Por Cherman Sanz "aka" Velvet Revolver.
Solía hilar los destellos de luz en las penumbras de mi soledad y dibujar con sus hilos mil imágenes, que mas tarde transformaba en sueños sobre la almohada.
Recuerdo que me gustaba dejar a las personas hablar, para que en mi
mente resonaran los ecos de sus voces articulando las escenas que en mi cabeza
iba recreando, como si fuera el dramaturgo de una gran obra en plena
construcción imaginativa.
¡Era fantástico! Escaparme de casa y salir a recorrer el mundo donde
siempre me aguardaba una aventura, una historia que contar. Los absurdos que
todos daban por sentado eran emocionantes para mí, como el silencio de la noche
mi aposento natural, el lugar que siempre elegía para soñar, aún despierto.
Soñaba que ella miraba al pasar a un joven apuesto y que ese joven era
yo, que mis dedos se entretejían entre sus cabellos y prometía eso que muchos
llaman amor. Divagaba con que su cuerpo brillaba bajo la luna desnuda a lo
lejos, mientras mis labios se unían con los suyos danzando.
Sueño recurrente si lo tuve. Tristemente hoy lejano.
Jamás pude tener a una mujer envuelta entre mis brazos, hasta sentir la
extenuación de éstos por la propia repetición del acto, ni amarla como en la
recurrencia de mis sueños pasados, pero se de buena fuente que no hay más
grande satisfacción que amar a una mujer.
Susan se hacía llamar, decía que aunque no era su nombre verdadero era
como a su padre le hubiera gustado llamarla. Solía contar que cuando estaba
dentro del vientre materno y surcaba los desfasajes de la no existencia oía el
eco que abrumaba su mundo, el cual se resumía en el cantar de un ángel que le
susurraba “Susan.” Según decía era una cálida y dulce voz melódica que provenía
fuera de los límites angulares que estaban a su alcance. Esa extraña sensación
de regresión a los periodos inmateriales de su vida que la asediaban en las
noches tumultuosas, las cuales le hacían percibir un cosmos nuevo alejado de
las formas conocidas por el hombre y que la acercaban peligrosamente al mío,
fueron algunos de los pequeños detalles que me impulsaron a amarla.
Mi bella Susan, jamás conoció a su padre, murió según conto en un
conflicto entre milicias en Centroamérica cubriendo las noticias como
reportero. Una bala perdida llevaba su nombre por azares del destino y acabo
con su vida el mismo día en que los ojos de la pequeña Susan se abrieron al
mundo.
Le gustaba hablar sobre él, reproducir las historias que su madre le
contaba. Cuando lo hacía, su cuerpo se estremecía y su voz se
sumergía dulcemente a un tono suave, más aún si cabe, mientras yo me
paralizaba escuchándola atentamente, captando cada palabra, construcción,
vibración y dejo de la historia.
Me embebía en ensoñaciones y en ellos reclamaba el lugar que su
difunto padre representaba en sus sentimientos. Bebía de su amor como un pirata,
entre las sombras y me sorprendía a mi mismo en ocasiones soñando despierto
mientras ella contaba alguna de sus aventuras.
Mi Susan tenia la piel lisa y suave como el tacto sobrio que se produce
al tocar las alas de una mariposa, uno no puede simplemente acariciarlas sin
que se le movilicen las entrañas y le brinque el corazón dentro del pecho. Su
aroma era solo comparable al de un bastión de lilas florecidas en primavera y
sus labios, los que una vez pude probar, sabían a cerezas tintas regadas sobre
los míos.
Me hacía sentir especial, sabía que su trato conmigo era diferente al
trato común que tenia con los demás, la forma que tenia al acercarse, al
dejarse sumergir en largas conversaciones que nos tenían como protagonistas, en
las reconstrucciones de otros mundos que nada tenían que ver con el nuestro y
que sin embargo lo tenían, porque estábamos ahí, en él, alzándolo juntos para
el deleite de nuestros sentidos.
Cada vez nos fuimos uniendo más y más, en las noches frías de este
último otoño nos escapábamos y nos reuníamos a escondidas bajo un viejo árbol
que ceñía las orillas del rio, testigo y parte de nuestras andanzas. Nos
tomábamos las manos y nos prometíamos la eternidad.
No eran meras palabras, lo sé. Lo supe una noche cuando recostados
sobre un colchón de ramas sus lágrimas salpicaron mis mejillas. La vida, como
tal ya no le era suficiente y divagaba con la idea de experimentar la
extravagancia de pertenecer a aquellos mundos de los cuales solíamos hablar.
Lugares extraños, lúgubres, amorfos, donde el alma esta puesta a flor
de piel en las sensaciones, en los desliz de los pequeños actos y en donde el
asomo de un pequeño albor es suficiente para marcar el camino.
Majestuosos terrenos enmarcan estos mundos, donde la mente se alza y se
eleva sobre si misma alimentándose de sueños imposibles, mundos profundos,
perdidos y ahogados semejantes al fondo de un mar, donde solo unos pocos
elegidos pueden habitar, converger y alcanzar la plenitud de sus encarnaciones
en vida.
«Susan, mi dulce Susan de belleza incomparable, mas incomparable aún
por su fortaleza y singularidad de ambiciones. Adelanto su viaje sin
pactar un encuentro. La encontrare lo prometo o me encontrara estoy seguro, en
los edenes de aquellas tierras perdidas por los hombres y los ángeles. Culpable
soy de su locura, lo sé».
