Seudónimo: Hestia.
Autora: Evelia Garibay.
—Abuelo
cuéntame de nuevo la historia de Griffin —pidió el pequeño mientras su abuelo
lo arropaba en la cama.
—¿Estas
seguro que quieres oírlo de nuevo? Tengo muchas historias más que puedo
contarte.
—Lo
sé abuelo, pero esta es la importante, la que inició todo.
—Bueno,
no voy a hacerme del rogar pero tienes que quedarte acostado porque si tu madre
te ve danzando fuera de la cama no va a dejar que tu viejo abuelo vuelva a
arroparte nunca.
Sonriendo
el anciano acerca una silla y se acomoda cerca de la cabecera de la cama. Se
queda callado por unos segundos rememorando y tratando de encontrar la mejor
forma de empezar su historia.
—Cuando
era joven, hace no mucho tiempo; no te rías —hace un guiño a su nieto y se
sumerge en su historia.
“Vivía
en un pequeño pueblo llamado Iping, tenia diecisiete años, y trabajaba como
mozo en la posada local The Coach and Horses.
Uno
de esos tranquilos días llegó un extraño al pueblo y tomó una habitación en la
posada.
Este
forastero llamó mucho la atención ya que a pesar del clima templado siempre
usaba un abrigo largo, guantes y lo más extraño de todo, llevaba la cara
cubierta por vendas y un gran sombrero de ala ancha. Los señores Hall, los
dueños de la posada, siempre estaban muy atentos a sus huéspedes, en especial a
este ya que todos los habitantes del pueblo sentían mucha curiosidad.
Al
mismo tiempo, por los alrededores de la posada comenzaron a reportarse cosas
desaparecidas, pequeños hurtos en las casas cercanas.
Una
tarde la Señora Hall no pudo más con la curiosidad y al no escuchar ruidos en
la habitación de Griffin entró a curiosear, y se horrorizó mucho al ver el caos
imperante en la habitación con ropa tirada por todos lados.
El
Señor Hall se dio cuenta de lo que su mujer estaba haciendo y se unió a ella y
su sorpresa fue mayúscula cuando una silla voló desde el otro lado de la
habitación y los hizo huir espantados.
Se
dieron cuenta que Griffin era invisible y por eso necesitaba la ropa para
abrigarse y las vendas para disimular el rostro que no estaba ahí.
Cuando
los Señores Hall salieron corriendo dando voces sobre el hombre invisible yo
aproveche y entre en la habitación, además de la ropa había libros y libretas
de apuntes, abrí una y me di cuenta que contenía la descripción de los
experimentos de ese hombre, de cómo había logrado ser invisible, y antes de
pensarlo mucho, tome todas esas libretas y huí con ellas.
Con
el paso del tiempo, como ya sabes, logré descifrar todas las anotaciones y
repliqué el experimento en mi mismo, para poder hacerlo conseguí financiamiento
con el gobierno, cuyos miembros vieron la ventaja de tener a su servicio a un
hombre invisible que no estuviera desequilibrado por la soledad.
Al
final Griffin se volvió loco y atacó a un antiguo compañero de clases, al
Doctor Kemp quien junto con unos peones lograron someterlo pero Griffin no
sobrevivió a las heridas que le hicieron.”
—Papá,
te llaman de la oficina.
—Muy
bien, se acabaron las historias por hoy, los agentes invisibles no se van a
entrenar solos. —Dijo el anciano guiñándole un ojo a su nieto mientras
abandonaba la habitación.
- FIN -
Consigna: Género: Infantil. Basado en la trama de «El hombre invisible».
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