Por Gabriel Herbas.
Creo que todo empezó cuando mi hermana
compró las dos computadoras portátiles, eran de una marca que no conocía pero
acepté con gusto cuando Marly me regaló una.
Es irónico, pues creo que mi hermana
seguiría con vida si no hubiese comprado las computadoras, por otro lado,
gracias a que ella me regaló una, puedo escribir este pequeño relato, que no es
un diario ni un testamento, sino un testimonio de hasta donde ha llegado la
decadencia humana.
La computadora fue mi escape de la
realidad, a mi realidad, que nunca llegué a aceptar. Me pasaba las horas viendo
videos en Youtube, leyendo sobre acontecimientos de la humanidad o jugando a
ser otra persona en algún chat, cuando me aburría con la compu veía televisión,
no me gusta salir a la calle, el mundo exterior es desconocido para mí desde
hace mucho tiempo, así que mi habitación se convirtió en el mundo que
necesitaba para vivir.
Marly en cambio utilizaba la computadora
para buscar novio, no le conocía uno desde que tenía 15 años y era mucho más
delgada, así que no la culpé por eso. Cuando compró la compu, empezó a convertirse en un robot, llegaba a casa a
las siete o siete y treinta de la noche, calentaba en el horno microondas
restos del almuerzo que preparaba doña Luisa y se sentaba frente al computador,
con la pantalla iluminándole la cara, yo la veía desde mi cuarto, desde mi
mundo y pensaba “antes hablábamos mas” (bueno, ella hablaba, yo escribía), las
computadoras nos alejaron, nos dieron algo mejor que nosotros mismos, nos
abrieron los ojos a mundos desconocidos, nos entregamos a esos mundos con los
brazos abiertos y sin la menor de las precauciones, quizá por eso pasó lo que
pasó.
Dije que todo empezó con las
computadoras, sí, lo malo empezó con ellas, pero lo terrible, lo realmente
trágico empezó con un mensaje de texto. Lo sé, porque Marly no dejó de hablar
de ello durante una semana y porque lo vi con mis propios ojos. Al parecer tenía
un “admirador secreto”, y aquel día le envió un mensaje diciéndole que estaba
muy hermosa, supongo que la emoción de mi hermana recaía en que ella no se
sentía cómoda con su figura. A pesar del ejemplo que tenía en mí, siempre
renegaba de su cuerpo, a veces entraba a mi cuarto y se miraba en el espejo
grande del armario:
– Creo que estoy muy gorda Lucio, ¿no
crees? – Decía – pero, ¿por qué?, ¡si yo casi no como!, doña gloria cocina todo
frito, creo que voy a dejar de ir allá, voy a buscar unos almuerzos más
saludables… ¿tú qué opinas Lucio? – Me miraba. yo le escribía que estaba bien,
que se aceptara como era, que lo importante va por dentro y toda clase de cosas
que se le dicen a las personas con baja autoestima, yo siempre trataba de
articular una sonrisa lo mejor que podía.
El día del mensaje de texto, entró
bailoteando en mi cuarto (hacía bastantes días que no lo hacía) y me tomó de las
manos para bailar conmigo e irradiarme un poco de su felicidad.
– ¡Mira lo que me enviaron hoy Lucio! – Me
dijo con una gran sonrisa que inundaba su cara, sacó el celular y lo puso en mi
cara – ¿Qué tal eh? – el mensaje decía:
Eres más linda
en persona
que en fotos,
hoy te vi mientras almorzabas
espero que nos
podamos
conocer muy
pronto
;)
Salió de mi cuarto y se dirigió a donde
la señora Luisa, seguramente a mostrarle el mensaje también. La señora Luisa es
una vecina del edificio, la única amiga de Marly – y mía – en realidad. Tiene
76 años, no tiene familia cercana, solo una hermana en Venezuela que se llama Marta,
enviudó hace 8 años, lo único que tiene es el apartamento en el edificio. Es
nuestra única compañía y nosotros la suya, muy seguido me cuida en las tardes y
hace el almuerzo. No acepta que Marly le pague un peso por ello.
Cuando Marly regresó aquel día de ver a
Luisa, regresó molesta, la miré y le pregunté qué pasaba.
