escape y las que recibía por parte de los oficiales, ese era el castigo por intentar escapar. Cada tanto aparecía alguno de ellos para hacerle preguntas sobre los planes del ejército norteamericano.
- Era ese sueño, ese maldito sueño que lo atormentaba años después. Se levanto empapado en un sudor frio aturdido y desorientado, se encamino hacia el baño, frente al espejo contemplo su reflejo, sus heridas de guerra su cara mutilada y su brazo faltante. Era difícil olvidar el infierno que vivió en los campos de concentración nazi cuando su reflejo se lo recordaba todas las mañanas. Había caído en uno de los campos junto con otros soldados norteamericanos al sufrir una emboscada. Se lavo la cara y se dispuso volver a la cama junto a su mujer que dormía a su lado. Vanamente intento conciliar el sueño, las imágenes recorrían su mente en una especie de Flashback. Había perdido el brazo y parte de su cara al intentar escapar por un campo minado, lo que había sucedido después no lo recordaba con claridad. Había recobrado la conciencia en un cuarto sucio y oscuro sin saber donde estaba. Deliraba de fiebre a causa de las infecciones de sus heridas, las del escape y las que recibía por parte de los oficiales, ese era el castigo por intentar escapar. Cada tanto aparecía alguno de ellos para hacerle preguntas sobre los planes del ejército norteamericano.
La
noción del tiempo era inexistente, no le daban agua ni comida, sus heridas
seguían infectándose. Muchas veces se vio obligado a beber su orina para no
morir deshidratado. Vivió todo ese infierno deseando cada segundo su muerte.
Parte
de su memoria había reprimido todo lo que había vivido en ese infierno nazi, lo
que vivió el y lo que le toco ver, las torturas hacia las otras personas eran
terribles, en sus pocos momentos de lucidez pensaba como un ser humano era capaz
de semejantes atrocidades, como se sentían dueño de la vida ajena y como dios
si es que habría algún dios permitía que los torturen de esa manera. Muchas
veces al despertar atormentado en el medio de la inmensa oscuridad se
preguntaba si realmente no había muerto y eso era el infierno si era el castigo
de dios por todas las personas que mato en la guerra antes de ser capturado.
Recordaba
haber despertado en una especie de hospital, una persona limpiaba sus heridas,
su cara era borrosa como todo lo que había vivido, vagamente se disipaba en su
mente como una persona se disipa entre la niebla de un callejón oscuro. La
persona le dijo que se encontraba a salvo, Que la guerra llegaba a su fin, le
pregunto si recordaba su nombre y se sorprendió al descubrir que no había
pensado en eso en todo ese tiempo, como si la persona que habría sido antes de
que inicie la guerra ya no existía, intento recordar y lo logro, se llamaba
Juan. Todo parecía tan lejano… aun sin tener noción del tiempo se durmió y en
su interior sintió el deseo de no despertar jamás. Pero despertó. Al abrir los
ojos se encontró con los de su mujer, Ella lo miro y en sus ojos el noto un
destello de lastima y rechazo al examinar su cara y lo que quedaba de su brazo
derecho. Cuando Juan ya había recobrado la conciencia le conto que la guerra
había terminado cuando Estados Unidos lanzo bombas atómicas a Japón.
Para
cuando la guerra fría comenzó ellos ya se encontraban lejos tratando de rehacer
su vida. Con el tiempo tuvieron dos hijos que crecieron sanos y fuertes.
Todo
eso había vuelto muy de repente, era mucho para recordar en una sola noche, el
estomago se le revolvió a causa de los recuerdos. Miro a su lado y ahí se
encontraba su mujer durmiendo serena como todas las noches, ella no tenia
recuerdos que la atormentasen. Se dispuso a dormir y para su sorpresa lo logro,
por la mañana llegarían sus hijos a pasar navidad con ellos. Por la mañana al
despertarse todo lo de la noche anterior había quedado casi en el olvido.
Preparo
café y se dirigió hacia la tienda a comprar algunas cosas que necesitarían para
la noche, ya se había acostumbrado a la mirada de pena de las personas, muchas
veces veía esa mirada en su propia familia. El vendedor le pregunto si se le ofrecía
algo mas y respondió que no, agarro las bolsas y se marcho. Cuando llego a su
casa sus hijos ya se encontraban allí, lo recibieron con un abrazo y rieron
toda la mañana recordando viejas cosas. El espíritu navideño se sentía por toda
la casa, esa navidad prometía ser fabulosa. Cenaron y rieron como nunca.