Ya no quisiera extenderme más en este relato que con tanta dificultad
logre invocar desde las recónditas criptas de mi meollo corazón. Asique con
toda la pena que inunda un alma en desdicha pasare a narrar el final de esta
historia y de mi existencia.
Una tarde esperando a que llegue la hora de nuestro encuentro, me
envalentone con el regocijo de un pensamiento y me jure que ése, sería el día
en que le diría lo indispensable de su vida en la mía y así con
suerte volvería a beber de sus labios las cerezas tintas y regar con ellas mi
alma florecida de eterno amor.
Cayo la noche en el pequeño pueblo y la brisa comenzó a silbar una
canción amarga, que sabia a despedida…no tuve noción del tiempo, pero estuve esperando largas horas a orillas
del río, esperando a que me sorprendiera milagrosamente por detrás como solía
hacer, dando esos pequeños pasos silenciosos, posando sus manos delicadas sobre
mi espalda y rodeándomela hasta abrazar mi pecho. Su aroma a lila y melaza se
sentía a metros y siempre mis sentidos se alertaban cuando estaba cerca, me
obligaba a hacer un trabajo sobrehumano al mantenerme estático y fingir no
oírla, así siempre podría sorprenderme y abastecerme de su cálido abrazo.
Pero esa noche, nunca llego. Me quede allí, hasta que los primeros
rayos del alba se proyectaron y cercenaron mis ojos, que hasta entonces
permanecían emboscados por quimeras relacionadas al júbilo de un sueño de
eternidad.
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«La conocí dotada de una gracia divina, pura y maldita. Llena de luz y
sabiduría, fue algo más que un simple mortal en esta tierra perversa y tirana,
fue una santa que pago con su vida por el mero propósito de intentar alcanzar
su propio destino. Un destino alejado de las arraigadas formas que el ser
humano conoce o podría conocer, un lugar inhóspito mas allá de este limbo
inerte, que desencadena en algo semejante al paraíso»
Lo último que supe de ella es que se arranco los ojos con una cruz de
plata en una especie de ritual con velas y un gran espejo. Finalmente fue
llevada contra su voluntad al psiquiátrico de la ciudad, donde le
diagnosticaron un tipo de demencia severa relacionado con el campo de lo
místico. En sus delirios solía dar detalladas descripciones de un mundo cosmos
geográfico paralelo al nuestro que se encontraba sumergido en las
tinieblas de la oscuridad y el cual según decía, era el aposento final de las
almas inmaculadas.
Dijo también que el primer paso en sacrificio era entregar el sentido
que engendra todos los males, en un ritual que los médicos describieron como
satánico. Todo esto lo confeso bajo procedimientos de dudosa índole, según un
testigo de identidad reservada del lugar.
Oficialmente estuvo tres meses y tres días privada de su libertada,
sometida a los más inescrupulosos y grotescos métodos psiquiátricos hasta que
por fin encontró la muerte.
Mientras todo
esto sucedía, fui enviado muy lejos a un tratamiento concerniente
a células madres para recuperar el sentido de la vista, que me había sido
imposibilitado desde el mismo momento de mi nacimiento. El procedimiento fue un
éxito, el velo que mis inútiles ojos registraron toda su vida por fin había
cedido, dando lugar a un nítido e ilustre mundo de posibilidades que hasta
entonces siempre se me estuvo negado. Hace tres días que regrese al pueblo,
hace tres días que mi Susan murió.
«Único culpable
soy de su nefasto malestar, por conocerme, por adorarme con ardiente pasión y
descubrir en mí un espíritu solemne y redentor, dejo embaucarse con total
sumisión en aquellas noches otoñales y fue capaz de divisar en aquel estado
febril que juntos dominábamos en nuestras charlas un camino dogmatico de
inmaculada fe. Fue capaz de ver con el corazón y sentir con el alma entera el
mundo que se esconde tras el mundo, la vida que se oculta divergente tras un
sueño»
En su morada
final donde aun descansa su cuerpo, fue donde la vi por primera vez, esta vez
como un mortal ve a otro mortal, fue cuando los tumultuosos recuerdos de su
existencia brotaron de pronto sobre mi asolada mente, recordándome lo
ingrata de mi existencia. No puedo si no decir, que dios se llevo a su más
admirable ángel, mi ángel.
Estaba recostada sobre un ataúd de madera con detalles en marfil, con
sus delicadas manos pálidas cruzadas sobre su pecho y un vestido de seda
blanco, símbolo de su pureza. Tenía cerrado sus ojos y su boca
roja sobresalía de sus delicadas facciones invitándome a un último beso,
asique sin más, la bese… mis labios se suspendieron sobre los suyos y una
lagrima me broto tímida sobre su rostro. La ame de eso estoy seguro. Tan seguro
como se que ella aguarda en esas tierras lejanas, inmaculada, esperando a que
camine por esa milla regada de velas y penetre el umbral que sirve de puerta,
para abrazarla.
Quedara por siempre ese colchón de ramas servido para los amantes
aventureros, bajo el gran árbol que mece sobre el rio y guarda sobre su lomo,
la inscripción ciega de dos amantes fugitivos que hoy ya pertenecen al
ayer.
Fin.
wow me encanto cada palabra, felicidades al autor, es demasiado profundo ...perfecto
ResponderEliminaresta frase entre otras me mató: Solía hilar los destellos de luz en las penumbras de mi soledad y dibujar con sus hilos mil imágenes...