– La estúpida anciana me dijo que quizá
se habían equivocado de número al enviarme el mensaje… está celosa, está celosa
porque su vida sexual se acabó hace mucho, y yo en cambio tengo una vida por
delante, ¡vieja envidiosa!
Estos altercados entre mi hermana y doña
Luisa no eran infrecuentes, de hecho, esa actitud fue la que hizo a los demás
vecinos alejarse de Marly. Pero Luisa y mi hermana siempre terminaban
reconciliándose porque sabían que no tenían a nadie más.
Al pasar de los días sucedieron cosas
similares (al parecer Luisa se había equivocado), Marly llegaba feliz del
trabajo y me mostraba mensajes que le enviaba su admirador, muchos de los
cuales, similares al primero. Desde la muerte de mamá y papá creo que mi hermana
no había estado realmente feliz, pasó 8 años sintiéndose mal, y cuando encontró
algo que le alegró el día, lo exageró magnánimamente hasta cegarse, ya que esa
es la única palabra para expresar el comportamiento de Marly durante el poco
tiempo que duró su relación, ceguera.
Una noche, diez o doce días después del
primer mensaje, Marly me sacó de mi letargo nocturno con un grito:
– ¡Lucio!, ¡Lucio ya sé quien me está
enviando los mensajes! – Corrió hasta mi cuarto, se sentó en la cama junto a mí
y me mostró la pantalla de la computadora, – Se llama Fernando Caselle, es de
España, hace tres días cambió su ciudad actual de Facebook a Bucaramanga, ¿te
imaginas Lu?, ¡yo! Con un español – el tipo de la foto tenía el cabello largo
atado en una cola de caballo, sostenía entre su boca sonriente un cigarrillo
encendido, tenía la camisa abierta y dejaba al descubierto un pecho velludo.
– ¡Ay dios mío! – Gritó Marly de pronto –
¡Se conecto! – Se paró de la cama y se encaminó a la sala – voy a hablarle,
buenas noches Lu.
La mañana siguiente Marly no fue a
trabajar, de hecho cuando desperté, la vi en la sala, aún pegada a la
computadora, era poco menos de las siete de la mañana.
Marly trabajaba en un salón de belleza, más
o menos diez horas diarias, sus ingresos eran nuestro único sustento, por lo
menos hasta que aprobaran la indemnización por la muerte de papá y mamá, que
parecía imposible, ya que llevaban 7 años posponiéndolo. A veces las cosas
buenas tardan tanto en llegar que olvidamos que nos las debían.
Después de una semana de charlas
virtuales, escuché a mi hermana y a su admirador hablando por teléfono, al
principio solo hablaban cosas triviales, como había estado su día, como se
sentían, cuál era su comida favorita. Marly aprovechaba este interés, para
desbordarse y hablar de todo tipo de cosas, hablar de sus tristezas, sus
deseos, sus alegrías, sus más íntimos sueños. Me parecía que Marly se dejaba
llevar y se ilusionaba muy rápido con alguien a quien ni siquiera había visto
en persona, pero a pesar de todo, la entendía. ¿Qué mujer no quiere hablar de
ella misma?
Una
noche, pasada la medianoche, estaba en el chat de turno tratando de convencer
unas chicas para que me enviaran fotos ligeras de ropa, y de pronto escuché
unos gemidos extraños que provenían del cuarto de Marly, al principio pensé que
le sucedía algo malo, pero después de escuchar con atención lo entendí. Eran
los ruidos inequívocos del sexo, del sexo telefónico en este caso. Imaginar a
mi hermana tocándose con placer me dio asco, cerré el chat y abrí Youtube, puse
música y busqué los auriculares bajo mi almohada.
