domingo, 30 de julio de 2023

Todo queda en casa

Cuando recobran el conocimiento siempre les ocurre lo mismo. Antes de abrir los ojos lo primero que les sobreviene son los olores. Son aromas conocidos, que sus mentes confusas reconocen al instante. Huelen la humedad, adherida a sus fosas nasales, como un ser vivo correoso e informe. Huelen el hormigón, y en sus bocas pastosas, embotadas, se instala un sabor desagradable. Huelen al moho, extendiéndose en los pulmones, en una conquista de esporas invisibles… Es entonces cuando con dificultad van abriendo los parpados, pesados. Un  leve haz luminoso penetra en sus pupilas, pero una fosca envuelve las imágenes, que se moldean y cambian a su antojo. Les cuesta unos minutos hasta que sus cerebros consiguen aclarar la situación. Los ojos, nerviosos, se mueven de un lado a otro, en una periferia que abarca hasta donde sus cabezas pueden girarse… Descubren donde están. Una fábrica abandonada. Desde sus posiciones en el suelo pueden observar las poleas, las cintas transportadoras, las enormes máquinas y motores. Pero todo está en desuso, el tiempo ha ido apropiándose de cada rincón, las sombras pintan el silencio de ruidos inconexos. Hasta que sus ojos me ven… Intentan gritar, pero la mordaza es fuerte. El golpe es seco, certero, justo entre la sien y el lóbulo temporal.

 

El vertedero tiene un hedor tan penetrante que aunque te duches varias veces aún perdura el estigma de la putrefacción en la piel. Miro mi reloj: las 7.45… Ahora recapacito. No tenía que haberme echado las mechas, pero mi peluquera es una pesada. Cuando salga de este apestoso lugar tendré el cabello hecho una porquería. Dinero tirado.

−¡Inspectora Guardado, ha aparecido un trozo más!  

Es el agente Gutiérrez, de la científica, sobre un montón de desperdicios. Un gilipollas. Tiene entre las manos una pierna, por su morfología, femenina. Está en proceso de putrefacción. Miríadas de moscas revolotean alrededor, el imbécil intenta apartarlas de su cara con su mano libre. El olor es tan fuerte que traspasa la mascarilla. El miembro tiene pegado por la parte seccionada trozos de basura.

−¡Métela en su bolsa correspondiente y la pones junto a las otras partes!

Es la tercera porción del cuerpo que la científica encuentra… Esta mañana, poco antes de las 6 de la madrugada mi móvil comenzó a vibrar como un poseso sobre la mesilla de noche. El comisario Andrade me habló de mala hostia, yo le contesté de igual forma. Cosas de la falta de sueño y el primer café…« Nuevas partes amputadas de un cuerpo, dijo». El quinto en cuatro meses, siempre en lugares distintos. Un operario al iniciar sus labores con la excavadora halló el macabro incidente. Un torso, un brazo. Un factor común, a todas las victimas les falta la cabeza.

 

 

A pesar de su inconsciencia apenas noto el peso de su cuerpo. Sus cabellos se han echo a un lado dejando ver parte de su rostro. Es una chica bonita. Una costra de sangre seca se le ha acumulado en la sien. Pero respira, eso es bueno. Por un momento pensé que el golpe había sido fatal… La fábrica parece un animal dormido, cómplice  de mis desvelos nocturnos. La cargo en la parte de atrás de la Westfalia, y tras asegurarme de que no hay nadie manejo hasta mi casa del bosque. La vivienda se halla en un coto privado de caza, en lo profundo de la masa forestal. Un lugar alejado de la civilización y solo transitado cuando levantan la veda para la cinegética… Antes de aparcar el vehículo en el garaje le quito la matrícula falsa y las fundas de los neumáticos. Consejos efectivos… 

Tardé en construir el sótano más de un año. Sus paredes insonorizadas ayudan mucho. No tengo porque contenerme… Deposito a la chica sobre una mesa de metal y la ato con correas de pies y manos. No puedo evitar que mis recuerdos me lleven al principio…

 

Cuando llego a comisaria tengo que aguantar las bromas de turno de los petardos de las oficinas. Vertí sobre mi ropa casi un frasco de colonia y restregué con tanta fuerza mis manos que tornaron en un color rojizo. En vano, el hedor a podredumbre aún perdura en mí.

