Por Antonio Tomé Salas.
I
¾ Disculpe
caballero, ¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? ¾Preguntó la mujer de cabellos negros. Era la
octava vez que la veía en su vida. Jayk la miró con ternura, como si fuese su
primer encuentro con ella.
¾ ¡Qué
casualidad!, yo también voy hacía la calle Palmer, sí lo desea puedo
acompañarla, ¿gusta usted?
La
mujer de cabellos negros quedó una vez más pensativa, como siempre, siempre era
igual. Pero finalmente accedió.
Pasearon por las
calles de la gran ciudad hablando de cosas triviales, y justo cuando divisaron
el neón luminoso qué indicaba "Calle Palmer" Jayk le dijo:
¾¿Querría usted tomar
un café...
El brazalete de su
brazo empezó a vibrar y a sonar con pitidos agudos. Indicaba que el tiempo
había finalizado. Era hora de volver al presente.
¾¿Y bien Jayk?, ¿cómo
te fue esta vez, has averiguado algo más sobre la chica morena? ¾Preguntó
el Doctor Garrett con sorna en su tono de voz.
¾No, siempre me pasa
lo mismo. Justo cuando estoy a punto de preguntarle si le gustaría tomar un
café conmigo, el maldito brazalete empieza a pitar, y todo se desvanece en
cuestión de segundos.
¾Lo siento mucho
señor Jayk. ¾Iba
diciendo el doctor Garrett, mientras aflojaba las correas qué mantenía inmóvil
a Jayk en la silla de lanzamiento. ¾Ya sabe usted que a día de hoy somos la
única empresa que es capaz de realizar saltos en el tiempo, y sólo al pasado.
Falta mucho por descubrir, y entiendo que una hora y media en el pasado puede
resultar un tiempo muy escaso. Pero es eso o nada. Usted ya ha sido lanzado
ocho veces, y entiendo que el dinero no es para usted un problema. Pero también
tiene que comprender, que nosotros somos una empresa que estamos en vía de
desarrollo. Sepa usted que en cuanto nuestros científicos puedan descubrir la
forma de permanecer más tiempo en el pasado usted será uno de los primeros
clientes beneficiados. Le doy mi palabra.
Jayk quedó liberado
de las correas que le ataban a la silla, y bebió agua de un vaso que el doctor
Garrett le tendió. Después de tomar las pastillas somníferas, la boca siempre
se secaba. Pero eso era una norma fundamental de la empresa. Ningún lanzado
podía ver cómo era el proceso de lanzamiento, excepto los doctores lanzadores.
¾Por cierto doctor,
un día de estos voy a coger este brazalete y lo voy a tirar a la basura. ¿No
pueden cambiarle el sonido?, esos pitidos sé meten en la cabeza, y siempre que
vuelvo al presente me paso todo el día con jaqueca.
¾Lo tendremos en
cuenta. ¾Dijo
el doctor Garrett mientras tomaba nota en su libreta.
II
Jayk se
encaminó hacía su portón, vivía en una zona residencial de alto standing, dónde
la tecnología más avanzada estaba a la orden del día. Apareció un escáner
ocular, que tras hacer una serie de soniditos chirriantes, desapareció del
mismo modo en que había aparecido, de la nada.
Una vez en
casa, Jayk abrió una botella de vino, sé sirvió una copa y encendió un
cigarrillo electrónico. Entonces, empezó a recordar que un día un compañero del bufete de abogados para el
que trabajaba, le habló de "El Salto", Jayk no se lo pensó dos veces
y contactó con el doctor Garrett esa misma mañana.
Fue un poco
reticente al principio, no creía en cosas fantásticas, la fantasía era para los
niños y para los tontos. Y todo aquello
de viajar al pasado sonaba a fantasía barata. Pero tras hablar con el doctor
Garrett más de una hora por teléfono, un gusanillo empezó a picarle, y una
ilusión empezó a apoderarse de su persona. Quizás no estuviese todo perdido,
quizás pudiese retomar esa ilusión por las cosas. Tener dinero era maravilloso,
pero tener dinero no era tener felicidad. Viajes, cenas lujosas, cruceros,
masajes, todo. Todo lo que quisiera hacer estaba a su alcance, pero de todo uno
un día se aburría, y perdía pasión por las cosas.
De modo que
cuando habló aquel día con Garrett, una llama empezó a avivar su aburrido
corazón. Una pequeña ilusión brotó de su interior. ¿Viajar al pasado?, eso le
ofrecía miles de posibilidades, podía viajar a otra época mejor. Dónde el fuese
joven y guapo. Dónde los complejos no tuvieses lugar. Dónde él era feliz
realmente. Dónde no se sintiera como un
viejo malgastado.
Y todo eso, le
aseguró el doctor Garrett, se lo proporcionaría El Salto.
