sábado, 8 de julio de 2023

Pobre Titi

Los sábados a la noche, con los pibes, nos conectamos la dos-veinte y salimos a afanar. Vamos con el Oso, el Chuki y con TTJ13, que es un robot, pero es buena onda, le decimos Titi.

Al Titi lo pone como loco la dos-veinte, dice que le inhibe el circuito racional o alguna otra pelotudez por el estilo, me cae bien el Titi, es gracioso, dice pelotudeces de robot y también es fuerte. Cuando salimos a afanar siempre lo usamos de choque por si aparece la cana.

Era un robot de esos que se usaban para la construcción o una mierda por el estilo. El Oso lo reprogramó porque él sabe de esas cosas, a mí me chupan bien los dos huevos. Mis papás querían que fuera programador como el Oso, pero yo les dije que quería ser médico y creo que se enojaron un toque. Mi viejo ya no me habla. Aunque la verdad es que nunca me habló mucho.

Con el único que hablo en serio es con el Titi porque en la semana lo dejamos en casa. Mis papás no están nunca y, si están, nunca entran a mi cuarto. El Chuki no se queda mucho tiempo en el mismo lugar y el pelotudo del Oso comparte el cuarto con la hermanita y no da ni un poco tenerlo al Titi ahí.

Digo que lo usamos de choque, pero por donde nosotros nos movemos, la cana no viene nunca, están muy ocupados con robos grandes de cripto, y a nosotros nos gusta lo analógico, lo que podemos guardar en el bolsillo y rajar.

A veces, en la calle encontramos algún camión de tarjetas. El que sabe que hacer ahí es el Chuki que es químico y hace unos discos que se pegan con imanes y derriten el blindaje. Nunca me quiso decir cómo los hacía, pero tan difícil no debe ser porque los hace él y es un pelotudo. Para que el camión no se mueva lo mandamos al Titi a pararse en frente y hacer como que tiene un desperfecto en el sistema motriz. Como tiene un obstáculo adelante la AI lo deja clavado.

El agujero que dejan los discos del Chuki no son muy grandes y hay que meter la mano con cuidado porque si tocás los bordes te queman como la mierda. No nos llevamos mucho igual, lo que alcance para la joda. El Chuki siempre se lleva más porque dice que tiene que reponer lo que usa en los discos. Nosotros sabemos que en realidad es porque cuando está solo se mete cosas mucho más pesadas que la dos-veinte.

De vez en cuando chapamos con el Titi, la piel sintética se siente rara, pero es buena onda y me gusta. Es fuerte, pero puede ser suave. Él dice que me gusta porque es el único que me escucha cuando le hablo, yo le digo que es porque me calientan los electrodomésticos y él se ríe. Es raro escuchar reírse a un robot, pero también me gusta.

Siempre le pido que no les cuente a los pibes porque no quiero que me carguen, él me promete que no va a contar y yo sé que es así porque el Oso lo programó para no decir nada personal por si lo agarraba la cana, pero igual me gusta que me lo prometa. 

Salimos. Hoy no tengo muchas ganas, pero es sábado y los sábados se sale. Tengo los dedos helados porque hace un frío de cagarse y el efecto de las dos-veinte ya se me empieza a pasar. Hace un par de horas que caminamos con las bum-bum que consiguió el Chuki, pero no vemos ni un aerodeslizador. Si encontramos uno lindo, nos lo afanamos y después de la joda lo prendemos fuego.

“Se lo merecen los dueños por tenerlos”, dice el Oso, pero medio que nadie le cree porque los viejos de él tienen uno y él nunca lo prendió fuego, pero cuando lo cargamos con eso el Oso dice “a mis viejos les salió un hijo como yo, así que ya se jodieron”.

Si a la noche no pasa nada de nada, los que nos jodemos somos nosotros. A veces vamos a mi casa y vemos tele o conectamos la dos-veinte hasta que alguno se desmaya. Hoy decidimos entrar en un bar. En los bares el que es bueno es el Chuki, porque agarra y se sube a una mesa con el bum-bum en la mano y dice cosas como “a ver, abriendo bien los ojitos o se les viene la noche”.

Al Chuki lo de hablar en público le sale bien, yo si tengo que hacer eso me cago encima. “No se me pongan nerviosos que estamos un ratito, hacemos un retiro y nos vamos sin joder”, dice el Chuki mientras el Titi cuida la puerta, el Oso muestra el bum-bum y yo voy por las mesas con el lector de retina, ya ni tarjetas usan los hijos de puta, pero como bien dice el Chuki, “o colaboran o les arrancamos los ojos y cobramos igual”.

El Chuki les dice a todos que se queden quietitos y que ninguno se haga el vivo porque si no empiezan los bums y después me mira a mí y me dice Lele, andá para el fondo con el Oso y asegúrense de que nadie haga nada y yo lo miro medio mal porque él no puede darme órdenes, porque no es ni mi papá ni mi jefe, pero igual voy, porque la verdad es que cuando afanamos un bar el Chuki es medio el jefe porque está parado arriba de una mesa. Así que hago lo que dice pero no porque sea el jefe, sino porque yo soy un pelotudo.