El día siguiente de su relación sexual
telefónica, mi hermana conoció a su admirador, lo invitó a cenar a nuestra
humilde morada. Vivimos – creo que debo decir: yo vivo. – en un apartamento en
un tercer piso, alquilados. Al morir nuestros padres nos dejaron una casa a
medio pagar, el banco nos la quitó dos años después del accidente. Marly no
podía reunir el dinero de la cuota, a pesar de la ayuda de nuestros abuelos,
ellos eran la única familia que teníamos, papá era hijo único y el único
hermano de mamá se fue a Estados Unidos, y al no poder hacer realidad el “sueño
americano”, se dedicó a la fabricación y comercialización de drogas ilícitas,
ahora está en la cárcel, y aun falta mucho para que le den la libertad
condicional. Mis abuelos murieron hace dos años, con dos meses de diferencia,
el anciano no soportó vivir solo.
A pesar de todo lo negativo en mi
hermana, su baja autoestima, su poco valor para hacer una dieta o seguir un
régimen que le diera algún tipo de resultado, también salían a flote sus
cualidades positivas, me cuidó durante muchos años, aún a sabiendas de que mi
condición tenía muy pocas posibilidades de mejorar. No le molestaba sacrificar
sus necesidades con tal de comprarme algunos medicamentos, – creo que en el
fondo Marly seguía siendo una niña, y creo que era muy inocente, tal vez por
eso pasó lo que pasó – pero su mayor cualidad era su esperanza, siempre tenía
esperanza de que podríamos recuperar la casa que nos dejaron nuestros padres,
siempre estaba esperanzada en recibir la indemnización. Cuando estaba muy
triste, entraba a mí cuarto llorando, me abrazaba y me decía:
– Oh Lucio, muy pronto nos largaremos de
aquí – las lagrimas hacían más brillantes sus hermosos ojos verde claro, creo
que en realidad era lo único hermoso que tenia Marly – vamos a recuperar la
casa, vamos a encontrar una cura para ti, volverás a caminar, viviremos
felices, ¡LO MERECÉMOS!
Yo lloraba con ella, por supuesto me
emocionaba la idea de volver a caminar, de hacer todas las cosas que hacía
antes, pero al final sólo fueron castillos en el aire, sueños que fue mejor nunca
haber tenido. Los sueños se mueren cuando empiezas a confiar en algo que no
eres tú, mi hermana confiaba en cosas ajenas a ella (la agencia de seguros por
ejemplo), nunca en sus capacidades como persona, y vaya que las tenía.
Lo que más me sorprendió al conocer al
novio de Marly, fue que en realidad era la persona que aparecía en su foto de
Facebook, el tipo era bien parecido, el desgraciado era tan bien parecido que
no necesitaba editar las fotos que subía a Facebook. Esto me hizo dudar de él,
en mi letargo he leído las suficientes novelas de Agatha Christie como para
sospechar de cualquier actitud extraña en una persona, en este caso lo extraño
era que este tipo se hubiera fijado en Marly, la gorda Marly, la gorda y
bajo-autoestimada Marly.
Por la expresión de su rostro al verme,
supe que Marly no le había hablado de mí, no la culpo por eso. Traduje la
expresión de su cara en una frase: “todo no podía ser tan fácil”. Y después una
expresión de resignación.
– Hola – me dijo mientras estrechaba mi
mano, el olor de su colonia era agradable, esta clase de tipos siempre usan
aromas agradables. – Me da gusto conocerte – “mentira”, pensé -, tu hermana me
ha hablado mucho de ti – “mentira” –, soy Fernando – ahora con el tiempo, sé
que esto fue mentira también.
Antes de la cena, mi hermana había
limpiado el apartamento de pies a cabeza, cambió el mantel de la mesa por uno más
limpio y decorado, y puso dos velas blancas sobre él.
En la cena, Marly tomó la palabra y
habló de más, como suele hacer la gente emocionada, la gente que no calcula las
consecuencias de sus actos.
– Tengo tres cuentas en tres bancos
diferentes – le dijo, entre muchas otras cosas – una para emergencias, en esa
casi no hay nada, y otras dos donde ahorro para poder recuperar la casa que nos
dejaron papá y mamá. – Fernando asentía con la cabeza – no es que haya muuucho
dinero pero si ha significado un gran esfuerzo para mí ahorrarlo.
– Muñeca – dijo Fer – nunca me has
contado lo que le sucedió a tus padres.
