El relato de este
incidente se basa en las fotos inéditas que se publicaron en la nota
periodística del diario EL SOLAR DE MARAHOY el 27 de agosto de 2013.
El
24 de agosto, un equipo liderado por el reconocido ingeniero Iván Trejo recibió
una beca del Consejo Nacional de Marahoy para realizar una serie de trabajos de
campo como parte de un estudio sobre energía e integración regional en el
noroeste argentino. No era la primera vez que el ingeniero más famoso de la
ciudad y su socia, la fotógrafa Betty, acompañaban a un grupo de mineros en una
operación de excavación. La minería aumentó rápidamente en la zona. Y había
pocos lugares sin desarrollar, prístinos en el viejo valle.
Llegaron
temprano, en la mañana del día de San Bartolomé, por orden de la corporación
minera, a pesar de la negativa por parte de los trabajadores supersticiosos a
cavar en esa fecha particular. La extracción se llevaría a cabo en la zona del
valle, conocida por sus habitantes como "El Añuirá", situada en la
proximidad del cerro. Aunque la corporación minera le llamaba ambiciosamente
“El Perceval” como el legendario caballero en búsqueda del Santo Grial... Uno
de los mineros, el mayor Juan Oberón, había descubierto una antigua puerta de
metal, socavada en el suelo de juncos, bien cubierta de musgo y ennegrecida por
el cieno del barro. Las explosiones realizadas por la empresa para trazar una
nueva ruta minera la habían despejado.
Los
trabajadores corrieron al sitio y rodearon el agujero de metal hundido en el
suelo, buscando ansiosamente la tira de sellado adherida al pedestal para
abrirlo. Héctor "Gafas", como lo llamaban sus compañeros, notó un
extraño grabado y la palabra "PEREDEUR" en el acero y sintió que algo
andaba mal. Ya estaba anocheciendo y la luz del sol desaparecía entre los
árboles, al igual que extrañas luces rojizas y amarillentas comenzaban a
aparecer de la nada, rodeando los juncos alrededor de la puerta. Los mineros
enloquecieron y dejaron de cavar por
miedo a la "mala luz" o
superstición del farol de mandinga, conocían bien la leyenda local. Estas
ominosas luces flotantes aparecían en lugares donde se enterraban tesoros de
oro y plata, la luz era el espíritu del
dueño anterior que intentaba mantener a los extraños alejados del lugar.
El sitio se hallaba cerrado, hermético y maldito.
Betty se
acercó a ellos y tomó la primera foto del grupo mientras Juan lograba abrir la
puerta destartalada casi por accidente. Allí, un humo metálico acre brotó y se
elevó del aire viciado, desdibujando todo por un momento. La mujer se hizo
hacia un lado cuando el viejo Juan comenzó a dar horribles alaridos, Iván se
abrió paso como pudo sofocando con el puño de su chaqueta el olor nauseabundo
con los ojos enrojecidos por el ardor. Todos chillaban, tratando de sostener el
brazo desgarrado de Juan, justo cuando algo más emergió del túnel subterráneo,
la criatura que había sujetado y arrancado casi limpiamente el brazo del viejo
minero giro bruscamente y dio paso a otra de las bestias que se abalanzó y
atravesó con sus cuernos sórdidamente el cuerpo de uno de los trabajadores a su
lado, perforándole el estómago y destripándolo en el proceso. Un grupo de seres
de negros pelajes resecos, grotescamente grandes y dientes abominables,
emergieron de la abertura mundana y atacaron a varios hombres. Iván soltó un
alarido seco, tomo a Betty del brazo, que aún seguía como anonadada tomando
fotos y de un tirón le obligó a correr por el valle junto a él, ambos se
escondieron en el juncal mientras estos seres destrozaban y devoraban al resto
de sus colegas. Los que aún habían sobrevivido se defendieron, como pudieron,
sus únicas armas, las herramientas de trabajo; un hacha, la motosierra de
Héctor, pero fueron horriblemente asesinados y devorados vivos. Entonces la
fotógrafa captó algo, agudizó su vista y vio surgir de la oscuridad a un
humanoide alto y pálido de aspecto grotesco, parado detrás de uno de los
desdichados mineros y observó con horror como este ser le rodeaba el cuello con
sus lánguidas manos y le propinaba una mordida demencial a la cabeza del pobre
hombre, desparramando sus sesos ensangrentados por el suelo impío. Este ser
asquerosamente humanoide no era como los demás. “PIRREDUUIRR”, parecía
susurrar. Betty espabilo de repente, se levantó de un respingo y le gritó a
Iván que corrieran, tenían que cambiar de escondite. El Peredeur los seguía
caminando tranquilamente rodeado de sus bestias asistentes, de dientes
brillantes y ojos rojos. Iván cubrió con
su espalda instintivamente a Betty y fue alcanzado recibiendo una dentellada que
seccionó parte de su cuello y hombro izquierdo, la pobre fotógrafa, recibió el
impacto de su compañero que la golpeó por la inercia del cuerpo fláccido
arrojado contra ella, sin piedad.
Betty cayó
al suelo y su cámara se accionó, el destello la tomó por sorpresa, topándose
con los ojos negros y vacíos de Iván, cuando alzó desesperadamente su mirada,
se halló a pocos pasos de esa lánguida figura susurrante y en sus ojos no vio
razón, ni castigo, solo la certeza del cazador.
Ella se
incorporó como pudo y corrió cuan ánima perdida, atravesando el valle hacia el pie del cerro. No volteó a ver a sus
espaldas en todo el trayecto.
Ya estaba
amaneciendo cuando el guardabosque encontró muerta de miedo a Betty, y tres
días más tarde, el diario de Marahoy publicó una nota con las fotografías y la
supuesta entrevista a una desquiciada fotógrafa, que acusaba a la tragedia
provocada por la ambición humana.
Verás,
Perceval proviene del gaélico Peredeur "a través de este valle", pero
su origen es galés y se deriva de Peredeur, que significa "loco,
puro". Cualquiera que fuera esa criatura, respondía a ese nombre, y debió
permanecer sellada bajo el valle, pues quién sabe cuánto tiempo estuvo
escondida bajo tierra, custodiada por sus compañeros, y luego ese anciano Juan lo
liberó sin saberlo. Según la tradición, el 24 de agosto (Día de San Bartolomé),
las luces malignas se vuelven más brillantes por influencia del demonio, pues
es el único día del año que se priva de la vigilancia de los ángeles y la
utiliza para atraer espíritus. Betty tenía razón, ya estaban condenados. – FIN.
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