El cadáver de la mujer fue traslado hacia la
morgue por un móvil de la policía científica. Al lugar también habían llegado
una ambulancia y dos patrullas policiales que cercaron el lugar donde se
encontraba el cuerpo que había caído desde el 4º piso del edificio donde vivía.
A simple vista los policías dedujeron que se
trataba de un suicidio o de una muerte accidental. El procedimiento exigía una
investigación y luego recién podrían concluir el caso.
La causa fue asignada al despacho del
inspector Saldívar quien ya en la oficina le dijo a su ayudante:
—Es una occisa femenina de cincuenta y ocho
años. Vivía sola, era soltera y trabajaba en un par de escuelas como docente en
el área de matemática. El familiar más allegado es un sobrino de veintinueve
años a quien se considera como único heredero.
Tuve la oportunidad de hablar con él porque yo
mismo le comuniqué la noticia y me dijo que hace más de un mes que no la ve
pero sí habló con ella la semana pasada para saber el resultado de unos
estudios médicos que su tía se hizo. Por lo que me contó, la mujer tenía
cáncer. Así que por ese lado muy probablemente estemos ante un suicidio.
—¿Y un accidente?
—Mirá Gonzalez, eso queda prácticamente
descartado. Era una mujer de 1,60 mts.y la baranda del balcón queda por encima
de su cadera.
—No estarás pensando en un asesinato ¿o sí?
—Yo no pienso nada. Te dije que en esta
profesión no debemos descartar ninguna posibilidad.
—Hay un elemento que llama poderosamente mi
atención querido Gonzalez y éste es que muy cerca del cuerpo de la mujer fue
encontrada una lapicera roja. Sobre la mesa del comedor había hojas,
unos…exámenes de un grupo de alumnos que estaban siendo corregidos por la
mujer. Les entregué la lapicera a los peritos para que se verifique si la tinta
coincide con la de las hojas y era de ella. De ser así, nos tenemos que
plantear por qué una mujer que se va a suicidar se llevó la lapicera para
arrojarse por el balcón.
Mañana me entrevistaré con las directoras de
las escuelas en las que trabajaba y vos te encargarás de hablar con los vecinos
del edificio donde vivía.
—¿Qué novedades hay del caso de la docente?
—preguntó Saldívar a su ayudante.
—Hablé con varios vecinos y la mayoría o no la
conocía o la conocía muy poco. Los que la conocían poco dijeron que era una
mujer reservada, de pocas palabras. Solo “buenos días” o “buenas tardes” cuando
se cruzaban en la entrada o en el ascensor. Pero en el piso en el cual vivía la
mujer, tres vecinos coincidieron en decir que era “una vieja cascarrabias” o
“una vieja de mierda”.Aparentemente la mujer se llevaba mal y vivía quejándose
con el encargado por “ruidos molestos” como una radio o porque los sonidos de
los arreglos en las otras viviendas le molestaban. También protestaba por las
mascotas. Es un edificio donde está permitido tener animales. El vecino de al
lado me dijo que el del departamento F la acusa a ella de haber envenenado a su
gato. También me contó que escuchó una discusión entre ellos y oyó claramente
que el del F le decía a la maestra que la muerte de su gato no iba a quedar en la nada y que él se vengaría de
ella. Ahora bien, cuando fui al F, el hombre me dijo que recién se enteraba del
fallecimiento de la docente porque ese día él estaba en San Nicolás por cuestiones
de trabajo.
—Interesante. Yo por mi parte hablé con las
directoras y las dos coincidieron en decir que la occisa era un persona difícil
y muy cuestionada. Estuvieron a punto de hacer un sumario por malos tratos a
sus alumnos en ambas escuelas pero no lo hicieron por esta cuestión de su
problema de salud. Sabían que ya estaban ante un final inminente por el cáncer
o una próxima jubilación por incapacidad. Dicen que era cuestión de esperar
pocos meses.
Era una mujer muy perversa dando su materia.
El 90% de su alumnado reprobaba los exámenes y los denigraba psicológicamente
de manera verbal. Los trataba de “burros”, “vagos” o “inútiles”. El hecho más
relevante fue cuando un alumno de quince años le planteó que su examen estaba
mal corregido, ella le gritó y llegó a zamarrearlo. Esto sucedió la semana
pasada.
Por otra parte estuve haciendo averiguaciones
y el sobrino de la maestra fue despedido hace quince días de su trabajo, además
tiene una hipoteca sobre su propiedad que no podrá pagar si no consigue el
dinero. Su tía además de ser la dueña del departamento que habitaba, posee una
casa en la costa.
—A propósito, recién llegó el informe sobre la
tinta de la lapicera y coincide con la de las hojas que estaba corrigiendo
antes de morir.
—Bien, ¿qué te dijo el encargado del edificio?
—Nada importante. El edificio tiene varios
departamentos que son alquilados como oficinas y por eso fluyen rostros
conocidos y desconocidos. Ese día no recuerda que la maestra haya recibido
visitas.
—Pedí un informe sobre el vecino que la
amenazó, tenemos que corroborar su coartada. También hay que verificar si en la
familia del alumno hay algún tipo de antecedentes. Yo me encargaré de hablar
con su médico.
El día siguiente amaneció nublado y
lloviznando. El caso de la maestra lo tenía preocupado a Saldívar, parecían
estar en medio de una maraña donde todo era posible.
