Me he topado con un árbol.
Enorme, de esos que no te alcanza la vista para mirar hasta la punta. Me perdí
entre sus ramajes abundantes y sus millones de hojas, que bailan al son de una
brisa delicada. Cuando me acerco hasta su tronco noto lo importantes que son
sus raíces, que sobresalen de la tierra en algunos puntos para esconderse apenadas
cada tanto. Hace un calor infernal, pero el árbol me protege, con su sombra que
me cubre en un abrazo que no siento. Me estremece la idea que un día el árbol
morirá. O puede que lo haga yo primero. Dicen que viven muchos años, ¿no? ¿Por
qué debería irme yo antes? No lo sé.
Tampoco
sé por qué estoy pensando en su muerte. Mejor me dedico a admirarlo un poco más
antes de volver a casa.
Me he topado con un
árbol que ha perdido todas sus hojas, cubriendo el suelo alrededor, desvaneciéndose
sobre sí hasta desaparecer por fin. No lo recordaba así, pero me parece inefable
el modo en el que sus ramas apuntan a todas partes, como agujas desnudas que
buscan atacar un enemigo indescifrable. ¿Seré yo? ¿Me harás daño algún día,
árbol de mi vida? Dudo que me responda, así que me quedo un rato más esperando
escuchar su voz sin muchas expectativas.
Hoy me he ido lejos y
cuando vuelva deseo encontrarte de nuevo. Sé que no te moverás de ahí, pero aún
así te pido a gritos que me esperes, con la esperanza de que puedas escucharme.
La vida se ha hecho dura últimamente y mis días parecen más pesados. Qué digo,
no solo los míos sino los de todos. Cada minuto que pasa pienso en cómo la
estarás llevando tú. Me pregunto si seguirás creciendo con tu ritmo sereno que apenas
se percibe.
Ha sido una locura, pero
hoy he vuelto a casa. No sé cuánto tiempo ha pasado desde la última vez. Yo era
mucho más pequeño y tú pareces igual de inmenso. Me alegra verte entero, con
tus hojas danzantes. Espero que este gélido aire no te haga daño. No sé hasta
cuando pueda soportarlo, puede que tu seas más fuerte que yo.
El cielo se ha teñido
de rojo y parece solo empeorar. Papá y mamá se han ido para siempre, así como
muchas más personas, pero tú sigues allí en pie, como si nada pudiese tirarte. Ellos
volverán tarde o temprano y acabarán con todo de nuevo. Volverán con sus
grandes armas y sus cuerpos estremeciéndose de aquí para allá. Espero seguir
aquí, me tengo que ir.
Me cuesta respirar. En
lo que vi la herida lo primero que pensé fue en venir a verte. Pero te han
hecho daño a ti también y apenas te reconozco. Se me desvanece el corazón y mis
fuerzas son casi nulas. Quiero abrazarte, como la primera vez que te encontré. Muchas
de tus ramas se han caído y parte de tu tronco está hueco, pero logro hacerme
un espacio para pasar entre tus restos y desperdigarme sobre ti, mientras poco
a poco me despido de esta vida entre tus brazos de madera y tu noble corazón.
Hoy me he topado con un
niño. Me ha visto desde abajo con ojos brillantes. Con su mano como visera ha
alzado la mirada para verme detalladamente, como si se tratara de una obra
maestra. Casi siento que te conozco, pero no estoy seguro de quién eres, ni de
quién soy. Y aunque algún día el dolor será tan grande de nuevo como para
soportarlo, sé que volverás a mí.
Y lo volveremos a intentar.
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