−¿Qué nuevo perfume usas, Guardado? –Dice López con una sonrisa estúpida.

−¡Eau de cochon, la nueva fragancia natural! –Apunta su colega.

−¿Por qué no os vais los dos un poquito a la mierda?... Parra… López…

−¡La mierda ya la traes contigo, jajajaja!

−¡Gilipollas! –Sentencio y me encierro en mi despacho tras un portazo.

El día transcurre entre legajos de papeles e informes. Me siento agobiada por el Comisario que quiere avances con el caso “Del Tablajero”, como lo ha bautizado. No entiende que no exista ni una sola prueba. Tengo que aguantar su arenga, sus despropósitos, poniéndome de inútil y vaga. Aún puedo escuchar sus alaridos por el pasillo… Mi compañero Fer me trae un café aguado de la máquina. Creo que esa jodida máquina está ahí desde que construyeron el edificio. Noto como me sonríe y como no puede evitar que sus ojos azules se fijen en mis pechos. Me pone cachonda y pienso en Borja empotrándome contra la mesa mientras lo hacemos, estoy deseando largarme de aquí y empezar mi semana libre… Fer sigue sonriéndome, con esa cara de bobo que ponen los tíos cuando están encoñados y harían cualquier cosa por una mujer, seguro que está medio empalmado… Quizá algún día me lo tire.

 

Aquel niño siempre volvía los veranos a pasar las vacaciones al pueblo. Era esa clase de personas que te caen mal sin que hubiera un motivo exacto. Estuve dos noches sin dormir pensando en cómo hacerlo. Mis insomnios me recompensaron con una idea. No iba a resultar complicado. Aquel chaval, a pesar de ser de ciudad parecía cortito, sin muchas miras…

Lo cité en la vieja almazara abandonada. Al llegar se extrañó que no hubiera nadie más. El día anterior le dije que habíamos quedado un grupo de chicos para jugar por el molino, que se animara, que lo pasaría bien. Que no se arrepentiría. Que dentro de poco llegarían los demás.

A mi señal lo llevé por los oscuros pasillos que conducían a la bodega. A pesar de que la actividad comercial había cesado desde hacía años aún quedaban algunos motores, tornas y aparejos para la fabricación del oleo. Incluso debajo del suelo, había enormes vasijas de barro para conservar el aceite. Algunas de esas ánforas tenían restos de borra y aceite… Cuando llegué a los depósitos me detuve y lo miré a los ojos.

−¿Quieres ver el interior de los contenedores? –Le propuse poniendo voz de suspense.

−¿No es peligroso?

−¡Anda ya, será divertido!

Con algo de esfuerzo aparté la tapadera. Un fuerte olor a oleo rancio nos hizo retroceder. Después de unos segundos nos asomamos a la oscura abertura. El chico miraba ensimismado, absorto en el abismo. Ni se percató cuando le empujé. Puedo decir que luchó, su pequeño y enclenque cuerpo intentó salir a flote. Pero aquel líquido oleaginoso lo engullía, lo arrastraba. Sus ojos inyectados en pánico me miraban implorantes, solo obtuvieron por respuesta mi sonrisa cínica… Fue fácil convencer al pueblo que había sido un accidente, un desgraciado incidente…

 

La casa me recibe con un fuerte olor a lejía. Me gusta la pulcritud, el orden, la meticulosidad de cada paso. Echo un rápido vistazo. Las luces están encendidas, pero no hay nadie en la planta de abajo. Me acerco hasta las escaleras que dan acceso al piso superior. Todo tranquilo. Escuchó un ruido. ¡El sótano!