¾Ningún cliente
ha quedado insatisfecho. Todos repiten. ¾Dijo aquel día el doctor Garrett.
Y esa fue la
chispa que encendió la mecha. Cada vez que sabía que iba a saltar, una euforia
se apoderaba de él, y pasaba días sin dormir.
Eso era vivir,
eso era sentirse vivo. Y sólo El Salto le proporcionaba esos sentimientos.
III
¾Una pregunta doctor. Siempre tuve una duda
acerca de estos "Viajes al pasado". ¿Y si cambio algo del pasado, eso
afectará al futuro?
El doctor
Garrett levantó una ceja, y seguidamente rompió a reír con fuerte estrépito.
Una vez calmado dijo:
¾Nunca he sido
partidario de que mis clientes vean tantas películas de Ciencia-Ficción. Tantas
películas e historias baratas nos han hecho mucho daño a los verdaderos
científicos. Y todas esas historietas inducen a la confusión de nuestros
clientes. ¾La boca
de Garrett se torció en un gesto de precaución, no quería ofender a Jayk, así
que pasó a informarle cómo funcionaba El Salto.
¾El Salto es un
proyecto muy laborioso que nuestros mejores científicos han estado estudiando
durante muchos años. Estos estudios nos llevaron a la siguiente conclusión: Los
saltos menores de tres horas no son dañinos. No pueden afectar al futuro. La
grieta temporal no llega a sufrir cambios, se auto regenera. Sin embargo hay
estudios que indican que pasado esas tres horas, la grieta temporal si puede
llegar a ser dañada. Y por eso, el tiempo de nuestros saltos, son de una hora y
media al pasado. No queremos correr riesgos.
¾Pero usted me
llamó, y me dijo que hoy saltaría durante más tiempo. ¾Dijo Jayk
decepcionado.
¾En efecto señor
Jayk. ¾Garrett
se inclinó hacía Jayk, y le dijo en tono confidente. ¾Pero hoy no
está mi jefe aquí, y quisiera obsequiarle con un poco más de tiempo
"extra", a los buenos clientes, siempre hay que cuidarlos. Y siendo
sincero, quiero saber de una vez por todas cómo le iría con la chica morena.
Podemos apurar un poco más el tiempo, ¿qué le parece una hora más de regalo,
dos horas y media?
IV
Sentía la
cabeza embotada, el estómago revuelto, y la mente desorientada.
Levantó la
vista y vio las pintadas de siempre en la puerta del váter. Siempre aparecía en
el mismo váter sucio y maloliente.
Se enjuagó el
rostro en el lavabo para aclarar su mente, y a continuación salió del aseo
rápidamente. Una vez en la calle, respiró profundamente.
Recorrió varias
calles a pié, sin entretenerse. El tiempo era esencial, y demasiados minutos perdía en el aseo aclarando sus
ideas, como para perder el tiempo haciendo otra cosa que no fuera ir al
encuentro de la chica morena.
Con tantos
semáforos y personas en las calles, Jayk llegó apurado a su encuentro una vez
más.
Nunca terminaba
de acostumbrarse, todavía le parecía raro anticiparse a los acontecimientos.
Era extraño vivir sabiendo lo que iba a suceder.
La chica pasó
de largo, y él siguió su camino de frente, como si nada.
¾Disculpe
caballero, ¿podría indicarme dónde queda la calle Palmer? ¾Dijo la mujer a
su espalda. El se giró, y empezó de nuevo su ritual.
Una vez en la calle Palmer, Jayk dijo:
¾¿Querría
usted tomar un café conmigo? ¾Le resultaba extraño poder formular la pregunta
entera después de ocho saltos sin éxito. Bajó la vista y vio en el brazalete un
contador qué indicaba el tiempo transcurrido, 01:31
Un miedo atroz
recorrió la mente de Jayk, ¿y sí ella no aceptaba tomar ese café?
Mientras Jayk estaba divagando, la chica morena dijo:
¾¿Y por
qué no? ¾Sus
labios dibujaron una amplia sonrisa.
V
Después de
tantos años sin saber nada de ella, Jayk se sentía muy cómodo a su lado,
sintiendo el sol de aquella tarde en el rostro.
¾Creo que tengo que irme ya señor Jayk, ha
sido un placer conocerlo. ¿Jayk?, ¿está usted bien?
En cuestión de
segundos el semblante de Jayk se tornó pálido. Miró el brazalete de su brazo.
Cuatro números parpadeaban en el. Cuatro ceros. El tiempo había pasado, y su
regreso no había sucedido. Jayk empezó a sudar copiosamente, pensando en qué
habría sucedido en su presente. Algo iba mal. Y él sabía por qué.
La chica morena
era su madre. Y jugar a ser Dios no podía ser bueno.
Mi desafío para
la segunda ronda de “Versus” ha sido escribir un relato de Ciencia Ficción.
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