domingo, 18 de junio de 2023

“PERCEVAL”

El relato de este incidente se basa en las fotos inéditas que se publicaron en la nota periodística del diario EL SOLAR DE MARAHOY el 27 de agosto de 2013.

  El 24 de agosto, un equipo liderado por el reconocido ingeniero Iván Trejo recibió una beca del Consejo Nacional de Marahoy para realizar una serie de trabajos de campo como parte de un estudio sobre energía e integración regional en el noroeste argentino. No era la primera vez que el ingeniero más famoso de la ciudad y su socia, la fotógrafa Betty, acompañaban a un grupo de mineros en una operación de excavación. La minería aumentó rápidamente en la zona. Y había pocos lugares sin desarrollar, prístinos en el viejo valle.

 

Llegaron temprano, en la mañana del día de San Bartolomé, por orden de la corporación minera, a pesar de la negativa por parte de los trabajadores supersticiosos a cavar en esa fecha particular. La extracción se llevaría a cabo en la zona del valle, conocida por sus habitantes como "El Añuirá", situada en la proximidad del cerro. Aunque la corporación minera le llamaba ambiciosamente “El Perceval” como el legendario caballero en búsqueda del Santo Grial... Uno de los mineros, el mayor Juan Oberón, había descubierto una antigua puerta de metal, socavada en el suelo de juncos, bien cubierta de musgo y ennegrecida por el cieno del barro. Las explosiones realizadas por la empresa para trazar una nueva ruta minera la habían despejado.

Los trabajadores corrieron al sitio y rodearon el agujero de metal hundido en el suelo, buscando ansiosamente la tira de sellado adherida al pedestal para abrirlo. Héctor "Gafas", como lo llamaban sus compañeros, notó un extraño grabado y la palabra "PEREDEUR" en el acero y sintió que algo andaba mal. Ya estaba anocheciendo y la luz del sol desaparecía entre los árboles, al igual que extrañas luces rojizas y amarillentas comenzaban a aparecer de la nada, rodeando los juncos alrededor de la puerta. Los mineros enloquecieron y dejaron de cavar por  miedo  a la "mala luz" o superstición del farol de mandinga, conocían bien la leyenda local. Estas ominosas luces flotantes aparecían en lugares donde se enterraban tesoros de oro y plata, la luz era el espíritu del  dueño anterior que intentaba mantener a los extraños alejados del lugar. El sitio se hallaba cerrado, hermético y maldito.

Betty se acercó a ellos y tomó la primera foto del grupo mientras Juan lograba abrir la puerta destartalada casi por accidente. Allí, un humo metálico acre brotó y se elevó del aire viciado, desdibujando todo por un momento. La mujer se hizo hacia un lado cuando el viejo Juan comenzó a dar horribles alaridos, Iván se abrió paso como pudo sofocando con el puño de su chaqueta el olor nauseabundo con los ojos enrojecidos por el ardor. Todos chillaban, tratando de sostener el brazo desgarrado de Juan, justo cuando algo más emergió del túnel subterráneo, la criatura que había sujetado y arrancado casi limpiamente el brazo del viejo minero giro bruscamente y dio paso a otra de las bestias que se abalanzó y atravesó con sus cuernos sórdidamente el cuerpo de uno de los trabajadores a su lado, perforándole el estómago y destripándolo en el proceso. Un grupo de seres de negros pelajes resecos, grotescamente grandes y dientes abominables, emergieron de la abertura mundana y atacaron a varios hombres. Iván soltó un alarido seco, tomo a Betty del brazo, que aún seguía como anonadada tomando fotos y de un tirón le obligó a correr por el valle junto a él, ambos se escondieron en el juncal mientras estos seres destrozaban y devoraban al resto de sus colegas. Los que aún habían sobrevivido se defendieron, como pudieron, sus únicas armas, las herramientas de trabajo; un hacha, la motosierra de Héctor, pero fueron horriblemente asesinados y devorados vivos. Entonces la fotógrafa captó algo, agudizó su vista y vio surgir de la oscuridad a un humanoide alto y pálido de aspecto grotesco, parado detrás de uno de los desdichados mineros y observó con horror como este ser le rodeaba el cuello con sus lánguidas manos y le propinaba una mordida demencial a la cabeza del pobre hombre, desparramando sus sesos ensangrentados por el suelo impío. Este ser asquerosamente humanoide no era como los demás. “PIRREDUUIRR”, parecía susurrar. Betty espabilo de repente, se levantó de un respingo y le gritó a Iván que corrieran, tenían que cambiar de escondite. El Peredeur los seguía caminando tranquilamente rodeado de sus bestias asistentes, de dientes brillantes y ojos rojos.  Iván cubrió con su espalda instintivamente a Betty y fue alcanzado recibiendo una dentellada que seccionó parte de su cuello y hombro izquierdo, la pobre fotógrafa, recibió el impacto de su compañero que la golpeó por la inercia del cuerpo fláccido arrojado contra ella, sin piedad.

Betty cayó al suelo y su cámara se accionó, el destello la tomó por sorpresa, topándose con los ojos negros y vacíos de Iván, cuando alzó desesperadamente su mirada, se halló a pocos pasos de esa lánguida figura susurrante y en sus ojos no vio razón, ni castigo, solo la certeza del cazador.

Ella se incorporó como pudo y corrió cuan ánima perdida, atravesando el valle  hacia el pie del cerro. No volteó a ver a sus espaldas en todo el trayecto. 

Ya estaba amaneciendo cuando el guardabosque encontró muerta de miedo a Betty, y tres días más tarde, el diario de Marahoy publicó una nota con las fotografías y la supuesta entrevista a una desquiciada fotógrafa, que acusaba a la tragedia provocada por la ambición humana.

Verás, Perceval proviene del gaélico Peredeur "a través de este valle", pero su origen es galés y se deriva de Peredeur, que significa "loco, puro". Cualquiera que fuera esa criatura, respondía a ese nombre, y debió permanecer sellada bajo el valle, pues quién sabe cuánto tiempo estuvo escondida bajo tierra, custodiada por sus compañeros, y luego ese anciano Juan lo liberó sin saberlo. Según la tradición, el 24 de agosto (Día de San Bartolomé), las luces malignas se vuelven más brillantes por influencia del demonio, pues es el único día del año  que  se priva de la vigilancia de los ángeles y la utiliza para atraer espíritus. Betty tenía razón, ya estaban condenados. – FIN.

Sunny

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