La mañana se presenta nublada en Nueva York y notas cómo un viento gélido te quema los huesos. Al llegar al portal palpas torpemente la llave en el bolsillo de la gabardina. El cansancio y la resaca de anoche te hacen mella, y cuando por fin subes las escaleras y llegas al segundo piso, te sientes como si hubiese pasado un año.
“Cleveland James: Detective Privado”. Reza una placa dorada. Ése
eres tú, y tienes un nuevo caso en el horno.
—¿Una mala noche?—contesta tu encantadora secretaria—¡Vaya cara traes! ¿Te
has despertado en un basurero o qué? —ríe divertida.
Emites un gruñido cavernícola pidiendo que te traiga un café bien cargado,
pasas a tu despacho y te dejas caer en la silla exhausto. Anoche lo pasaste
bien; saliste a celebrar tu último triunfo y bueno…cometiste algunos excesos.
Dos horas después ya estás más presentable; te has afeitado en el cuarto de
baño y la resaca ha desaparecido. Ahora mismo estás en Queens, en un
restaurante donde has quedado con tu cliente. Miras discretamente a la mesa que
tienes un poco más delante. Allí está él: Cornelius Ferguson, acompañado por
una muchacha pelirroja y un hombre con pinta de abogado. La chica y Ferguson
están teniendo una acalorada discusión mientras curiosos de las demás mesas
contemplan la escena.
¿Y quién es Cornelius Ferguson? El principal candidato a la alcaldía de
Nueva York. Meditas a qué partido político representa y llegas a la conclusión
de que no tienes ni idea. Como tantos otros norteamericanos, has dejado de
tener fe y actualmente la política te interesa lo mismo que una representación
de patinaje artístico.
Finalmente la joven suelta algo en francés, arroja su servilleta sobre la
mesa y se va del restaurante con gesto airado. Entonces, el presunto
picapleitos te ve y te hace un gesto con la mano para que te acerques.
—¿Señor James? Soy Henry Norman, abogado del señor Ferguson.
Lo sabía.
Contemplas a los dos hombres antes de darles la mano enérgicamente. Norman,
un hombre de unos treinta y tantos años, está rechoncho y rosado como un
cerdito. Lleva unas gafas cuadradas y tiene unas cejas oscuras y pobladas.
Ferguson, en cambio, pese a ser un hombre de mediana edad, es fuerte y alto;
tiene el pelo ralo y canoso y unos penetrantes ojos azules.
—Siéntese señor James y hablemos de negocios—dice finalmente Ferguson—Como
bien le explicó el señor Norman por teléfono el otro día, necesitaría de sus
servicios para… vigilar a mi hija. Verá, señor James, las elecciones están a la
vuelta de la esquina, y desde hace una semana he estado recibiendo estos
mensajes —dice entregándote un sobre marrón.
Abres el sobre y miras su interior. Hay varias fotografías de la chica que
estaba comiendo con él, a las cuales alguien ha hecho un corte a la altura del
cuello. Junto a ellas, aparece la carta más espeluznante que has leído desde
que te dedicas a esta profesión. Ferguson observa tu reacción y dice:
—No he querido informar a la policía, pues esto supondría tener a la prensa
detrás y no quiero que nada afecte a la campaña. Margot, mi hija, es toda mi
vida; por eso quiero contratarle para que la vigile día y noche. Y quiero que
encuentre al hijo de puta que nos está haciendo esto para que
lo pague con creces. Me he estado informando y es usted un excelente detective;
el mejor de todos. ¿Qué me dice, James? —pregunta clavándote sus intensos ojos
azules
—Bueno verá usted, cuidar de niñas no es precisamente a lo que me dedico…
—Lo comprendo, por eso quiero hacerle una oferta— dice mientras escribe en
su talonario. Arranca el cheque y te lo extiende. Ves tantos ceros juntos que
se te salen los ojos de las órbitas.
Ferguson asiente satisfecho y comenta:
—Pásese a mi casa a las cuatro para conocer a mi hija. Aquí tiene la
dirección—dice antes de salir del restaurante acompañado de su abogado.
Horas después, aparcas el coche a la entrada de la finca que Ferguson tiene
en Long Island. No has llamado todavía al timbre, cuando el mayordomo sale a tu
encuentro y te invita a pasar. Llegáis al salón, donde te pide que te sientes
mientras llega el político. Curioseas por la elegante estancia y tu vista se
posa en una colección de fotografías de Margot Ferguson colgadas en la pared.
—¿Así que es usted mi nueva niñera? —murmura una voz aterciopelada a tus
espaldas.
Te giras y aparece Margot vestida completamente de blanco.
—Señorita Ferguson, encantado de conocerla; soy Cleveland James y su pa…
—Ya sé quién es usted—me corta tajantemente.
—Como decía, su padre ha contratado mis servicios porque podría estar usted
en peligro. Debo protegerla.
Hace un mohín y saca una pitillera del cajón de la cómoda. Se coloca un
cigarrillo entre sus delgados dedos y se lo lleva a los labios.
