lunes, 23 de enero de 2012

La partida


Por Sebastián Elesgaray.



—Te amo, ¿sabías?
Ella le sonrió, con los ojos brillantes, deslumbrantes.
—Obvio que lo sé bonito. Yo también te amo.
Se abrazaron.
Se durmieron.
Y no soñaron, porque todo lo que anhelaban lo tenían.

Que fácil vivir y respirar
Sentir nuestros cuerpos
Tan solo te quiero amar
Nada puede salir mal

Maira salió apresurada hacia su trabajo. Se había entretenido en la despedida con su novio. No se sentía molesta, valía la pena retrasarse y llegar un poco más tarde con tal de pasar unos valiosos minutos más con su amado.
Subió al auto y acomodó su cartera en el asiento del acompañante. Desde la ventana, vio como Fabricio la saludaba con una taza de café humeante en la mano y una radiante sonrisa en el rostro. Maira arrancó y, mientras salía por el camino de entrada de la casa, respondió al saludo con un par de toques de bocina.
Una vez en la calle, se acopló al tráfico matutino que, a esas horas, no era de lo más pesado. Encendió la radio, informándose sobre el clima y escuchando los éxitos musicales del momento. Tarareaba una ridícula canción sobre un amor clandestino, cuando el camión que iba a darle muerte se encontraba a tan solo dos cuadras.

Cada partida es una desazón
Que se agranda cuando vuelves
No puedo explicarle a mi corazón
Cómo sería no tenerte

Fabricio suspiró cuando vio desaparecer el coche de Maira. Caminó hacia la cocina y dejó la taza de café sobre la mesada, sentándose en una de las altas banquetas que usaban para desayunar. Luego abrió la netbook y comenzó a leer el diario, sin dejar de darle pequeños tragos a su café. Por suerte, ese día no trabajaba, por lo que podría disfrutar de la casa.
Pasaron solo dos minutos, y Fabricio tuvo que cerrar la computadora. No podía concentrarse en la lectura.
Hoy es el día.
Maira y Fabricio habían convivido durante dos años. Vivían en una hermosa casa de dos pisos, con un amplio patio y hasta una piscina. La misma era producto del esfuerzo y el trabajo de ambos. Claro que sin amor, sin el deseo que cada uno tenía en el otro, nada podrían haber logrado.
Dios, ¿por qué estoy nervioso? Si la amo, eso basta. Y ella me ama. Somos el uno para el otro, no va a ser difícil.
Para él, proponerle casamiento sería un acto más en ese hermoso camino que habían construido. Un sendero tapizado de cariño y dulzura, de una magia inexplicable que los había unido. Su corazón se purificaba cada vez que pensaba en Maira, cada vez que observaba con detenimiento sus cálidos y sinceros ojos. Expiar todo lo que pasaba en el mundo, las cosas malas que rodeaban a la raza humana, muchas veces era una tarea ardua. Sin embargo, si la tenía a su lado podría hacerlo sin problemas.
Fabricio sonrió y dejó su taza vacía en la pileta de la cocina. Luego, animado y seguro de sí mismo, subió las escaleras, dispuesto a cambiarse para comenzar el día de alguna forma.
Le esperaba una noche hermosa y llena de ternura.

Sin embargo la desgracia nos acusó
De ser demasiado felices
Con sus negras alas voló
Y con impunidad desintegró la efusión

Fabricio se traía algo entre manos. Para Maira, que lo conocía demasiado bien, era más que obvio que algo raro le pasaba. Sin embargo, no parecía ser algo malo. Más bien, como si su novio estuviera planificando.
Por ahí…
Sonrió, y los ojos se le anegaron en lágrimas.
Al final, nuestro amor va a fortalecerse todavía más.
La luz del sol le parecía más brillante. El cielo resplandecía con un celeste hermoso y a pesar del ruido de la ciudad, Maira sentía que los pájaros cantaban más fuerte, baladas nupciales que se pregonaban a favor de la dulzura y la pasión.
Frenó en el semáforo, aguardando a que la luz diera paso al verde. Se limpió las pequeñas lágrimas de felicidad que no habían llegado a caer, para que no se le corriera el maquillaje.
Ese día era distinto a todos, porque estaba segura de que su novio le iba a proponer casamiento. No había otra opción posible. El manto de amor que habían bordado hacía casi seis años con su relación, iba a vigorizarse. Y el calor que daría sería incomparable ante cualquier amor que antes se hubiera visto.
Maira arrancó el auto, al ponerse la luz en verde.
Y el camión, grande, plomizo y apabullante, pasó el semáforo en rojo, apagando la vida de la joven y el amor frenético que le había dado sentido a su vida.
Casi ni supo cómo murió.
Pero su último pensamiento antes de morir, fue pensar en Fabricio, su novio.
Su amor.
Su vida.

