Siempre
que tengo que hacer algo importante me cuesta mucho esfuerzo llegar a conciliar
el sueño. Duermo haciendo una cuidadosa planeación para no cometer algún error.
Anoche no fue la excepción y como de costumbre desperté una hora antes, no tuve
necesidad de esperar la alarma del celular, abrí mis ojos sin pestañear o
intentar descansar otros cinco minutos, simplemente desperté y me levanté
apresurado para ducharme, vestir traje y corbata, así como peinarme con gel (aun
cuando odio tener el cabello tan duro), para finalmente conducir hacia el
trabajo.
Durante
el trayecto seguí pensando cómo abordar a Edgar para pedirle un aumento
salarial, tenía varias ideas en mente para comenzar a hablar sobre el tema: 1.
Mi yo arrogante, el que tendría que demostrarle que mis capacidades
intelectuales permitían desempeñarme mejor que el resto de mis compañeros. 2.
La necesidad económica, ya que estaba decidido a contraer matrimonio en un año
y necesitaba ganar más dinero para los gastos. La opción tres parecía la más
sensata y realista para persuadirlo de que merecía ese puesto. Tres meses
habían sido suficientes para aprender los procedimientos de mis funciones, el
hecho de provenir de otro departamento del banco me daba ciertas ventajas para
proponer estrategias de las dos áreas conjuntas y así darle un valor agregado a
mi trabajo, eso y los tres años de antigüedad con el mismo sueldo me daban
buenas esperanzas de poder quedarme el puesto que nadie había sido capaz de
ganarse hasta ese momento.
Volví
de mis pensamientos ya que un anciano se atravesó en el camino, intenté frenar,
sin embargo, alcancé a empujarlo con la defensa del automóvil, bajé de
inmediato y miré hacia la luz del semáforo para eximir la culpa,
afortunadamente seguía en verde. Me acerqué al anciano, tomándolo del brazo
para ayudar a levantarlo, me miró a los ojos y dijo:
—Sabía
que esto ocurriría— suspiró decepcionado.
—Y
porque si lo sabía, no tuvo cuidado para evitarlo señor— le dije al momento
que veía la pequeña abolladura de mi auto.
—Dije
que sabía que ocurriría, más no que lo podía evitar, qué no sabes que no debes
de responderle a tus mayores, mocoso insolente.
—Disculpe
señor, no fue mi intención ofenderlo.
—No
te preocupes, también ya sabía que me contestarías— dijo sonriente.
Intrigado
por sus respuestas, me interesé por indagar sobre la cordura del hombre, quien
lucía desaliñado y desubicado.
—
¿A qué se dedica señor? — pregunté mientras lo ayudaba a sentarse en la
banqueta.
—Soy
un visitante de futuro, me dedico a viajar por el tiempo y ayudar a la gente
que se cruza en mi camino.
Aguanté
la risa, pero sin duda tenía la curiosidad de llegar más a fondo en aquella
conversación.
—Adelante,
puedes reírte si tienes ganas, sólo que no me pidas que te ayude a obtener ese
ascenso que tanto deseas.
En
ese momento la sangre se me heló y comencé a marearme de la impresión, volteé a
mí alrededor a ver si había testigos de aquella extraña escena. Las calles se
encontraban vacías, estábamos a dos días de la semana santa y las escuelas
habían cerrado por las vacaciones. Decidí tomar con seriedad al anciano y creer
en la posibilidad de que fuera una persona del futuro.
¿Có-oomo
pue-ede ayudarme señor? —pregunté nervioso.
—Muy
sencillo Enrique, solo tienes que seguir cuidadosamente algunos pasos y con
ayuda del efecto mariposa, todo hará que tu jefe se encuentre sensibilizado a
la hora de que hables con él y le pidas el ascenso.
—
¿Qué debo hacer? —pregunté sin dudar—, ¿me costará algo?
—
¿Me has visto cara de necesitado? —preguntó ingenuamente. Seguramente sabría
que otra vez sentía ganas de reírme, sólo que, en esta ocasión, no se atrevió a
decir nada, en su lugar, se barrió asimismo con la mirada, entendiendo mis
reacciones y sólo se limitó a decir:
—No
te preocupes, lo tengo todo y a la vez nada, si necesito dinero voy a comprar
un billete de lotería, si necesito alimentos, mi aspecto o en ocasiones mis
conocimientos del futuro me bastan para convencer a alguna persona que me dé lo
que necesite. Sólo te ayudo porque quiero.
—Le
agradezco señor, nuevamente le pido una disculpa si lo volví a ofender. Y bien,
qué necesito hacer para obtener el ascenso.
—Primero
debes estacionar tu vehículo en el tercer cajón, de la fila H, cierra bien las
ventanas, te lo digo por qué sé que en ocasiones las dejas entreabiertas para
que no se encierre el calor en el auto cuando vas a comer. Después, deberás
darle la moneda más brillante al jardinero que estará conectando una manguera
en la llave que está justo a un lado del teatro, caminarás por el paso peatonal
entre el campus de la universidad y el fórum cultural, de ahí necesitarás retar
al sujeto que está sentado frente a la escalinata de la biblioteca a una
partida de ajedrez en el tablero enorme que se encuentra al aire libre, no te
preocupes por el tiempo, no te llevará mucho tiempo ganarle, necesitas el mate
del loco para ganar la partida, escoge las piezas negras, el abrirá a los
peones que cubren a su rey, por lo que bastará abrirle paso a tu reina para
encerrarlo y terminar la partida en dos minutos. Te advierto que tu
contrincante se pondrá loco, por lo que sugiero que continúes tu camino y lo
ignores. Antes de que entres a la oficina, retira en el cajero quinientos
pesos, rompe a la mitad el billete y tíralo al suelo. Eso será suficiente para
tu ascenso.