Marly contó toda la historia, todo el
accidente aéreo, todos los percances y pormenores que sufrimos. Fer escuchaba
con atención y asentía comprensivamente cuando era necesario, cuando Marly
terminó, Fer habló:
– Mis padres también murieron en un
accidente, yo tenía 9 años, era un chaval, es muy difícil relacionarte con las
personas después de una tragedia como esa – se secó una lagrima que no estaba
allí – te entiendo, te entiendo perfectamente, es difícil ver a tus amiguitos
con sus padres, disfrutando, viviendo…
Fer tenía la cara de un “chaval” regañado,
y mi hermana, cuando la miré, supe que estaba rendida a los pies de ese
“chaval”. Esa historia era lo último que le faltaba para derretirla
emocionalmente.
– Dime una cosa – le dijo Marly en medio
de la cena – ¿Por qué escogiste Colombia para re-hacer tu vida?, en Europa hay
países muy hermosos.
– Te diré una cosa muñeca, – al parecer
ese era el apodo con el que se referiría siempre a Marly, en todo caso si mi
hermana parecía una muñeca, sería a una Matrioska
– no me va bien con otros idiomas – rió entre dientes y agregó: – además, no
hay como las mujeres Colombianas ¿eh? – levantó una ceja en ademán sexy y ambos
rieron.
– Además Europa está en crisis, – dijo
al cabo de un momento – no hay a donde ir. Colombia está en vías de desarrollo,
– sonrió – siempre se dice que los países del tercer mundo están en “vías de
desarrollo”, pero eso es mentira, es un eufemismo. Colombia tiene un buen
futuro – concluyó.
Al terminar la cena, “Fer” invitó a mi hermana
al cine, el español apagó las velas con las yemas de los dedos y después
salieron.
Pocos días después “Fer” se quedó en la casa
por primera vez, después se quedaba día por medio, hasta que un día llegó con
una maleta de viajes con sus pertenencias. Fer no tenía trabajo, según le contó
a Marly, desde que llegara a la ciudad se estaba quedando con un tío abuelo
lejano o algo así, Fer no tenía confianza con el tipo, así que se ofreció a
“cuidarme”, y a cambio vivir en la casa mientras conseguía un buen trabajo.
Marly no puso ningún reparo, a veces dicen que los hombres piensan con el pene,
no diré que mi hermana pensaba con la vagina, pero sí creo que actuaba algo
similar a cuando los hombres “piensan con el pene”.
La primera semana que Fer se quedó en
casa, empecé a intuir lo que tramaba, lo imaginaba en mi cabeza, pero me
parecía un plan tan maléfico que preferí no darle importancia, preferí tratar
de aceptar la nueva realidad. Fer era un buen cocinero, cuando estuvo en casa
siempre cocinaba y tenía la comida lista para cuando Marly llegaba, a mí no me
dirigía la palabra, no lo culpé, ya estaba acostumbrado al rechazo.
Diez días después de vivir con nosotros,
me di cuenta de que Marly le había dado a Fer la tarjeta de crédito, quise
decirle algo a Marly, pero me contuve, era su vida, era su dinero, era su
felicidad. Fer la hacía sentir mujer, la hacía sentir como nadie, o como nada,
pues estoy seguro que Fer fue su primer – y único – hombre.
Una tarde no me callé lo que quería
decir, vi a Fer espiando la cuenta de Facebook de Marly y sus cuentas en
bancos, me dirigí a él con un papel que decía: “NO ME PARECE BIEN LO QUE
HACES”. Al leerlo, Fer sonrió, hizo una bola con el papel y me lo tiró a la
cara.
– Por mi te puedes ir a la mierda – dijo
sin mirarme – no te metas en lo que no te importa. ¿Escuchaste verdad?, ¿puedes
escuchar? – me miró. Yo asentí con la cabeza – muy bien, ocúpate de tus cosas o
tendré que matarte como pienso hacer con la vieja Luisa.
Me había olvidado por completo de La
señora luisa, días atrás había venido y le había expresado a Marly su
inconformismo con Fer, le parecía un aprovechado, seguro Marly le había
comentado eso a Fer y el planeaba callar para siempre a la anciana.
– ¿Me escuchaste tullido? – dijo Fer, yo
reaccioné asustado y asentí de nuevo – si abres la boca… bueno, no puedes abrir
la boca porque no puedes articular bien ni una palabra, si dices algo te mataré.