En el cuarto de atrás del bar hay más mesas con más gente y otra barra, “quédense quietitos”, digo yo y me doy cuenta de que eso ya lo dijo el Chuki, me pongo nervioso y me dan náuseas. Entonces el Oso me señala con la cabeza una chica rubia y me dice por lo bajo “mirá los implantes que tiene”, y es verdad, esos ojos no son de ella ni en pedo, o se los compró el papito o se los compró el tipo que se la coje. Me acerco para mirarlos más de cerca, y de cerca son todavía más azules.

“Qué ojos divinos” le dice el Oso, “seguro que están llenos de plata” y ella mueve la cara para no mirarlo. “Mirame” le dice el Oso y agrega “la puta madre” para que sepa que va en serio. La rubia lo hace. “Lele, traé el lector de retina” me dice y yo le digo que es pelotudo y que no puede darme órdenes porque no es ni mi papá ni mi jefe y me empiezo a ir para otra mesa cuando escucho que el Oso le dice a la chica que es muy linda y que si va con él al baño un ratito no la vamos a afanar.

Entonces los implantes de la rubia empiezan a llorar, pero ella igual dice que sí con la cabeza. Entonces, el Oso la agarra de la mano y se la empieza a llevar al baño, le trato de decir que no lo haga, pero el Oso me dice que me calle la boca y que yo no le puedo dar órdenes y todas las pelotudeces que le dije yo antes a él, al final me caga y no digo nada.

 

No tengo ganas de estar acá, no quería salir hoy. Tenía ganas de quedarme viendo tele con el Titi, porque últimamente es lo único que quiero hacer. Pero es sábado y no queda otra: hay que salir. La rubia esa que se llevó el Oso al baño es igual a una actriz que no me acuerdo como se llama porque yo solo miro películas cuando me conecto la dos-veinte, pero cuando vuelva la voy a buscar.

Le voy a pedir al Oso que me pase una foto de la rubia para comparar porque estoy seguro de que son iguales. Siempre que está con una chica, el Oso le saca fotos con la cámara que tiene en la cabeza, el Chuki le dice que no lo haga, que son imágenes incriminatorias, dice, pero el Oso dice que no importa porque si lo agarran con algo tan pesado como para revisarle la memoria ya está jodido igual.

De repente escucho un grito que viene del baño y el Oso sale agarrándose la entrepierna que está toda manchada de sangre. La rubia debía tener metido uno de esos aparatos que promocionan en la tele, los que tienen dientes retráctiles de acero inoxidable. Trato de levantar al Oso cuando escucho gritar al Titi y al Chuki porque afuera cayó la cana. Y eso que les dijimos a estos hijos de puta que se quedaran quietitos. Hoy en día no se puede confiar en nadie.

Cuando llegamos al frente del bar el Titi y el Chuki ya le están tirando a la policía con los bum-bums, pero se detienen cuando ven al Oso que está casi desmayado y chorreando sangre como un pelotudo. “¿Qué mierda le pasó?” pregunta Chuki, pero los tiros que entran de afuera lo callan. Agarramos al Oso entre los dos para tratar de levantarlo.

“Que nadie se mueva”, grita un policía desde afuera, pero nosotros no hacemos caso, el Chuki le da su bum-bum al Titi que les tira con los dos y cuando se cubren nosotros rajamos, de atrás nos disparan y el Titi dice “yo me quedo” porque lo tenemos programado para que sea choque, entonces se da vuelta y nos gana algo de tiempo, pero no mucho porque la cabeza le explota en un montón de chispas, piel sintética y pedacitos de metal.

Cuando llegamos a casa ponemos al Oso en la bañera, el Chuki dice que perdió mucha sangre. Está blanco y no sabemos qué hacer, aunque quería, nunca estudié medicina, así que lo dejamos ahí. Me voy a mi cuarto y me muevo el pelo para conectarme el cable de la dos-veinte en la terminal que tengo en la cabeza. Mientras empieza a correr siento como todo se empieza a volverse negro.

Me olvido del Chuki que llora tirado en el piso, de mis viejos que van a volver a casa en cualquier momento, de los camiones de tarjetas, del Oso que se desangra en la bañera, de los aerodeslizadores prendidos fuego, de los discos de ácido y las rubias que parecen estrellas de cine. Debería apagar la dos-veinte, pero la dejo correr y subo la intensidad al mango. Yo no quería salir hoy. Me olvido de mi nombre. Yo me quería quedar viendo tele con él. Me olvido de todo, hasta de respirar, pero del Titi no. Del Titi no me voy a olvidar nunca. 

Milo Mantenna

Un cuento ambientado en el año 2100

en el que una de las tramas incluya una relación sentimental.

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