I
Selene
caminaba por las calles de Sevilla, la conmoción que escuchó dentro de la casa
de vecinos de la calle Feria llamó su atención y se acercó.
—Ya
nació —dijo la viejecita sentada a la entrada.
—¿Quién?
—preguntó.
—El
menor de los De la Rosa. Ese de ahí es Manuelito —dijo señalando a un niño que
corría por el patio —, va anunciando la noticia como si tener ocho hijos fuera
algo bueno. Dios dirá como van a sacar adelante a tanto crío.
Selene
entró a la casa y sin que nadie la notara se deslizó a la habitación en dónde
descansaban la madre y el niño, ella estaba fuera de combate. Sin hacer ruido
se acercó a la cuna, en cuanto su mirada se posó en la pequeña criatura supo
que era él a quien había estado buscando.
Se
inclinó mientras susurraba:
—Tienes
un largo camino sin ilusión que hay que recorrer y quizá vas a maldecir. Eres
un hijo del agobio y del dolor, pero tienes cien fuerzas que inundan tu
corazón.
El
pequeño levantó la mano hacía la mujer y los pequeños dedos se enredaron en sus
plateados cabellos, ella se inclinó aún más sobre la cuna, la punta de su nariz
tocaba la del niño quien la miraba con sus grandes ojos pardos.
—Quiero
sentir algo que me huela a vida, que mi sangre corra loca de pasión. Descubrir
la música que hay en la risa, la luz profunda y el amor. —Con mucha delicadeza
le dio un beso en la nariz y se enderezó, desenredando con cuidado sus
cabellos.
—Aún
eres muy pequeño para entenderlo; para entenderme, pero he esperado cien años
para encontrarte, puedo esperar unos años más mientras creces —. Acarició con
delicadeza la mejilla del recién nacido.
—Tenemos
un largo camino que hay que recorrer desde ahora hasta el fin. Como tu musa te
cuidaré, te inspiraré y te amaré.
El
cielo terminó de oscurecer. Selene se acercó a la ventana y, convirtiéndose en
un rayo de luz lunar, regresó a ocupar su lugar en la bóveda celeste. La luna
creciente acababa de empezar su recorrido, en veinticinco días, cuando fuera
tiempo de la luna nueva, Selene podría acercarse de nuevo a ver a su protegido,
al pequeño Jesús de la Rosa.
II
Los
años pasaron sin detenerse, el pequeño Jesús creció, la constante presencia de
Selene se convirtió en algo habitual, fue ella quien le susurraba cuando algo
se le atoraba y le ayudaba a encontrar la solución más creativa. Nunca se
cuestiono su existencia, era su amiga y de nadie más, sabía que sus hermanos no
la veían, mientras fue pequeño eso no fue un problema.
Al
crecer Jesús aprendió a no hablar sobre Selene con nadie, no quería compartirla
y no tenía que hacerlo. A los dieciocho años anhelaba los días que podía pasar
junto a ella, no solo por las cosas que se le ocurrían, las melodías y
canciones que brotaban de su mente gracias a su influencia, sino por el placer
que le daba el simplemente mirar a la hermosa criatura de piel blanca y
cabellos plateados que caminaba junto a él en sus paseos por las calles de la
ciudad.
—Tengo
algo que decirte —dijo el muchacho deteniéndose frente a la mujer en el centro
del parque hasta donde los habían llevado sus pasos, respiró profundo para
darse valor —cada vez que estás a mi vera siento una gran alegría. Yo, —se
acercó un poco más a Selene y tomó sus manos —Yo recuerdo una noche del mes
pasado, una noche que nos vimos de verdad, una noche que nos fuimos a enamorar.
Ella
alarmada por las palabras del muchacho soltó sus manos y se alejó.
—Por
favor, no cierres tu puerta con llave a mi corazón sediento. Que no importa que
sepa la gente que la luna se baña en el río de mi amor.
—Pequeño
no sabes lo que dices —respondió ella enfrentándolo —yo soy tu musa y te amo,
pero no es el tipo de amor que estas buscando, voy a alejarme por un tiempo,
sentirás mi influencia, pero por el momento dejaremos de vernos.
Jesús
se quedó solo en el parque con el corazón destrozado, se volcó a la música y en
ella plasmó todos sus sentimientos.
III
Selene
se convirtió en un recuerdo, en una influencia silenciosa que trajo muchas
cosas buenas para Jesús, la fama lo tomó por sorpresa al igual que a sus
compañeros del grupo Triana y aún así, algunas mañanas, sobre todo si era
tiempo de luna nueva, no podía evitar despertar con la sensación de que había
tenido un sueño alto como el cielo, y al despertar sentir que algo le quemaba
por dentro, para él el canto de los pájaros siempre entonaban una triste
melodía sin cesar ni un momento.