Imagino tu partida llena de luz
Un ángel que vuelve a donde nació
El cielo te espera, mi amor
Que la dicha te acompañe en cada oración

Fabricio bajó las escaleras, dispuesto a salir hacia el supermercado. Pero antes de abrir la puerta, oyó el motor de un auto, que ingresaba por la entrada de su casa.
Que raro…
Pero no tanto en realidad. ¿Acaso no había sentido una punzada en el pecho cuando se cambiaba en la habitación? ¿Y ese sentimiento de desazón que comenzaba a cernirse sobre él no era verdadero?
Maira.
No, no podía haberle pasado nada malo. Se amaban, se tenían. Ellos dos eran más fuertes que cualquier cosa de este mundo. Su pasión, sus noches, sus vidas entrelazadas debían mantenerse así hasta el fin, hasta que envejecieran y sus existencias formaran parte de las estrellas, hasta que su amor fuera una luz más en el cielo.
Abrió la puerta y lo que más temía se materializó. Un coche patrulla se frenaba en su puerta, y del mismo bajaban dos oficiales, con expresiones afables pero desprovistas de sentimiento. Subieron los pocos escalones pero no se atrevieron a hablar. Fabricio ya sabía todo con su sola presencia.
Cayó de rodillas en la puerta de su casa, con lágrimas de profundo dolor surcándole el rostro. No podía respirar, no sentía su cuerpo. Dejó desplomar sus manos, creyendo (sabiendo) que ya nada sería lo mismo.

¿Y cómo borrar este dolor?
Que nunca imaginé sentir
Ojalá que el tiempo pueda ayudar
Pero creo que no voy a llegar

Fabricio, mi amor.
Siente su cuerpo flotar. Quiere bajar, volver a su realidad, pero no puede. Sabe que se muere, se va. Le gustaría volver a verlo, sentir su cálido toque, su piel, sus manos. Abrazar su cuerpo y aferrarse a su espalda con toda la pasión de la que fuera capaz. Solo una vez más le bastaría.
Sin embargo, se miente a sí misma, porque con una vez no haría nada. Siempre querría más y más. Porque es el amor de su vida y se está yendo, la luz de Maira se apaga.
Dios, como te amé. Y te voy a amar siempre. Voy a estar a tu lado.
Deja el mundo mortal para convertirse en un ángel alrededor de Fabricio.

Oh, por Dios
Tan solo no quiero estar
Creo que puedo alcanzarte
Me muero para besarte

Han pasado ya dos meses de la muerte de Maira, y no puede seguir. ¿Cómo hacerlo? Era su todo, hubiera dado su vida por ella, pero no se le brindó la oportunidad.
¿Dónde estarás ahora, mi amor?
De seguro en algún lugar mejor, donde las personas se pueden casar con libertad, vivir sus amores en plenitud y quererse unos a otros sin restricciones. En ese lugar, no hay conductores insensatos y descuidados, que acaban con las ilusiones de manera deliberada.
En la habitación, Fabricio se sentó en la cama y abrió el cajón de su mesa de luz. Dentro, el arma lo esperaba. La tomó con cautela, nunca había usado una. Pero la decisión estaba tomada.
Voy con vos, Mai…
Se puso el cañón en la sien, con lágrimas amargas y duras que le rodaban por las mejillas sin afeitar. Apretó los dientes, sintiéndose exhausto de tanto dolor.
—Mi amor, ya voy… Mi amor, ya voy… —repetía casi sin abrir la boca, en un susurro agobiante.
Y entonces algo le rozó la nuca.
Era una mano, con finos y delicados dedos que se enredaban en sus cabellos.
No, bonito. No es necesario —le susurraron al oído.
—¡Maira! —gritó Fabricio desesperado.
La misma mano que lo había acariciado, quitó con suavidad el arma de su sien. La bajó y la apoyó en el colchón.
Voy a estar siempre al lado tuyo, no te preocupes.
Luego, la presencia de su amor se fue.
Fabricio lloró de felicidad y redención durante un rato que se le hizo tremendamente largo. Sin embargo, cuando el torrente de lágrimas cesó, se sintió mejor.
Ella estaría a su lado.

Y otra vez aquí estás
Me dices que me tengo que quedar
Tal vez mi tiempo no sea
A mi lado sé que estarás

FIN

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“El Edén de los Novelistas Brutos” te informa que para el ejercicio 8 tenés que escribir un drama muy romántico el cual debe incluir un poema en él. Debe ser un cuento bien rosa que llegue al corazón.

1 comentario:

  1. Me gusto. Sin duda cumple con el cometido! Felicidades! Cami

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