—Cómo
es posible que haciendo eso, obtenga un ascenso — dije molesto e incrédulo,
pensando que trataba de tomarme el pelo.
—Muy
sencillo, Él estacionará su vehículo en el segundo cajón de la fila H como lo
hace todos los días, tu carro no estará bien estacionado, por tus obvias
habilidades de conductor —dijo mientras me echaba una mirada de que yo había
sido el culpable de su atropellamiento—, cuando abra la puerta golpeará tu
vehículo ocasionándole una abolladura del lado del copiloto, ya lo repararás
cuando tengas el ascenso junto con la marca que he dejado en tu defensa. Él ya
sabe que es tu vehículo, por lo que comenzará a sentirse mal por ello, en ese
momento el jardinero al que le diste la moneda, la sacará de la bolsa y el
reflejo que provocará su brillantez, hará que descuide el control sobre la
manguera y le moje toda la camisa, con eso ya le evitaste daño eléctrico a tu
auto por cerrar las ventanillas, ya que se mojarían los controles de la consola
y se quemaría un fusible, dañando la computadora del vehículo. Continuará el
camino y pasará por el tablero de ajedrez, el sujeto a quien le ganaste la
partida, comenzará a retarlo y cuando Edgar se niegue, el mal perdedor le
pondrá el pie ocasionando que caiga al suelo. Mojado y golpeado, comenzará a
tener pensamientos sobre las malas energías, es muy creyente de eso, por lo que
bastará que tengas la conversación sobre el ascenso para que no dude en
promoverte, antes de que llegue a la oficina, se encontrará la mitad del
billete que tiraste y te lo querrá dar por dañar tu auto, no sabrá que está
incompleto hasta que te lo dé, sentirá mucha vergüenza, para entonces ya lo
tienes dominado.
—Me
cuesta creer que todo eso hará que Edgar piense en mí para el puesto— dije
nervioso.
—Una
cosa más, por nada del mundo olvides tus lentes—dijo mientras se comenzaba a
retirar—. Un vehículo de tránsito municipal comenzó a hacer sonar su claxon y
por el megáfono me pidió que no obstruyera el camino, cuando busqué al anciano
ya se había esfumado.
Estacioné
mi auto donde me dijo, cuando bajé, corroboré decepcionado que las llantas del
lado del conductor estaban encima de las líneas amarillas que dividían el
cajón. Me acerqué al jardinero, quien contento, recibió la moneda de diez pesos
del año 2018, jugué la partida de ajedrez, ganándola en dos movimientos, el
sujeto comenzó a insultarme y perseguirme, me alejé rápidamente e hice la
última parada en el cajero automático rompiendo el billete que recibí, en dos
partes. Llegué a la oficina y esperé a que Edgar entrara. Tenía los ojos rojos en señal de estar al
borde de las lágrimas, su camisa estaba mojada y sucia, tenía un raspón en la
frente.
—Edgar,
necesito hablar contigo…
—Antes
de que empieces, te voy a dar este dinero— dijo mientras estiraba el billete
roto, con su mirada adiviné que se mostraba arrepentido y regresó la mano a su
bolsillo sin entregármelo. Disculpa, no sé qué me pasa el día de hoy. En la
mañana golpeé accidentalmente tu vehículo, llévalo a la agencia y me dices
cuánto es. ¿En qué te puedo ayudar?
—Tengo
una inquietud, creo que he realizado bien mi trabajo desde hace tiempo, mis
propuestas han sido bien recibidas y llevo tres años en el mismo puesto, me
preguntaba sobre la posibilidad de tener un ascenso…
—He
querido tener esta charla contigo desde hace algunos días, efectivamente, creo
que tienes mucho potencial, pero te hace falta dominar tus funciones para que
pueda postularte ante mi jefe. Creo que tienes grandes capacidades, pero dime…
—dijo mientras sacaba unas hojas de su maletín. ¿Qué diferencia vez en estas
dos hojas? —Preguntó mientras me mostraba dos hojas en blanco.
Mierda,
el viejo no me dijo que contestar. Los putos lentes, pensé.
—No
veo bien Edgar, he olvidado mis lentes.
—No
te preocupes Enrique, solo te pido que tengas un poco de paciencia, te aseguro
que vas a crecer favorablemente en esta área…
En
ese momento di la espalda a Edgar sin dejarlo terminar de hablar, desde luego,
el anciano provenía del futuro y me había dado muestra de ello, pero el
bastardo me había dado una lección desde el futuro por haberlo atropellado.
—Maldito viejo hijo
de puta, se está burlando de mí porque no lo vi cruzar la calle— dije mientras arrojaba
la otra mitad del billete roto y me salía encabronado de la oficina.
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