Seudónimo: Shaady.
Autora: Calista Manriquez.
La orden fue sencilla, te casas con él
porque yo lo ordeno.
Para una muchacha cuya vida siempre fue
obedecer las órdenes de su ambicioso padre acatar no fue problema. Simplemente
murmuro un sí y se sentó a esperar a que su futuro esposo se presentara.
Era hermosa, piel clara, cabello rojizo,
ojos verdes y labios rosas. Otros antes habían visto que era bella y otros
antes habían hablado a su padre sobre pedirla en matrimonio pero ninguno
cumplía con los estándares de su ambición. No, si ella se vendía lo haría al
mejor postor. Su padre era un comerciante que se fue enriqueciendo a punta de
esfuerzo y buenas ideas y que, según él, necesitaba unos cuantos ceros mas para
engrosar su billetera hasta el punto en que se sintiera satisfecho con su vida;
para eso eligió a la mujer más bella que el dinero podía comprar decidido a
convertir a sus hijas en objeto de intercambio para hombres adinerados que
necesitaran una nueva joya en sus aburridas mansiones y bien que le había
resultado el negocio.
La mayor viajo a algún país de Europa
donde su esposo producía dinero a raudales con la compra y venta de terrenos a
desahuciados y nuevos ricos en los países cuya economía distaba bastante de
estar bien. Aunque al buen padre poco le importaba de donde venia el dinero con
tal de que pagaran bien por la sangre de su sangre; la del medio, un destino
parecido, solo que esta vez un magnate del petróleo en medio oriente pago una
buena suma por las mejillas sonrojadas y los hermosos ojos azules de una chiquilla
que apenas poco tiempo atrás despertara llorando porque la sangre de su vientre
ensuciaba sus lujosas sabanas de seda blanca por primera vez. Una joya en pleno
esplendor que aumento en varios millones el patrimonio familiar.
Fue poco después de eso que apareció el
hombre de pelo azul. Sin decir nada pago lo que le pidieron por una de las
perlas que producía el vientre de la mujer del comerciante. En esa casa aun
quedaban dos muchachas, una apenas cumpliendo los dieciséis y de una belleza
recatada y la preciosa pequeña de apenas diez que se escondía detrás de las
faldas de su cansada madre. El hombre de pelo azul apenas miro a la más chica y
pago una buena suma por llevarse a la mayor. Si resultaba madurar con la
belleza de su madre era la mejor compra que podía hacer. O por ultimo podría
producir niñas y niños hermosos con los que hacer negocios.
La joven recuerda cuando la chiquilla salió
por la puerta cabizbaja y asustada. A veces ellas jugaban juntas y escondidas
en algún rincón de la fría mansión y otras veces recurrían a la lenta y
silábica lectura del único libro que tenían en su poder, una vieja versión de
un cuento de hadas que para ellas era la única ventana al mundo que existía mas
allá de las altas paredes que rodeaban la mansión, un libro con imágenes
deslavadas por el tiempo pero que encendía su infantil imaginación con su
historia sobre la mujer que hacia cosas sobre las que ellas jamás habían oído
hablar. Baile, príncipe, bosque o calabaza eran palabra que apenas podía leer
pero que intentaban recrear en su cabeza murmurando entre ellas sus posibles
significados.
Así que cuando el hombre del cabello
azul volvió a esa casa años después dispuesto a pagar por la última hija que
quedaba en esa casa fue la primera vez, también, que sintió algo similar a lo
que la pobre cenicienta sintió cuando el príncipe volvió por ella. Felicidad.
Salió de la mansión y, cuando las puertas exteriores se abrieron, una
angustiosa ansiedad se apodero de ella, no sabía qué era lo que había del otro
lado y tampoco tenía imaginación o referencias para deducirlo así se fue
mirando por la ventana asombrada de todo lo que veía hasta que llego a la
enorme casona en la que sería nuevamente encerrada, solo que esta vez para
cumplir el papel de esposa en vez del papel de hija.
Creía, y esperaba, que su hermana la
estuviera aguardando al llegar pero le sorprendió no ver a nadie más que una
triste y silenciosa hilera de sirvientes tan callados y sumisos como los que
tenía en casa de su padre. Miro al hombre al que pertenecía ahora y pregunto
por ella. Ese sería el día en que por primera vez recibió un golpe. Y
lamentablemente no fue la última.
No sabía nada de sexo así que el dolor
fue todo a lo que pudo asociarlo, quemaba, ardía y la ha hacia cansada y herida
pero jamás se quejo. El miedo a él se le metió en las entrañas y sospechaba que
a la mas minino queja lo golpes no harían más que aumentar. El silencio huraño
y violento de su esposo no ayudaba en lo
más minino a disminuir esa sensación.
