Por Carmen Gutiérrez.
“Cada día me prometo que
saldré a partirle la cara al hijo de puta, me juro que entraré en su maldita
torre de cristal y le romperé los huesos, cada día. Despierto, me visto, como
cualquier cosa y me paro frente a la puerta. Giro la perilla y empiezo a sudar.
Mis piernas se tambalean y veo luces verdes a través de mis parpados
fuertemente cerrados. Tiemblo y me derrumbo en sollozos de desesperación. ¿Qué
voy a hacer? Nada. Otra vez nada. Como cada día.
Este caso es el más
importante de mi vida y no soy capaz de dejar estas cuatro paredes sin
ventanas. Soy un cobarde, una escoria de la sociedad, un fantasma condenado a
estar encerrado por su propia voluntad. Dicen que la venganza es un plato que
se sirve frío, que uno no la obtiene hasta que está preparado y entonces pierde
todo sentido. Pero no puedo. Estoy tan preparado como un elefante para aprender
a volar. Y ahí voy de nuevo a escuchar las grabaciones, a tratar de vencer el
encierro y buscar entre mis huevos la valentía para salir.”
22 de junio de … 20:00 hrs, Ciudad de México.
—¡Maciel! ¡Maciel! —el grito de Lucas
rebotó en las paredes mohosas y oscuras del túnel—¡Maciel, hay ratas!
El detective se
volvió e iluminó con la linterna a su compañero en la cara.
—Estamos en la alcantarilla ¿Qué
esperabas, pajaritos? —preguntó torciendo los ojos— ¿Te asustaste? Se supone
que el marica soy yo y tú eres el policia que me protejerá.
—Cuando me pediste que te acompañara no
dijiste nada de bajar al drenaje. —replicó Lucas con una mueca.
Maciel se llevó la mano al auricular
inalámbrico que llevaba todo el tiempo en la oreja y soltó una carcajada.
—Dice Bosco que tú tampoco mencionaste que
gritas como niña —siguió caminando sin dejar de reír—. ¡Muy buena, Bosco!
—¿Cómo puedes estar todo el tiempo con ese
aparatillo en la oreja? Estás loco, Maciel, y de remate. ¿Ese tipo escucha todo
lo que haces?
—Todo, Lucas. Bosco y yo estamos siempre
conectados; soy sus ojos y oídos. Somos un ser simbiótico controlado por
computadora —contestó reanudando el camino, imitando a un robot—. Bueno, está
bien. Dice Bosco que no es cierto lo de la compu.
—¿Por qué nunca me lo has presentado?
—Lucas se colocó al lado de su compañero para no quedarse atrás de nuevo y
encendió su linterna oficial de la policía— Estoy sospechando que ese tal Bosco
es tu amigo imaginario.
—Si fuera imaginario no me lo cogería tan
seguido —negó con la cabeza y agregó— Está bien, ¡está bien! Retiro lo dicho.
Nunca me lo he cogido. Bosco pide que eso quede bien claro. ¿Vas a seguir
jodiendo o podemos continuar?
Lucas siguió caminando en silencio, no
estaba seguro si Maciel se refería a él o a su amigo cogido imaginario, pero
continuó.
—Creo que casi llegamos —dijo el detective
al cabo de un momento—. Según Bosco, eso debe estar por aquí, así que abre bien
esos ojos de toro loco que tienes y avísame si lo ves.
—¿Ver qué? No sé ni que estamos buscando
ni donde estamos.
—El cadáver.
—¿De qué tipo de cadáver estamos hablando?—preguntó
Lucas escandalizado.
—Del tipo de todos los cadáveres, imbécil.
Muertos, sin vida, a veces sin carne, fríos, tiesos... de ese tipo.
—Entendiste lo que quise decir. ¿Sabes que
si encuentras un cadáver lo tengo que reportar?
—Lo sé —contestó Maciel—. Para eso te
traje.
—¿Me vas a explicar de una chingada vez
que carajos estamos haciendo aquí? —Lucas se detuvo y sacudió su chaqueta llena
de barro—…o doy media vuelta y te reporto.
—¡Oh no! ¡El poli malo quiere reportarme!
—Maciel juntó las manos morenas en señal de rendición y le guiño un ojo—
¡Lléveme, señor policía! ¡He sido un niño malo!