O quizá te haga sufrir un tiempo… sufrir en silencio – mientras me decía esto,
me miraba, con una mirada de odio, yo era todo lo que el temía ser, él, el bien
parecido odiaba siquiera la idea de ser como yo. Al terminar de hablar, volvió
la mirada hacia la pantalla, ignorándome.
Era increíble, Marly estaba loca de amor
por este tipo, y este tipo estaba clínicamente loco.
No pude, sencillamente no logré acomodar
palabras para expresarle a Marly la conversación entre su novio y yo, y de un
momento a otro, la muerte encontró la dirección de nuestro hogar.
Una noche, como diez días después de mí
“conversación” con Fer, nos visitó doña Luisa, fue la última vez que la vi, y
estoy seguro de no volver a verla jamás. Nos contó que se iba para Venezuela,
pues la única hija de su hermana Marta, había muerto en un accidente
automovilístico. La chica en cuestión solo tenía 18 años, esto me hizo recordar
mi propio accidente, y espero que me queden fuerzas para escribir aquí sobre
ello.
A pesar de la tristeza reflejada en el
rostro de doña Luisa, me alegré por ella, en el tiempo que estuviera fuera de
la ciudad, yo convencería a Marly de deshacerse de Fer, y así alejarnos (a los
tres) de todo peligro. La señora Luisa se fue el domingo 7 de abril, el lunes 8
Marly llegó al apartamento al mediodía, Fer no estaba, era poco común que Marly
viniera a casa al mediodía, tenía que suceder algo inesperado para que ella lo
hiciera. Esta vez vino por que tenía miedo, tenía sospechas sobre algo que yo
estaba completamente seguro, pero me había rehusado a contar, ahora me
arrepiento, me arrepiento con toda el alma.
– Lucio estoy preocupada – me dijo – y
tengo miedo, creo que Fer ha averiguado las claves de mis tarjetas… de todas.
Le di la tarjeta de crédito, pero creo que me ha robado dinero de las de ahorros.
– “LLAMA A LA POLICÍA” – Le escribí en
una hoja en blanco de Word.
– No, Lucio, no tengo pruebas, solo
sospechas, en realidad, me falta poco dinero – en su cara vi la esperanza, la
esperanza de lo imposible, como un náufrago aferrado a un pequeño trozo de
madera, que espera ser rescatado, pero en el fondo sabe que no tiene opción más
que dejarse llevar por la corriente. –, pero no puedo dejar que él haga algo así.
– “HABLA CON ÉL” – Le escribí, en cuanto
lo leyó, mi hermana iba a decir algo pero se detuvo pues la puerta principal
sonó a su espalda. Fer había llegado.
– ¡Hola muñeca! – Saludó – ¿saliste
temprano hoy?
Marly me miro preocupada, fue la última
vez que me miró.
– Hola muñeco – saludó sin ganas, se
levantó de mi cama y se dirigió a la sala – tenemos que hablar – le dijo a Fer.
– Dime muñeca – dijo él, tranquilo, como
recitando un guión que hubiese practicado por mucho tiempo.
– ¿Has…? – Para Marly era algo difícil
en verdad, un hombre nunca conocerá el corazón de una mujer en realidad – ¿has
sacado dinero de mi cuenta de ahorros? – Marly lo miraba como si él fuese su
perro que acaba de mearse en la alfombra, con rabia pero sin odio y
principalmente con esperanza, esperanza de que aprendiera la lección.
– Muñeca, necesitaba algo de dinero – dijo
Fer lentamente, casi disculpándose – sabes que no he conseguido trabajo y no
quería pedirte, pues me daba mucha pena contigo…
Marly frunció el ceño, se puso seria, no
recordaba que su expresión pudiese denotar semejante seriedad. Yo lo veía todo
desde mi habitación.
– ¿Cómo conseguiste la contraseña?
En ese momento vi que Fer estaba
perdido, su cuerpo hizo un leve movimiento, como si se agachara ante semejante
pregunta, no tenía una respuesta para dar. Se encaminó a la nevera y tomó un
poco de agua. Marly lo seguía con la mirada.