El dormitorio, el baño y el comedor eran
las únicas partes de la casa donde ella tenía acceso y permiso, el resto de la
enorme mansión era un sitio vedado para ella. Los sirvientes hombres no podían
dirigirle la palabra, bajo pena de muerte y eso era algo que se tomaba muy
enserio en ese lugar. Solo una anciana mujer era la que se encargaba de sus
cosas y desde el principio ella vio el terror en los ojos de la pobre vieja.
También noto la ausencia de varios dientes y, con terror, también la de algunos
dedos. No quiso preguntar hasta después de mucho tiempo y ella le respondió
contándole su historia. Esa noche ella se entrego a él con un nuevo miedo. Si
quería vivir jamás debía ir contra los deseos del hombre de pelo azul.
Fue esa mujer la que le conto sobre el
cuarto del ala oeste, lo hizo cuando el vientre de la muchacha les confirmo que
un niño venia en camino. Le explico con calma lo que era un cadáver y también
tuvo que explicarle que era tristeza y llanto lo que a ella le pasaba en ese
minuto al enterarse de que su hermana, o lo que quedaba de ella, estaba detrás
de la puerta cerrada de una fría habitación a unos cuantos metros de la única
persona por la que alguna vez sintió aprecio. La anciana mujer también le dijo
de la llave que colgaba del cuello de su marido, la única llave que abría la
infame puerta. Aterrada más allá de lo que podía explicar esa noche espero a
que el cruel hombre se durmiera para moverse despacio y buscar el objeto con el
único deseo de ver con sus propios ojos los despojos de su apreciada hermana
ardiendo en su pecho un sentimiento desconocido. Por primera vez en su vida
odiaba a alguien y ese odio fue la fuerza para robar la llave y salir de la
cama rumbo a la puerta de la que le hablaron.
Su hermana aun era hermosa, a pesar de
la frialdad de su cuerpo y el ceniciento color de su piel. Y recordó una imagen
del libro que ambas veían juntas a escondidas en esos viejos momentos. Los
labios del príncipe se juntaron con los de la cenicienta y ella se veía
radiante y feliz, como ella nunca se vería, como seguramente su hermana nunca
se vio. Así que poso sus labios sobre la piel fría como una triste despedida.
Observo los demás cuerpo sorprendida de ver
tantos y tan variados aunque todas ellas eran hermosas, tanto o más que su
hermana. Muchas mujeres. Quizá todas ellas fueron infelices como ella, quizá
todas fueron compradas como ella y murieron como su hermana. Solas y olvidadas.
La anciana entro a la habitación y se
arrodillo a los pies de una de las mujeres muertas llorando, llamándola por su
nombre. Ella la observo preguntándose qué parentesco tenían y si es que espero
mucho tiempo antes de poder llorarla. Absorta en ese pensamiento no noto el
cuchillo en la mano de la anciana y que ocupo para acabar con su propia vida
cayendo desangrándose al suelo de piedra de la triste habitación. La miro sin
miedo, dándose cuenta de que la anciana era libre ahora del terror que les
producía ese terrible hombre.
Se pregunto cómo sería su vida de ahora
en adelante, ahora que sabía que no saldría jamás de esa casa, que nunca
conocería la felicidad de la cenicienta y que terminaría como su hermana
encerrada en esa fría habitación. Ni siquiera la vida que crecía en su vientre
le hacía sentir emoción alguna, el hombre de cabello azul no era un príncipe,
simplemente era un asesino, así que sin pensar en nada se arrodillo al lado del
cuerpo de la anciana. Sintió pesar por no haberla conocido mas, por no haber
conocido su historia ni preocuparse de ella. Así que se despidió suavemente y,
en el momento en que el hombre de pelo azul cruzaba la puerta furioso y
dispuesto a castigar a esa insolente mujer que no le obedeció, ella clavo el
cuchillo en su vientre acabando con la vida de su hijo y rápidamente, antes de
que su esposo la pudiera detener, corto su cuello tal cual como lo hizo la
vieja sirviente cayendo al piso y sintiéndose libre por primera vez. Aunque
fuera por escasos segundos antes de que la vida la abandonara.
Mientras tanto, frustrado y enfadado, el
hombre de pelo azul observaba desde la puerta como su última adquisición moría
cargando en su vientre al hijo que esperaba. Suerte que a ninguna de ellas
nadie las esperaba en casa, nadie las extrañaría, nadie vendría preguntando por
su destino.
Lástima, tendría que volver a salir a
comprar otra mujer y enviara a alguien a limpiar el desastre… y esta ultima
casi, casi le había gustado.
- FIN -
Consigna: Género: Drama. Basado en Barba Azul. Época actual. El azul es el cabello, no la barba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario