Por Luis Seijas.
Todo está preparado. La ansiedad y el miedo, ya no son dos sentimientos que los atormentan. Son compañeros que han tomado forma, dándoles valor. La próxima vez que el guardia abra la jaula de nuevo, huirán.
Todo está preparado. La ansiedad y el miedo, ya no son dos sentimientos que los atormentan. Son compañeros que han tomado forma, dándoles valor. La próxima vez que el guardia abra la jaula de nuevo, huirán.
Dejaran atrás
ese encierro, solo por pensar diferente. Si
no estás con nosotros, estás en contra… se puede leer en todos carteles a
lo largo de la ciudad.
—¡Sargento, busque
a los prisioneros! —grita por el parlante el General.
Gabriel, al oir
la orden, como puede se abre paso y se ubica, con los puños cerrados, al lado
de la puerta de la jaula. Listo para atacar. Todos sus recuerdos están
enmarcados con golpes de garrotes y olor a mierda. Son muchos los años allí hacinados,
en un ayuno casi constante. Porque en esos días malos cuando no soportaban mas,
su dieta consistía en heces y orine; en los días buenos, cuando le daban
comida, era arroz con gusanos. El hambre cambia.
El Sargento se
dirige a cumplir el mandato, pensando en lo que sería de ellos si la guerra no
hubiese estallado. En el fondo, siente pena por ese grupo de insurgentes
encerrados, solamente por predicar amor y la paz, en un mundo que se ha
convertido en una lucha atroz por sobrevivir. Casi puede escuchar la voz de su
General, cuando le decía en esas conversaciones informales en su oficina, lejos
del caos: “Hijo en los momentos que estamos viviendo, si no actúas con fuerza y
determinación eres la carnada”.
Absorto en sus
pensamientos empieza a abrir la puerta. Lo sorprende un golpe directo a la
nariz que lo lanza al piso.
Todos los
insurgentes salen en estampida, una avalancha de manos y pies golpean al
guardia sin piedad. Gabriel toma el garrote, lo alza y aullando de excitación
lo estrella contra la cabeza del moribundo.
En ese breve
instante, el hambre de libertad fue opacada por el rugir de los estómagos, que
cansados de comer tanta mierda, ven en la carne del guardia, un banquete
servido.
Ya habrá tiempo
de escapar.
Ahora es hora de comer.
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