—Verá usted señor James, no necesito que me protejan.
Esta niñata insolente está empezando a acabar con tu paciencia, pero
entonces notas el cheque de su padre en el bolsillo y te lo piensas mejor.
—¡Señor James! —sonríe el señor Ferguson entrando a escena—Veo que ya ha
conocido a mi encantadora hija Margot. Por cierto cariño, ya sabes que no me
gusta que fumes, no es propio de una señorita.
Margot apaga con rabia el cigarrillo y sale del salón dando un portazo.
—¿Qué puedo decir? —se excusa Ferguson sonriendo— ¡De nada han servido
estos años que ha pasado en ese prestigioso internado parisino! Tiene el
temperamento de su madre ¡que en Paz descanse!
A continuación, el político y tú planeáis qué hacer con Margot.
Llevas a la chica a una obra de teatro “existencialista” en Broadway. Allí
ha quedado con un grupo de amigos de aspecto estrafalario. Al escenario suben
cuatro pobres diablos vestidos completamente de negro que se presentan como el
grupo “Círculo Perfecto”. Tras dos horas divagando sobre el anhelo de la
eternidad y el significado de la vida, la obra termina y sientes que te han
disparado con un dardo tranquilizante; en cambio Margot aplaude extasiada.
Cuando no refunfuña ni da portazos es una muchacha encantadora; y preciosa.
Tras despedirse de sus amistades, emprendéis el trayecto de vuelta a casa.
—Lo del sobre…—dice mientras permanecéis en un semáforo— ¿Quién ha podido
hacer algo así? —susurra moviendo temblorosamente la mano que
sujeta un cigarrillo.
—En principio no sabría decir; necesitaría más información; ni las
fotografías ni los ejem…mensajes a su padre arrojan luz por el
momento.
Detienes el auto en la entrada de su casa y abres la puerta para que pueda
salir.
—Buenas noches, señorita Ferguson; la veré mañana por la mañana.
—No se preocupe tanto señor James; siempre llevo esto conmigo—dice
sacando de su bolso un pequeño revólver con adornos en madera caoba. —No ponga
esa cara; tengo permiso de Papá para llevarlo —sonríe subiendo los escalones de
la mansión.
A la mañana siguiente estás aparcado a una distancia prudencial de su casa,
cuando la ves salir. Habíais quedado a las diez para acompañarla a hacer unas
compras. Pero tú estás allí desde las ocho; inspeccionando, merodeando,
esperando al acosador. Se sube en uno de los coches de Ferguson y arranca. La
sigues de lejos procurando no perder su auto en las calles atestadas del
centro. Tras media hora conduciendo, llega por fin a un enclave rural donde se
detiene delante de un edificio de ladrillo rojo.
Riverview: Clínica mental
Margot se introduce en la clínica y pasa allí largo rato. Regresa al coche
con gesto triste y cara de haber llorado. Arranca y tras ella arrancas tú.
Cuando volvéis a su mansión son las diez en punto. Ella hace como si te estuviera
esperando a la entrada de la finca; os saludáis educadamente y aquí no ha
pasado nada. Ya te dejarás caer por Riverview cuando tengas ocasión.
A la semana siguiente, Ferguson recibe un nuevo sobre. Al igual que el
anterior, no presenta remite, pero cuando ves su contenido, sientes náuseas.
Has pasado mucho tiempo con Margot en los últimos días; y te has encariñado con
ella. Por eso, mientras relees la nota en la que el acosador le manda cordiales
saludos y le informa detalladamente de cómo quedará el cadáver
de su hija si no abandona la política; no puedes evitar pensar en ella mientras
aprietas los dientes con fuerza.
Por la noche, la llevas a un bistró francés y el maître os conduce a una
mesa para dos. Pareces desconcertado, pues tenías entendido que cenaba con sus
amigos.
—¿Y sus amigos del teatro, señorita Ferguson? ¿No cenan esta noche con
usted? —preguntas deseando que así sea.
—No tenía ganas de quedar con ellos hoy—contesta bajando la vista—Ha sido
muy bueno conmigo durante todo este tiempo. Por eso, me gustaría invitarle a
cenar y que charlemos. No como si usted fuese mi guardaespaldas; si no
como…como dos amigos—sonríe dulcemente.
Por fin estás con ella a solas. No te enorgulleces al confesar que sus amigos
te intimidan; con sus profundas conversaciones y su aire europeo. Pero esta
noche Margot es toda tuya. Tras la cena que ella insiste en pagar, dais un
paseo por Brooklyn y contempláis la preciosa perspectiva de la ciudad vista
desde el puente.
—¡Oh, Cleveland! —gime de pronto apoyando la cabeza en tu hombro—¡No quiero
regresar! ¡Esa casa esenfermiza!
—Bueno, bueno, ángel—dices acariciándola la espalda—¿Por qué dices eso? ¿No
estás acaso a gusto en casa? Tú padre está muy preocupado por ti; te
adora.
