¿Soy
coulrofóbico?
Cuando creía que ya estaba superado, volvió ese recuerdo, que ahora comprendo estaba
enterrado profundo en mi mente.
Crecí
con mi hermano y mis padres, éramos muy humildes, todos juntos en una pieza
despintada y oscura, donde hacinados dormíamos cada noche alrededor de un
cúmulo de trastos, un par de muebles y dos camas.
Arriba
de una silla estaba él, ese payaso que parecía reír sarcástico con una mueca
diabólica en su cara. Un muñeco de tela y cabeza de vidrio espeluznante.
Con
mis 8 años tenía pánico de las noches, y cuando mamá no me veía tapaba con una
toalla ese payaso para poder dormir.
Una
noche desperté sobresaltado, al darme vuelta tenía ese horrible payaso al lado
mío, casi sobre mí giró su cabeza y me sonrió, lo tiré rápido al piso y me
acurruqué en la punta de la cama donde mi hermano dormía sin enterarse. Mi madre encendió la luz y me vio asustado,
le relaté lo que vi, pero al mismo tiempo me percaté de que el payaso estaba en
la silla de siempre.
¿Mi
madre lo había sentado? Pensaba que solo fue una pesadilla sin embargo lo había
visto muy real.
Al
cabo de un tiempo, un domingo, había llegado un circo a la ciudad, mi hermano y
yo saltábamos de alegría ya que ese día nos llevarían a disfrutar el
espectáculo.
Estando
dentro de la carpa colorida un espectáculo multicolor de artistas, magos,
equilibristas se presentaba ante mis
ojos, hasta que las luces se apagaron y solo quedó un halo de luz sobre el
escenario, de pronto llego él, el clown, la estrella del circo, a quien todos
amaban y aplaudían, quedé petrificado ante su presencia, su cara pintada
horrorizaba, me recordaba al payaso de la silla de casa.
El
clown se movía haciendo piruetas y chistes que, mientras todos reían, a mi me
daban ganas de llorar y salir corriendo, pero me sentía paralizado, inerte en el asiento del circo que se había
transformado en un oscuro espectáculo de horror, todo en gris con olores
nauseabundos.
Rogaba
que se fuera, que termine pronto la función.
Mis
padres no me miraban, tampoco mi hermano, no podía avisarles que estaba
inmóvil. En ese momento el maldito payaso saludó al público terminando el acto,
levantó la cabeza y clavó su vista en mis ojos, una eternidad en un minuto
invadió mi ser, lejos escuchaba los aplausos del público, todos se
levantaban de sus asientos ¡yo no podía moverme!. Nadie me ayudaba, de
pronto aquel horrible payaso estaba enfrente mío, mi corazón no podía más del
miedo, mi hermano sentado a mi lado cayó sobre el asiento, todos gritaron, mi
madre lloraba.
Al
instante pude moverme y rápido me llevaron corriendo a una ambulancia junto a
mi hermano y mis padres, íbamos camino al hospital.
Les
conté a mis padres que el payaso del circo nos atacó, que ese maldito lo lastimó , nadie me creía,
decían que inventaba, explicaban que el actor había bajado del escenario cuando
vio caer a mi hermano para ayudar, lo cual fue inútil pues falleció en ese momento por un paro cardíaco.
Nunca
pude entender que pasó, solo recuerdo ver al payaso que arrebató la vida de mi
hermano en lugar de la mía aquella tarde hace cincuenta años atrás.
Tiempo
después comprendí, que aquella noche que lo vi al lado mío en la cama avisaba que esto pasaría, pero no entendía y
nadie creía lo que vi.
Hoy
día conservo en un baúl el maldito payaso de mi infancia en mi casa, porque a
pesar de convencerme de haber enterrado el miedo, igual creo que vendrá a
buscarme algún día no muy lejano, pues yo debía morir en lugar de mi hermano,
aquella tarde de otoño.
Consigna:
Un otoño peculiar
Pseudónimo:
Estrella
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