Seudónimo: Mike Noonan.
Autor: Carlos Ultraman.
—Bueno, amigo Aguirre, aquí
tengo los resultados de sus análisis. —saludó el médico entrando al consultorio
con una cartilla en la mano. Pasó por detrás de la silla en la que se
encontraba sentado un joven vestido con un elegante traje y fue a ubicarse en
su propio sillón, al otro lado del escritorio de roble.
—¿Y bien, doctor Valdés? ¿Qué me dice? —el
muchacho se adelantó hasta el borde mismo del asiento, con la mirada inundada
de ansiedad.
El médico sacudió el informe. Una amplia
sonrisa le asomaba bajo el frondoso bigote y sus ojos simiescos chispeaban.
—Bien, señor
Aguirre, lo felicito… ¡no tiene nada!
—¿Qué dice? —Aguirre
lucía más asustado que aliviado.
—Que no tiene nada. Está usted sano como un
roble. Más fuerte que un toro.
—¡Ay, no! ¡Qué desgracia! ¡Estoy sano! —aulló,
desconsolado, Aguirre.
Sorprendido, el doctor se levantó
para ubicarse junto a su paciente. Enseguida la puerta se abrió dando paso a
Florinda, la asistente de Valdés.
—Pero, doctor, ¿otra vez le ha contado uno de
sus chistes malos a un paciente? —amonestó severamente al ver cómo lloraba el
muchacho.
—¿Cuál chiste? Este hombre llora porque está
sano —replicó Valdés..
—¿Qué dice? —Florinda se acercó a Aguirre quien, en medio de hipos y moqueadas asentía
con firmeza — ¿De dónde saca usted tantos locos para atender, doctor?
—No estoy loco, señorita. Y no es culpa del
doctor. Es… es mi maldición.
—¿Su maldición? –médico y enfermera hicieron
la pregunta a coro. Por toda respuesta, Aguirre se levantó del asiento, tomó la cartilla de análisis del
escritorio y abriéndola en la primera página se la extendió al médico —Vea.
Lea. ¿Qué dice allí?
—Señorita Florinda, otra vez ha copiado usted
mal una fecha de nacimiento —reprendió con severidad Valdés, enseñándole a su
secretaria lo que acababa de leer.
—¿Qué? ¡No! –Aguirre le arrancó la cartilla de
la mano —No hay error, la fecha está bien; es el año en que nací
—Pero, entonces, usted tiene… — Florinda alzó
los ojos al techo como si allí hubiese una calculadora que le ayudase a sacar
cuentas
—¡Quinientos ocho años! — la mandíbula del
doctor pareció a punto de tocar el piso.
—Quinientos ocho años, siete meses, tres
semanas y un día exactamente —confirmó Aguirre con pesar. —Y no puedo
envejecer. Y seguiré así por siempre.
—Pero es fabuloso —el médico se hallaba desorientado
—¡Y con semejante salud!
—¿No lo entiende, doctor? ¡Quiero envejecer!
¡Quiero ser un anciano! Si sigo siendo joven, tendré que trabajar eternamente.
Nunca podré jubilarme. —Aguirre se acercó a la puerta y tomó el picaporte,
dispuesto a marcharse — Debo resignarme. No hay solución para mi mal. Brujos, druidas,
curanderos, magos, chamanes, médicos… ya probé de todo. ¿Quién podrá ayudarme?
—¡¡¡¡Yoooo!!!! —´la voz vino desde el otro lado
de la puerta, la cual se abrió violentamente golpeando a Aguirre en la nariz y
enviándolo al suelo..
—¡¡¡¡El Chapulín Colorado!!!! —gritaron,
jubilosos, médico y asistente.
—No contaban con mis astuc… ¡Epa! ¿Qué te
pasa? —se asombró el héroe al ver al caído.
—Mi nariz. Me duele. Creo que está quebrada.
—Aguirre se puso de pie con dificultad. Su altura parecía duplicar la del
Chapulín.
—¿Y me llamaste a mí? Lo que necesitas es un
médico.
—Yo soy el doctor Valdés —el médico se
adelantó extendiendo su mano al Chapulín
—Y yo soy Florinda, su asistente — se presentó
la muchacha con la cara arrebolada al ver de cerca al héroe rojo.
—Ah, pues entonces, ya está todo listo. Ahí
tienes al médico que necesitabas. El Chapulín Colorado ha cumplido con una
nueva misión y ahora se retir… — Aguirre tomó las colitas del traje del paladín
escarlata para retenerlo.
—No, no, Chapulín. Yo necesito otra clase de
ayuda. Yo necesito hacerme decrépito.
El Chapulín lo miró con desconfianza.
—¿Hacerte de qué?
—Decrépito —insistió Aguirre
—Es más simple hacerse de otro cuadro. Digamos
de…
—¡Pero no, Chapulín! Decrépito. Viejo.
Anciano —intervino el doctor Valdés —El
gran problema del señor Aguirre es que no puede envejecer. Está enfermo de
juventud
—Pobre. Si al menos fuese joven y buen mozo y no
feo y largo como un ferrocarril parado —Aguirre, ofendido se acercó amenazante
y el Chapulín levantó su famoso Chipote Chillón. Luego, de pronto, pareció
darse cuenta de la situación —Ah, ya entiendo. Estás atrapado en la juventud.
Igual que Doris Day.
—No, no, Chapulín. No es Doris Day. Es Dorian
Gray —corrigió Florinda
—Ah, sí, claro… lo
sospeché desde un principio. Bueno, entonces el problema es que debe haber un
cuadro tuyo que esta embrujado. Cuando lo encuentres y lo quemes…
—Ya probé eso, Chapulín. Queme fotos, cuadros,
daguerrotipos… Y nada sirvió. Tengo quinientos ocho años, soy viejo, pero parezco joven. Yo
quiero sentirme viejo y parecer viejo. Así podré darle de comer a las palomas
en la plaza, me cederán el asiento en el
colectivo, y podré pasar el día quejándome de los jóvenes y de todo.
—Para eso no hace falta hacerse viejo, hombre.
Te haces un perfil de Facebook y listo.
—No, no es lo mismo Chapulín. Quiero mi jubilación.
Pero me ven así, saludable y lozano y no me la dan. Me mandan a trabajar.
—Ah, pues esto se arregla fácil. —el Chapulín
encaró a la asistente del doctor — Florinda, ¿me traerías talco, por favor?
—Si mi amor… eh, digo, claro Chapulín.
—turbada, fue hasta un gabinete y volvió. El Chapulín tomó el envase, desenroscó la tapa y volcó todo el contenido en la
cabeza del sorprendido Aguirre.
—Pero, pero… — mientras el joven tosía
envuelto en una nube, el Chapulín tomó
su Chipote y le dio un furioso golpe en el estómago. Aguirre, dolorido, se dobló a la mitad. Enseguida, el héroe
saltó detrás y le asestó otro “chipotazo”, a la altura de los riñones. El paciente,
todavía encorvado, se tomó la última zona golpeada con una mano. En la otra, le
apareció un bastón que el propio Chapulín acababa de recoger de un paragüero
cercano.
—¡Listo! Ya eres un anciano canoso, maltrecho,
achacoso y adolorido. Todas las mañanas tendrás que repetir la dosis. Así que
ya sabes, me avisas y yo vengo a dártela
—Pero, pero… Es muy doloroso —Aguirre apenas
podía articular palabra.
—Así es ser anciano. Como decía mi tío el
boticario: “Ser joven duele a veces, pero ser viejo, duele a diario”
—Eres lo máximo Chapulín —corearon el doctor y
su asistente. Mientras tanto Aguirre, con paso titubeante marchó rumbo a la plaza
mascullando maldiciones contra todos.
- FIN -
Consigna: Género: Comedia. Basado en la novela «El retrato de Dorian Gray», con «El Chapulín Colorado» como protagonista.
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