– ¿Cómo conseguiste las contraseñas? –
repitió Marly mientras metía su mano derecha en su pantalón para sacar su teléfono
celular. Fer la miró, rendido. Marly empezó a llorar.
– ¿Pué… puedes… ex… explicarme, por…
favor? – dijo entre hipos.
– No… – dijo Fer serio, ahora se
acercaba hacia ella – no puedo explicarlo – sonrió, fue la sonrisa más horrible
que jamás veré
Se acercó a ella y sin mediar palabra le
asestó un golpe en la quijada, Marly cayó, creo que semi-inconsciente y manchó
las baldosas blancas con su sangre.
Yo de inmediato abrí mi perfil de Facebook
y escribí apresuradamente: “AUXILIO LOCO EN CASA”, fue lo único que se me
ocurrió, cuando le di “publicar”, tres líneas ondulantes aparecieron
invitándome a que esperara, después una burbuja de texto me anunció que “el
cable de red estaba desconectado”. El maldito había planeado todo, lo había
planeado en el momento que se dirigió a la nevera.
– Tus días de internet se acabaron hijo
de puta – me dijo Fer desde el umbral de mi habitación, después entró y
rápidamente me golpeó en la cara y el cuerpo con sus fuertes puños casi tan
grandes como mi cabeza.
En la cocina Marly empezaba a hacer
ruidos guturales, Fer salió de mi cuarto y fue hacia ella, la golpeó y pateó,
eso no lo vi, sólo lo escuché. Cuando regresó a mi cuarto, traía a una
ensangrentada Marly del cabello, la lanzó al piso de mi cuarto y se arrodilló
como si deseara amarrarse los cordones de sus botas, pero en vez de eso, sacó
una pequeña navaja que llevaba pegada a su pantorrilla, después se posó sobre Marly,
que aún estaba anestesiada por los golpes. Con la mano izquierda le tapó la boca
y con la derecha clavó el cuchillo en su nuca. El sonido que produjo, fue
horrible, yo cerré mis ojos y escuché el rugido gutural que provenía de mi
hermana.
Fer sudaba pero no decía una palabra,
era un profesional, estoy seguro.
No satisfecho con la anterior tortura,
agarró el cabello de Marly y levantó su cabeza del suelo, después pasó el
cuchillo por el cuello de Marly, el frío y duro metal afilado, contra la suave
y delicada piel humana, se rompieron venas y tendones y el suelo se pinto de
sangre, color sangre, el color más difícil de traducir en palabras.
Fer se levanto y por fin dijo algo:
– Ahora, te toca… – Permaneció un rato
mirándome y de pronto abrió los ojos y sonrió como si se le acabara de ocurrir
la mejor idea que jamás hubiera tenido – ¿es cierto que no puedes hablar? – Se
acercó a mí con el cuchillo – ¡¿es cierto?! ¿O es solo un engaño para dar
lastima? - yo asentí, sólo asentí, no quise escribir nada. Había escondido el
portátil debajo de la sabana, para que él no lo viera, para que no lo
destrozara.
Fer empezó a reír, con grandes
carcajadas. Agarró mi silla de ruedas y la sacó de la habitación, miró
rápidamente alrededor y asintió satisfecho, solo había dejado un cuerpo tirado
en el piso y un medio hombre asustado en la cama. Nada más importaba.
– Disfruta a tu hermana – dijo mientras
cerraba la puerta de mi habitación, pasó el cerrojo por fuera y colocó un
candado, lo escuché reírse mientras lo hacía.
Eso pasó hace tres días, en cuanto Fer cerró
las puertas me tiré de la cama y me arrastré hasta la puerta, la golpee con mis
brazos, pero son muy débiles, nunca los ejercité después del accidente, así que
empecé a golpearla con mi cabeza, cuando empezó a sangrar lo dejé.
Las fuerzas se me acaban, en esta
habitación no hay agua y menos comida, solo yo y mi hermana muerta, y las
moscas que se posan sobre ella y después sobre mí.
Escribo esto en mi computadora con mi último aliento,
para que cuando nos encuentren sepan lo que pasó.
Fin.
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