Bajo muy despacio los escalones, la luz está encendida. Al descender el último peldaño la veo…

 

Voy desnudando poco a poco a la mujer, ella se resiste. Puedo ver el miedo en sus pupilas, el pánico a que abuse sexualmente de su hermoso y terso cuerpo. ¡Qué equivocada está! Sus estrechos orificios no serán profanados por ninguna parte de mi anatomía. La despojo de la ropa porque así es más fácil… Extiendo un gran plástico en el suelo, cubre toda la superficie de la mesa. La chica puja por librarse de sus ataduras, gimotea. Me está poniendo nervioso. Para no escucharla más me acerco hasta mi plato technics y pongo el vinilo de la primera sinfonía de Mahler, Titán. El primer movimiento siempre me pone los pelos como escarpias. Los violines in crescendo, los clarinetes dibujando extrañas travesuras sobre la partitura… ¡Alto, un ruido en el piso de arriba! Atrapo entre mis manos un martillo de carpintero.

 

 

Al principio la muchacha no se percata de mi presencia. Está tan aterida que no es consecuente con lo que la rodea, solo con lo que la tiene aterrorizada. Tiene una mordaza que la aprieta la boca y está atada a la mesa metálica de pies y manos. Su cuerpo desnudo es hermoso, está perlado de sudor. Cuando me ve puedo percibir en sus ojos llorosos un halo de esperanza. Ha visto mi placa en la solapa de mi traje. Intenta avisarme del peligro con fuertes golpes de cabeza, la mesa tiembla. La música de Mahler es de mis favoritas, suena por toda la habitación acolchada…

−¡Hola cariño! –Puedo ver primero la estupefacción en la mirada de la chica, después, tras asimilarlo en su cerebro confuso, el horror sin fronteras−. Anda, suelta eso, por favor. –Señalándole  el martillo en sus manos.

−¡Ey, hola, llegas pronto! Me habías asustado. Aún estaba con los preparativos. –Contesta desde un rincón de la sala y sintiéndose un poco estúpido al depositar la herramienta sobre el suelo. Hoy está guapísimo.

La mujer intenta gritar, farfulla entre la mordaza que hiere sus labios. Me acerco hasta ella y acaricio su larga melena pelirroja. Ella aparta la cabeza violentamente. Arquea su cuerpo hasta levantarlo, en vano, vuelve a desplomarse.

−¡La primera y la última vez que abandonas los restos en un basurero! ¿No entiendes que es un lugar asqueroso? Admiro tu minuciosidad. A penas dejas rastros y si los hay, aunque sean leves, me encargo de que desaparezcan… ¡Pero hacerme ir a un vertedero, joder Borja!

Él me mira serio. Le ha dolido mi reprimenda. Resopla un par veces antes de acercarse a mí.

−Querida mía –comienza con una voz que se asemeja más a un susurro−. ¡Qué gran malestar me embarga ahora! No fue mi intención causarte ese mal trago. Solo seguí las pautas para no darles un patrón determinado. Se están acabando los lugares… El río… El arcén de la carretera comarcal… Los campos de trigo… El pozo…

Se separa unos metros y va hacía un pequeño carro con ruedas tapado con una lona.

−¡Quiero recompensarte! Por todas esas molestias causadas y de las cuales me siento profusamente avergonzado. ¡Te dejaré elegir los instrumentos de tortura! –Eso lo dice con decisión firme, mientras destapa el carro. Me reconforta.

Puedo percibir el horror extremo en los ojos de la chica, se queda paralizada. Su piel se ha vuelto pálida, se está meando encima…

Desde una estantería, a la espalda de la muchacha, silenciosas en su mar de formol, nos observan cuatro cabezas humanas perfectamente diseccionadas…

 

 

 

Consiga: En un máximo de cuatro hojas de Word, escribe en la plantilla predeterminada un relato del género que quieras, valiéndote de esta premisa:

Alguien, poco a poco recupera el olfato, y con él los olores conocidos: a humedad, a

hormigón y a moho. No tarda en darse cuenta de dónde se encuentra: una fábrica

abandonada.

Por: Gato negro

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