El médico le dijo que su paciente presentaba
un tumor maligno con metástasis en el hígado. Se negaba a recibir tratamiento
quimioterápico y solo estaba tomando calmantes muy fuertes. La maestra era muy
obcecada y había decidido continuar trabajando hasta el final, no aceptó
licencia médica. El galeno tampoco había notado rastros de depresión que lo
hicieran pensar en una potencial paciente suicida.
Cuando el inspector Saldívar entró en la
oficina, su ayudante lo esperaba sentado frente a unos papeles. Luego del
saludo Saldívar le dijo a Gonzalez.
—La hipótesis del suicidio de la maestra queda
prácticamente descartada. Su médico no detectó conductas suicidas en la víctima,
aunque lo seguiremos pensando. Podría haberse tratado de una pulsión súbita que
la indujo a arrojarse por el balcón.
—Yo tengo algunas novedades. Rastreamos la
coartada del vecino. Efectivamente fue a San Nicolás por cuestiones de trabajo,
pero ese día se lo tomó libre porque la junta a la cual debía asistir se
pospuso para el día siguiente.
—Interesante, ¿ya se sabe algo de los
movimientos de él durante ese día?
—Sí. Nuestros colegas de San Nicolás le
siguieron el rastro y el encargado del hotel donde se hospedaba declaró que a
la hora en la que falleció la víctima el señor del F abandonó el hotel
diciéndole que iría a una exposición en el centro. Regresó al hotel dos horas
más tarde y ordenó la cena en su habitación. Así que el señor del F queda descartado,
dos horas no le alcanzan para venir a Buenos Aires, matarla y volver a San
Nicolás.
—No tenemos que apresurarnos, podría tratarse
de un crimen por encargo.
—Hace un rato llegaron las escuchas
telefónicas de la SIDE *
y es importante que oigas la que proviene del celular del alumno. Según el
rastreo, el adolescente conversa con un amigo.
Gonzalez pulsó el botón del reproductor donde
se escuchaban las voces de los jóvenes:
—Che, boludo. Ayer faltaste, se murió la
vieja, la de matemática.
Risas del otro lado y la voz de su amigo:
—Te la cargaste vos. Sos de palabra, ¿eh?
—Era una hija de puta. Se lo merece, guacho
¿quién carajo se creía que era?
—¿Sabe alguien?
—¿Qué?
—Y… que te cargaste a la vieja, qué va a ser.
—No, no. Dicen que se suicidó
—Dale, andá boludo…
—En serio, posta boludo.
—Sí, sí. Te creo y todo.
—Está bien boludo. Calláte y no digas nada
porque sino te mando al frente a vos con el asunto del Turco.
—¡Sos un hijo de puta! Está bien, ¿cómo fue?
—¿Vas hoy a la placita a buscar merca?
—Sí, más vale.
—Después te cuento boludo.
Gozalez apagó el reproductor y le dijo a
Saldívar:
—Los policías que interrogaron a los vecinos
del joven dijeron que es un buen chico pero e n su casa es muy agresivo.
Frecuentemente se escuchan discusiones con la madre por el tema de la droga.
Dicen que hace menos de un mes escucharon los gritos de los dos y la mujer fue
a parar a un hospital. Parece que el hijo le cortó el brazo cuando la amenazaba
con un cuchillo y tuvieron que darle puntos. La madre lo negó rotundamente,
dijo que se le resbaló el cuchillo mientras cocinaba pero nadie le cree, quiere
tapar al hijo. Después de haber oido esta escucha yo creo que el pibe está
hasta las manos.
—Bien, bien. Tenemos que dar intervención al
juez de menores y solicitar una orden de allanamiento. De todas maneras, el
muchacho podría haber alardeado ante su amigo ¿Se sabe algo de la declaración
del sobrino de la mujer?
—Declaró hoy y dijo que la semana próxima
saldará la hipoteca. Está dispuesto a presentar su coartada solo si se lo pone
como testigo de identidad reservada. Es un poderos empresario casado y con
hijos que mantiene una relación paralela con él. Dice que este hombre le pasa
una suma de dinero todos los meses y le dará lo necesario para cancelara la
hipoteca. Ya se hicieron los arreglos para que el testigo declare el próximo
lunes.
En las primeras horas de la mañana los policías llegaron a la humilde vivienda
de un barrio en los suburbios donde las calles eran de tierra. Parecía que la
gente todavía estaba durmiendo. Solo se escuchaba el ladrido de los numerosos
perros del barrio ante la llegada de los
patrulleros.
La vivienda del adolescente permanecía
silenciosa. El inspector Gonzalez se acercó a la desvencijada puerta de madera
y la golpeó reiteradas veces. Nadie se asomó. Hizo un gesto a dos agentes que
se adelantaron para derribar la puerta, uno de ellos giró el picaporte y éste
cedió, la vivienda no estaba cerrada con llave.
La casa parecía estar vacía. Los policías
atisbaron el lugar y cuando entraron en el único dormitorio vieron el cuerpo
exánime de una mujer de mediana edad tirado sobre la cama. Sobre ella, un cinto
marrón.
El inspector Saldívar no necesitó tomar el
pulso de la mujer para saber que estaba muerta, los rasgos del rigor mortis ya
eran notables. Se acercó y pudo ver que en el cuello de la mujer había marcas
de estrangulamiento. Luego, el inspector Saldívar dirigió su mirada hacia la
mesa de luz donde había un portarretratos con la foto de la mujer que ahora
yacía en la cama y un adolescente de unos quince años.
*SIDE: Secretaría de inteligencia del estado.
En Argentina, organismo equivalente a la CIA.
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