—Deja las pendejadas y comienza a hablar o
me largo —amenazó Lucas conteniendo una sonrisa y sentándose en algo que
parecía ser un escalón—. Estoy cansado, empapado y encabronado. Dame un
cigarro, lo necesito aunque me explote la alcantarilla en la cara.
—No podemos detenernos, Luquitas —Maciel
hizo el ademán de apuntarlo con el dedo y se detuvo a mitad del movimiento—. Está
bien, Bosco dice que te cuente.
—Ese Bosco es el jefe, ya lo entendí —se
llevó las manos a la boca en forma de bocina y gritó—. ¡Controla a tu bestia,
compadre!
—No tienes que gritar, animal, te escucha
aunque susurres y además puede verte. Este pendiente es tecnología de punta
—replicó el moreno al señalar una micro cámara en su lóbulo y encendiendo un
Camel— ¿Sabes quien es Esteban Larraín?
—¿El millonario? ¿El dueño de Televisión
Larraín? ¿El quemado?
—No, pendejo. El aliado de Batman.
—contestó elevando las manos— Claro que el millonario. Pues el loco ese me ha
contrata… bueno, nos ha contratado para que probemos que él no es él. Así como
lo oyes. Tiene la loca teoría de que fue utilizado para suplantar al heredero
de los Larraín allá por los años cuarenta.
Lucas lo miraba con los ojos muy abiertos
y una sonrisa incrédula.
—Sé que es una idiotez. Pero el hombre es
millonario, como lo dijiste, y ha pagado por adelantado. Además me mostró una
prueba que me hace pensar que tiene razón.
—¿Cuál? —preguntó Lucas con el cigarrillo
colgando de los labios y sin preocuparse más por su ropa y el barro.
—El tipo se ve viejo, como de unos setenta
años. Si no fuera porque tiene media cara chamuscada diría que menos, como unos
cincuenta y tantos. Pero su identificación y su acta de nacimiento dicen que
nació en mil novecientos dieciocho.
—¡Sí, claro! Y yo me parezco a Blanca
Nieves. Si eso fuera verdad el hombre estaría a punto de cumplir…
—Cien años, ¿entiendes? Bosco trató de
rastrear todos los documentos posibles y en efecto: Esteban Larraín cumplió
noventa y seis años este noviembre.
—¿Y si tiene pacto con el Diablo?
—Claro, eso es más lógico. Bosco, ¿cómo es
que no se nos ocurrió eso? —guardó silencio un momento y agregó— Pregunta Bosco
que si eres así de estúpido o entrenas delante del espejo a diario. Si fuera un
satánico, ¿por qué pagaría “nuestro retiro” por adelantado?
—¡Ya! Lo entendí. ¿Cómo llegó a esa
conclusión?
—Según el loquillo ese, el verdadero
Esteban Larraín fue asesinado por su madre cuando cumplió los veinte años y su
padre lo encubrió todo diciendo que en uno de los viajes en avión que hacía a
Estados Unidos desapareció. Según los registros, Larraín era piloto aficionado
y su avión fue encontrado hecho mierda en la Sierra Madre , pero no
había rastros de él o su acompañante. Esto fue noticia en mil novecientos
cuarenta, para entonces Larraín llevaría dos años muerto y no hay registros
suyos en ese lapso de tiempo. Para cuando el padre reportó el accidente, y las
investigaciones fueron realizadas, nadie echó de menos su presencia porque era
un tipo muy huraño. No tan raro como Bosco pero casi.
—No me cuadra. Esta historia no me cuadra
y se me entumió el trasero —Lucas comenzó a caminar cabizbajo—. Si se estrelló
en un avión ¿cómo es que ahora esta ahí, sentadito en el trono de su imperio
mediático?
—Bosco encontró noticias en mil
novecientos cuarenta y cinco en los diarios donde informan que Esteban Larraín
fue encontrado en un rancho de la
Sierra , donde unos campesinos lo habían cuidado y ayudado a
recuperarse, con la cara desfigurada y la memoria en blanco, el joven Larraín
pasó meses en terapias y tratamientos, curiosamente con el auge de las cirugías
plásticas nunca se preocuparon por arreglarle la cara al pobre cabrón. Larraín
dice que le dijeron que tenía casi veintisiete años, pero él recuerda que a los
treinta años aún tenía problemas de adolecentes, cosa que sus padres achacaban
a la pérdida de memoria.
—¿Cómo
sabe Larraín que su madre…?