Esos
días se sentía como un extraño en su propio cuerpo sin saber a dónde ir, su
amigo Javier notó su estado de ánimo y se preocupó.
—¿Qué
te pasa chaval? —le preguntó Javier mientras le ayudaba a acomodar los teclados
dentro del Citröen. —El concierto ha salido bien, creo que hemos recaudado
muchos fondos para ayudar con las inundaciones.
—Si,
el concierto ha estado bien, pero últimamente siento que algo me falta… algo…
Y
mientras tomaba la carretera para regresar a Madrid con su familia, le confió a
Javier toda la historia de Selene y como había desaparecido de su vida. No
sabía si había sido real o solo un invento de su imaginación hiperactiva, ahora
que era padre no podía dejar de darle vueltas al asunto.
Mientras
Jesús hablaba, el coche tomaba velocidad. Javier, inmerso en el relato no lo
notó hasta que fue demasiado tarde. Miró la cara de su amigo cuento de repente
gritó.
—¡Selene!
Justo
frente al auto estaba una hermosa mujer de blanco. Jesús desvió el coche para
evitar atropellarla, pero eso lo llevó justo al camino de una camioneta que
venía en sentido contrarío. Javier perdió el conocimiento con el impacto.
IV
Todo
sucedió muy rápido.
Con
el impacto los teclados volaron por el interior del auto golpeando de lleno a
Jesús. A pesar de eso salió del auto por su propio pie. Javier estaba
inconsciente y sangraba por un corte en la cabeza. Selene no estaba por ningún
lado. Jesús se dejó caer sobre la calzada y mirando al cielo susurró.
—Cada
noche mi vida es para ti, como un juego cualquiera y nada más. Porque a mi me
atormente en el alma tu frialdad.
Selene
se hizo visible frente a él.
—Yo
quisiera saber si tu alma es igual a la de cualquier mujer, te he echado tanto
de menos —Selene se acuclilló junto a él y permitió que pusiera su mano sobre
su mejilla. —Sabes que yo vivo por ti ¿cierto? ¿Vives tú para mi? O después de
todo esto vas a seguir solo dándome tu frialdad.
—Después
de esto por fin vamos a estar juntos en el firmamento.
Los
ojos de Jesús se cerraron, llegaron los servicios de emergencia y los
trasladaron al hospital. Aún iba con vida.
V
Javier
estaba acostado sobre una cama de sábanas blancas, le dolía la cabeza de forma
infernal y la luz lastima sus ojos, aún así los abrió.
—¡Eh!
Amigo ¿Cómo estás esta mañana? —preguntó Tele acercándose a la cama. Tenía los
ojos rojos e hinchados de tanto llorar. Javier lo miró sin comprender.
—¿Recuerdas
lo que te ocurrió ayer? —Eduardo lo cuestionó desde la única silla de la
habitación.
Un
médico entró y comenzó a auscultar al paciente.
—Bien,
veo que despertó. Este hombre sufrió un fuerte traumatismo craneoencefálico, no
creo que recuerde mucho de lo que ocurrió durante el accidente ni durante los
días anteriores. Por favor no lo presionen y permítanle descansar.
Los
siguientes días fueron de dolor y de recuperación para Javier, nadie tuvo el
valor de decirle que Jesús ya no estaba, sus heridas habían sido muy graves y
no había podido superarlo.
Era
doloroso visitar a su amigo, viéndolo ir en busca de su ser, en busca de quien
había sido. De repente en sus labios brillaba una sonrisa que les hacía pensar
que todo iba a estar bien.
Esa
sonrisa se fue difuminando cuando los recuerdos comenzaron a volver.
En
su mente todo se fue acomodando como tenía que ser y, a pesar del dolor, siguió
luchado para poder lograr ser el mismo de nuevo.
Por
fin una mañana, meses después del accidente, cuando vinieron sus amigos a
visitarlo lo encontraron llorando sin consuelo.
Al
notar que entraban levantó la vista y les sonrió de forma triste. Nadie le
había dicho que Jesús se había ido. El simplemente lo sabía.
—Las
musas son celosas, dan la inspiración, pero después de un tiempo ya no quieren
compartir al artista.
Consigna:
Escribir un relato de hasta cuatro hojas de Word donde aparezca el contenido de
las historias que narran las canciones del grupo de rock andaluz Triana. Deben
de aparecer como mínimo cuatro letras de sus canciones. Relacionarlas y darle
forma coherente al relato.
Canciones
utilizadas:
Hijos
del Agobio
Recuerdos
de una noche
Luminosa
mañana
Tu
frialdad
Sr.
Troncoso
Por
Pedro Salcedo.
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