Bebieron vino y miraron la televisión, estaban viendo unos de los programas
favoritos de su hija, ese en el que la familia debía responder una serie de
preguntas para ganar un viaje a cualquier parte del mundo una cosa o cosas por
el estilo. Por un momento sintió como si fuera el personaje de algún reality
show o de alguna historia escrita por una adolecente aficionada a la escritura.
Se sentía confundió, algo parecido a lo que se siente cuando uno tiene un déjá
vu. Salvo que lo que sentía no era eso sino la sensación de estar viviendo en
una realidad alternativa. Descarto la idea rápidamente, era una locura. Pero el
trascurso de la noche le demostraría que quizá no era del todo una locura. La
noche siguió su curso pero la sensación de realmente no estar viviendo no desaparecía,
por un momento todo se torno oscuro, sentía nausea y mareos, les dijo a sus
hijos y su mujer que quizá había tomado mucho vino y se marcho a la cama. Se
recostó y eso no le ayudo mucho, la habitación le daba vueltas como si
estuviera envuelto en un remolino feroz los colores se intensificaban y se
apagaban a su vez. Las voces del piso de abajo se distorsionaban y aumentaban
convirtiéndose en una especie de aullidos y gritos desesperados. Una vez en su
juventud había experimentado con LSD y había tenido lo que llamaban un mal
viaje, la sensación que sentía ahora era idéntica a la de esa vez, el terror se
apoderaba de el. Estaba en la boca del huracán, envuelto en el remolino,
mientras todo a su alrededor se distorsionaba. De repente todo se volvió
oscuro, ya no sentía las voces del piso de abajo, intentaba gritar, pedir ayuda
pero su voz se ahogaba en su garganta. Era como estar en una especie de túnel
oscuro. Empezó a escuchar voces débiles y en la desesperación trato de
seguirlas, estaba perdido en el medio de esa oscuridad cuando de repente una
luz blanca se intensifico delante de sus ojos como si hubiera encontrado la
salida de ese túnel tenebroso, pero lo que vio lo asusto aun mas que la propia
oscuridad, se vio tendido en una cama y a su alrededor había otras personas que
no podía reconocer. Lo que lo asusto no fue verse a el en una cama sino en el
estado en el que se encontraba. Era exactamente como había despertado en ese
hospital después de que la guerra había terminado, pero a diferencia de que su
mujer no era como había sido siempre, simplemente no tenia rostro al igual que
las demás personas que la rodeaban, pronto se dio cuenta que ya no podía
recordar el rostro de su mujer, con la que había estado apenas unos minutos
antes siquiera podía recordar la de sus hijos tampoco, de repente ya no podía
recordar nada. Aterrado intento huir por donde había llegado ahí pero al darse
vuelta el túnel negro se alejaba cada vez mas hasta quedar reducido a la nada
misma. Las voces volvían a intensificarse y en su cabeza retumbaban como un eco
que le recorría el cerebro entero y hacia explosiones en el. Lo último que pudo
captar antes que todo quede en la oscuridad era ver a esas personas abalanzarse
sobre él, tratando de asistirlo aunque para sus ojos parecían una manada de
leones devorando a su víctima, todo al grito desesperado que explotaba en su
cabeza “LO PERDEMOS”.
--FIN--
Datos del receptor:
-
Nombre: Juan Esteban Bassagaisteguy.
-
Dos aficiones: el fútbol y la escritura.
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Un lugar: Claromecó (provincia de Buenos Aires, República Argentina).
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Edad: 44 años.
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Lugar de nacimiento: Rauch (provincia de Buenos Aires, República Argentina).
-
Estado civil: casado.
-Trabajo:
contador público en forma independiente.
-
A qué le tienes miedo: a las alturas.
-
Dos libros: «Las tumbas», de Enrique Medina, y «Misery», de Stephen King.
Consigna:
Relato bélico en el que se mencione o tenga que ver con la Segunda Guerra
Mundial
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