Maciel se toqueteó el tatuaje de estrella
que llevaba en el brazo como cuando analizaba algo detenidamente.
—Según él, sacó conclusiones. Mencionó
algo de unos pasteles de cumpleaños y otras chingaderas —puso los ojos en
blanco y suspiró—. Dice Bosco que la madre estaba loca y que cada cumpleaños le
llevaba un pastel con veinte velas sin importar cuantos cumpliese, siempre le pedía perdón y antes de suicidarse
discutió con su padre, este le gritó que nunca volvería a encubrirla, que cada
dos años hacía “lo mismo”, pero Larraín no sabe a que se refería con eso de los
dos años. Bosco encontró registros médicos donde la señora tenía visitas por
embarazo cada veinte meses o así. Bosco cree que se embarazaba y abortaba a
propósito.
—¡Gente loca! —replicó Lucas con un
aspaviento.
—Eso no es todo, sus familiares cercanos
están muertos. No hay tíos, primos o parientes con quien hacer una comparación
de ADN. Sólo su hijo y sus nietos están vivos pero…
—Su
ADN concuerda con el actual Larraín… —concluyó Lucas con la boca abierta.
—Así es, pequeño saltamontes —Maciel se
acomodó el pendiente que llevaba en la oreja derecha—. Bosco dice que es el
caso más raro en el que hemos trabajado pero nos sacará de pobres. Encontramos
registros de la policía de la Delegación Cuauhtémoc donde a Larraín padre lo
detuvieron en mil novecientos sesenta en esta zona. Alguien lo vio saliendo de
una alcantarilla y lo apresaron. El reporte de la policía, que nos enviaste,
dice que al padre lo encontraron lleno de lodo y empapado y alegó que estaba
ebrio. Lo soltaron sin hacer investigación alguna, pero Bosco cree que el señor
estaba tratando de ocultar algo tan grande que no podía encargárselo a nadie
más. He ahí la razón de que estemos aquí y no en un bar donde trataría otra vez
de convencerte y llevarte a un motel.
Lucas ignoró el comentario pero siguió
alumbrando el camino para evitar las ratas y caer en algún agujero. Maciel
parecía escuchar a Bosco, porque inclinaba la cabeza a la derecha y no decía
nada pero caminaba con paso seguro.
—Ahí está. ¡Hijo de la chingada! —exclamó
Lucas apuntando a un recoveco con la linterna— ¡Son como diez!
—¡Bosco, lo encontramos! —Maciel trataba
de iluminar un poco más, regulando la intensidad de su propia lámpara— ¡No
mames, Bosco, dime que estás grabando esto!
Una pila de huesos y cráneos humanos muy
pequeños se alzaba ante ellos. Había alrededor de ocho o nueve cuerpos de bebés
envueltos en mantas finas pero desgarradas por el moho y la humedad y unos
cuantos más desperdigados por el suelo.
—¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! —repetía
Lucas sin atinar a pedir refuerzos. Sólo alumbraba de aquí para allá tratando
de identificar el mazacote de evidencia que tenía delante.
Maciel se acercó al montón y empezó a
apartar con cuidado los huesitos en sus propias mantitas.
—¡No toques nada, Maciel! —ordenó Lucas—
Esto es evidencia.
—Lo sé —dijo este sin detenerse—, pero
tienes que ver esto.
Bajo los huesos de los bebés, el esqueleto
de un hombre adulto, aún con sus ropas puestas y una soga alrededor del cuello,
los miraba desde los huecos donde tuviera los ojos. Maciel le apartó la
chaqueta de cuero y debajo de la camisa casi deshecha encontró una cadena de
plata con un dije en forma de aeroplano, detrás se leía:
“E. Larraín, Asoc. Mex. D. Aviación”
—¡Puta madre! —gritó—¡Bosco, lo
encontramos! ¡Es él! Grábalo todo, ¡todo!
—Tengo que avisar, Maciel —Lucas ya estaba
sacando la radio para comunicarse con el cuartel—. Detective Lucas Saavedra a central, solicito refuerzos.
Cambio.
—No puedes reportar esto, Lucas —dijo
Maciel a su espalda con un tono más frío de lo normal y apuntándolo con una
Veretta—. Sólo te traje para evitar que la policía se entrometiese y que me
sirvieras de pantalla. Lo siento,
compadre…
Y disparó.
“¿Cómo pudo hacerme esto?
