“Les doy la bienvenida a mi casa,
Gracias a todos por acudir a esta cita,
Seguro que el vino, la fruta y la hogaza
Serán de su agrado y la cena exquisita”
Seis pares de ojos de colores variados
Miraban al anfitrión, divertidos y asombrados.
Alzaron sus copas con aceptación agradecida,
Sin disimular cada uno, la entendible intriga.
Lucas, abriendo otra botella de vino
Dirigió a sus huéspedes una amplia sonrisa.
“Están todos” dijo complacido.
Los otros, expectantes de la sorpresa prometida.
Ahí esta Pablo, rechoncho y melancólico;
Eduardo, el escultor de los sueños de barro;
Joaquín, poeta , mujeriego y atónito
Y Lucas, de todos amigo jurado.
“He planeado esta reunión, amigos míos
—dijo Lucas con pausado hablar—
Muchas rencillas entre nosotros ha habido
Y es momento de las peleas terminar”
“¿Acaso de nosotros redención esperas?”
Preguntó Pablo sonriendo de lado
“Si alguno debe solicitar una tregua,
Joaquín debe ser, pues él ha empezado”
“No quiero a nadie ofender, ni espero de nadie
compasión”
Interrumpió Lucas a Pablo, alzando la copa
“Culpa no tenemos, si es que algo de culpa nos
toca,
Culpable es la lujuria que envuelve a todos la
razón”
El silencio cayó sobre todos con su terrible manto,
Los cuatro bebieron sin prisas, mirando a los
otros
Sabíanse culpables, la amistad en riesgo había
estado.
Habían peleado, insultado y jurado, a unos y a
todos.
“Acepto mi parte —dijo con tranquilidad
Joaquín—.
“He sido el primero en caer en sus redes.
Olvide la amistad que jure hasta el fin
Y traje la ruina de todos ustedes”
“!Maldita la hora en que a Marisa encontré
—Continuó el poeta, los ojos negros al punto
del llanto—.
Sus rizos, sus labios, los besos que le
entregué
Caí de rodillas, bebí con lujuria el aroma de
su encanto.”
“Pero no fuiste el único que en su cuerpo
pecó.
—Interrumpió, conmovido Eduardo, el escultor—.
Conociendo el amor que por ella sentías
La busqué y entre abrazos le regalé mi vida”
“No tengo perdón, ni excusa, ni pretexto,
Delineé su silueta, con mis manos, como
arcilla
Su rostro plasmé, besé y adoré. La hice mía,
Sin hacer caso de nada, ignoré con saña tus
ruegos”
Pablo opinó al mismo tiempo que fumaba:
“Si nuestros pecados hemos de confesar, lo
haré,
Sabiendo todo esto, la envidia me abrumaba
recuerdo con gusto y malicia las noches que la
soñé”
“Busqué el placer de tenerla en mi cama
Su piel de alabastro abrazando la almohada,
Decía en susurros su nombre: Marisa
dormía en su pecho, mordía su boca de niña”
Ahora los tres, la confesión de Lucas esperaban,
el anfitrión sirvió más vino, encendió más
velas
comprobó los cigarrillos, azuzó el fuego de la
chimenea
preparábase para contar, explicar bien lo que
pasaba.
“Ruego ahora, amigos míos, su entendimiento
De sobra sabía lo que ustedes vivían
Renegué de los tres y sus estúpidos
sentimientos
Añoraba el tiempo en que no la conocían.”
“Una noche de luna hermosa y claras estrellas
Bebía solo, brindaba solo, sentado en esta
mesa
Un delicado llamado interrumpió entonces mi
entereza
Acudí a la puerta y me encontré ¡Oh si! Con
ella.”
“Sus ojos asustados y ambarinos me rogaban
Que la dejase pasar un momento a mi casa.
Su perfume inundó como un demonio mis sentidos
La dejé entrar, sin saber que era ese mi destino.”
“—Eres un buen hombre, amigo Lucas—
Dijo con voz dulce la pequeña intrusa,
—Sé que me conoces y sabes por qué estoy aquí.
Sé que me deseas y he venido a entregarme a
ti.”
“Caí sin pensarlo, como un cordero,
me enredé en sus besos, devoré como un loco su
lengua,
acaricié su cuerpo, halé sus cabellos;
la tiré en el suelo y le hice el amor sin pena
ni tregua.”
“Cuando terminé, tenía miedo y estaba sofocado
Su blanca piel encima mío, totalmente desnuda,
No sentí amor, deseo, cariño o ternura.
Con repulsión me alejé de ella, aún atontado.”
“—¿Por qué me dejas ahora? ¿Qué pasa cariño
mío?
—preguntó la maldita sonriendo
ocultando con falso pudor su hermoso pecho. —
¿Es qué ya no me quieres, ahora que me has
tenido?”
“¡Sabe Dios lo que sentí en ese sucio
momento!
La ira se apoderó de todo, mis manos y mis
pensamientos.
Había sido débil, como ustedes, un vil
traicionero.
¡Ella es un demonio! ¡un engendro en piel de
terciopelo!
“—Levántate y vete —le ordené sin moverme
Se vistió con lentitud, luciendo sus
endiablados encantos.
Se reía ¡Oh! ¡Como se burlaba conmigo
enfrente!
Aún se acercó a besarme, rodeando mi cuerpo
con sus manos.”
Perdí la cabeza, rindiéndome, sin mirar, a la
locura.
La tomé del brazo y lo torcí, quería
lastimarla,
De mi memoria y mi lujuria arrancarla:
—¡Eres una cualquiera! ¡No eres más que una
puta!
“Su rostro cambió a la luz de las velas,
temblaba de ira.
Soltose de mi maltrato y me abofeteó con la
otra mano
La lancé contra la mesa, la golpee, le
sangraban los labios.
me clavó en el pecho un cuchillo, me hizo esta
herida.”
Lucas abrió su casaca y mostró la cicatriz a
sus amigos.
Todos en silencio le miraban, Pablo asentía y
aprobaba
Joaquín alzó la copa y encendió un cigarrillo
Eduardo en su mente la escena recreaba.
“La herida no fue peligrosa pero si era de
cuidado.
Convalecí en casa unos días y una vez
recuperado
Planee esta reunión con ustedes, mis amigos
adorados.
Confío en que olvidemos y todo quede
perdonado.”
Lucas palmeó dos veces, los criados entraron
poniendo la mesa
Un enorme plato, aromático y delicioso, fue
presentado
Con frutas, flores, especias, magníficamente
adornado.
Los invitados, en silencio, reconocieron con
placer la receta.
“Comamos amigos, bebamos y festejemos que el
embrujo
Ha terminado, dejando tras de sí el miedo y el
deshonor
El platillo ha sido preparado sin escatimar
cualquier lujo.
Saboreemos en la boca, por última vez, su
espléndido olor”
Pablo, siempre riendo, se sirvió el primero
Escogió Joaquín la parte que más le gustara
antaño.
Sirviose sin remordimiento alguno, Eduardo.
Lucas, complacido, aspiró el suave aroma del
ajenjo.
La cena corrió sin mas contratiempos,
Las copas se vaciaban, las risas volvieron.
Los amigos sus rencillas con placer olvidaban,
Los criados en la cocina, silencio juraban.
Y en la mesa, entre los restos de rosas y
naranjas,
El cuerpo cocinado de Marisa se enfriaba.
Había querido pertenecer a todos, a costa de
nada.
Y ellos con placer su piel muerta, ahora
devoraban.
FIN
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El Edén de los Novelistas Brutos tiene el
placer de informarte que tu misión, ya que decidiste aceptarla, será elaborar
un poema romántico.
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