Empieza a llorar y lo único que entiendes es que te pide que la lleves a tu casa.
Es temprano todavía cuando el ruido del teléfono os despierta a los dos.
Maldices por tener que alejarte de los brazos desnudos de Margot para coger el
aparato. Escuchas al interlocutor desde el otro lado de la línea y por ultimo
cuelgas.
—Era Henry Norman—dices recostándote en la cama—Margot, a tu padre…le han
asesinado.
Ferguson salía temprano de casa para ir a cumplir con su agenda cuando se
escucharon dos disparos. Fue el mayordomo quien le encontró bocabajo, con dos
tiros en la nuca y tumbado en un charco de sangre.
Dejas a Margot en casa, al cuidado de sus criados, de Henry Norman y de la
policía, que ya ha comenzado con su investigación: junto al cadáver se han
encontrado pequeños fragmentos marrones que ya se han enviado al laboratorio
para su estudio.
Algo no cuadra aquí; la reacción de Margot anoche al hablar de su casa, la
repentina muerte de su padre hace unas horas…necesitas recapitular. Conduces y
finalmente llegas a la cínica Riverview. ¿A quién podría haber visitado
Margot?, ¿qué relación tenía con ella? Entras en el edificio dispuesto a
averiguarlo.
Al salir, conoces el secreto que esconde la familia Ferguson. Cuando llegas
a casa, piensas telefonear a Margot para ver cómo está; pero prefieres ir a tu
oficina y estudiar mejor el caso, porque acaba de tomar un cariz retorcido.
Cierras los ojos para pensar…
Cuando los abres, ya es completamente de noche. Percibes una figura delante
de ti, es Margot. La sonríes, pero ella te lanza una mirada que te hiela
la sangre.
—¿Tuviste que ir, verdad? —dice con gesto acusador—¡Ir a la clínica y meter
tus malditas narices donde nadie te mandaba!.
—Margot—consigues empezar—tu madre no está muerta; está ingresada allí;
¿verdad?
—Mi padre destruyó a mi madre; hizo de ella una desgraciada; ¡la engañaba
continuamente! ¡La humillaba en público! —solloza—Y cuando su carrera política
empezaba a despuntar ¡bien que se la quitó de en medio! ¿Quién iba a votar a un
alcalde casado con una esquizofrénica? La mandó ingresar en la clínica y
preparó una pantomima para que todos pensasen que había muerto de un ataque. En
cuanto a mí, me mando cuatro años a Paris, ¡para que la pobre huerfanita no
sufriera!
Contemplas su bello rosto perlado de lágrimas y sudor.
—Durante esos cuatro años planeé mi venganza—prosigue—Primero fueron los
mensajes; los muchachos de “Círculo Perfecto” me dieron buenas ideas. Al
principio solo quería asustarle; truncar sus ambiciones, pero luego, me acordé
de lo que había hecho a mi madre. ¡Quería más! ¡Quería verle muerto! —grita
mientras saca su revólver del bolso.
Observas cómo se ha caído parte del adorno de caoba; el mismo fragmento que
la policía debe estar analizando en este momento.
—¿Pero tú…? ¡Tú no pudiste haberlo hecho! ¡Tú estabas
conmigo en casa!
—¡Oh! ¡Pero estaba el fiel abogado Henry Norman! —ríe cruelmente—Odiaba a
mi padre casi tanto como yo. Pensaba que era un monstruo. El buen hombre
siempre estuvo enamorado de mí, y yo sabía que podía pedirlecualquier cosa.
¿Cómo conseguí que aceptase matar a mi padre? ¡Ja, ja! ¡Solo hicieron falta un
par de carantoñas! Por cierto, tú también resultaste ser muy fácil de engañar,
cielito.
—Eres…¡eres el diablo! —gritas poniéndote de pie.
—No mi amor; tú me dijiste que yo era un ángel—dice lentamente antes de
apretar el gatillo y disparar.
FIN
La historia no me sorprendió mucho en realidad. Me gustó el ambiente americano que se le impregnó al relato. El manejo de los tiempos me gusta porque te lleva rápido por un relato de semanas y terminas con la sensación de no haberte perdido nada. Lo que debo hacer es levantarme y aplaudir por el uso del Narrador externo, en presente y en ... como dijo mi compadre... First Person Sight. Me levanto y aplaudo! Y más porque no encontré errorcillos de redacción ni ortografía y el estilo se mantiene toooodo el relato... Muy Bien!
ResponderEliminarme gusto el modo de incluir al lector a la narracion, comparto el comentario de carmen , peor fue uno de los que mas me agrado de leer, si bien la historia no es fabulosa, la lectura es contagiosa, es lo que mas me agrada. Me gusto mucho este!!! felicitaciones a todos en general. soy solo una lectora , aficionada a los policiales y la lectura ne general, que no quiero criticar, simplemente trato de dar opinion de publico, que obviamente algunas estaran erradas. saludos suerte a todos
ResponderEliminarmich