¿Cómo pudo convencerme de meterme en este embrollo? ¿Cómo pude confiar en
Maciel? Nunca esperé eso. Aún lo recuerdo y me lleno de rabia e impotencia, el
sonido del disparo ampliado por el eco en el túnel me despierta en las noches,
la espalda me duele, la cabeza me da vueltas. Pero tendré mi venganza, lo sé”
23 de junio de … 1:35 hrs, Ciudad de México.
-Maciel gritando en el coche, tratando de conducir y explicar al mismo
tiempo…adelanto.
-Maciel llegando al hotel Campestre en las afueras…adelanto.
-Esperando en la suite presidencial…adelanto.
-Entra Larraín en la habitación, solo y vestido con una elegante
pijama de seda…pausa.
“No quiero seguir viendo
esto, pero sé que lo haré. Como cada día”
—Eso fue rápido, señor Maciel—dijo Larraín
sirviendo una copa de whiskey— debo confesar que cuando lo conocí, no creí que
un chico tan joven, tatuado y con aretes por todos lados pudiera hacer el
trabajo. Incluso sus lentes de contacto verdes me hicieron dudar. Sin contar
con el hecho de que sea usted el detective gay más promiscuo que he conocido.
—Me halaga, señor —respondió el chico
alzando una ceja—, y eso que no le he mostrado los piercings que tengo en el
culo. Hacen trabajo de retención.
—No sea tan cínico, Maciel —el millonario
se sentó frente a él y bebió un poco—. Hablemos de negocios.
—A eso vine, pero usted insistió en
coquetear conmigo y eso me distrajo, no se enoje. Usted empezó.
—¿Qué fue lo que encontró? —preguntó
Larraín lacónicamente.
—Le envié las fotografías por correo
electrónico hace unos minutos. Sus sospechas son ser ciertas: Usted no es
Esteban Larraín.
—Me lo temía —volvió a beber— ¿Qué pasó
con su amigo Lucas?
—Cumplió su función. No dirá nada porque
no puede. ¿Qué va ha hacer? ¿Renunciará a la fortuna de familia por ética?
—preguntó el detective en una carcajada.
—No haré nada de eso. Sólo son manías de anciano,
quiero tener claras mis ideas y negocios ahora que tengo que pasar el mando de
las empresas a mis familiares. Estoy rodeado de idiotas y no quiero dejar ni un
cabo suelto en mi pasado. Tengo una reputación que cuidar, señor Maciel.
—La reputación le costó la vida a muchos
de sus falsos hermanos. Vea las fotografías y la información que le envié. Está
todo ahí y de una manera clara y concisa —se levantó y estiró la espalda—. Me
retiro, señor impostor. Estoy sucio, mojado y encabronado. Necesito un cigarro.
—dijo riéndose de la ironía. Algo parecido había dicho Lucas unas horas antes.
—¿Necesita más dinero, señor
Maciel?—Larraín abrió la cajonera del escritorio y sacó un estuche para
chequeras.
—No. Necesito un cigarro.
—Puedo ofrecerle uno.
Maciel se acercó a tomarlo y en ese
momento Larraín tomó un cortaplumas del estuche, se lo clavó al joven en la
garganta y lo giró para romper la yugular.
—No quiero cabos sueltos. Tengo una
reputación que cuidar. —dice el impostor al final de la grabación.
“No sabe que lo vi todo, ni
que lo tengo grabado y lo revivo todos los días. Larraín no ha entregado sus
empresas ni se ha hablado de él en las noticias. Sólo yo sé de la muerte de
Maciel y la policía aún no ha hecho pública la desaparición de Lucas. El
bastardo hijo de puta vive creyéndose a salvo de todo pecado cometido, pero lo
sé todo y él ni siquiera sabe que existo. El miedo que tengo al exterior es la
delgada línea roja que lo mantiene vivo. ¡Vamos, Bosco! Hazlo por el único
amigo que has tenido en tu puta vida.”
La puerta se abrió
lentamente invadiendo de luz el interior, se escuchó el chasquido de una
automática al cargarse y después de años de estar encerrado, Bosco dio un paso
al exterior. Luego dio media vuelta y volvió a encerrarse, sonriendo porque al
menos hoy pudo abrir la puerta.
WOW!!! Me encanta!!! Buenísimo, Carmen =) Felicidades!!!
ResponderEliminarAngie.