Estoy
mirando por la ventana, el ruido de los autos al pasar por la calle empapada de
lluvia me estremece. Tal vez sea él, tal vez no. Tal vez me dejen aquí
esperando toda la mañana e incluso toda la semana. ¿Cuántos días tendré que
estar encerrada en este cuartucho pestilente? Siento el viento frío a través de
mi ropa y la humedad que se cuela en mi piel. Cada vez me acostumbro más a
vestir de esta manera. Pantalón, camisa y chaqueta de piel. Es más práctico
para mis movimientos y menos llamativo a la hora de recorrer la ciudad. La
policía me tiene fichada, sé que me buscan así que no soy tan libre como antes,
quizás por eso me asignaron este trabajo, para no tenerme rondando por las
calles.
Los
escucho otra vez. La perra esa esta gimiendo en el cuarto contiguo y su
amanerado compañero lloriquea como niñita. Me están fastidiando y sus voces taladran mi oído. Busco algo que
me sirva para ignorarlos y olvidar mi impaciencia. La cabeza me da vueltas y no dejan de quejarse. Me dan ganas de entrar en
ese cuarto y matarlos de una buena vez. Sin embargo, me han pedido esperar.
Enciendo el televisor, el sonido de la publicidad inunda
la casa, los quejidos se pierden bajo el ruido del televisor, en
la pantalla una voz en off anuncia un concierto y subo el volumen. La música
suaviza mi ira o al menos ayuda a que me concentre en algo y deje de jugar con
el mango de la espada. Poco a poco me voy envolviendo en el ritmo de las
canciones y lo sigo golpeteando el piso con el pie, enciendo un cigarrillo y me
tranquilizo.
The Kombucha mushroom people
Sitting around all day
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
Sitting around all day
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
Esa
canción es buena. Muy buena…
Dos
horas han pasado y la melodía de esa
canción aun me tiene eufórica. Escucho al hombrecillo golpear la pared con su
cabeza rompiendo el ritmo, interrumpiendo el momento. Es más de lo que puedo
soportar, el concierto ha terminado y ese idiota me lo ha echado a perder. Me
pone de los nervios, ahora mismo me escuchará, me levanto para ir a callarle.
Abro la puerta de su improvisado calabozo y él se arrastra por el suelo
despellejándose las rodillas para evitar que lo vea y se estampa contra la
pared. Es delicioso ver el miedo que inspiro en estas ovejas. Tengo el poder y
lo saben, no conocen mi nombre y no necesitan saberlo, con sólo ver mi sombra
saben que sus vida están a mi disposición y que con seguridad morirán al filo
de mi espada.
Los he mantenido encerrados por horas en esta habitación.
El que no tenga ventanas ha sido un inconveniente, sus humores han inundado el
lugar y la peste golpea mi nariz con rabia. Me dan ganas de vomitar.
—¿Por qué todos ustedes apestan a ganado? —pregunto, sé
que no comprenderán mi pregunta pero no podría importarme menos.
A pesar de las nauseas me acerco a la puta y la libero de
su mordaza. Se estremece y se contrae, sus ojos destilar terror y me dicen que
su miedo es tan grande que no soporta mi contacto. La tomo por el rostro con
fuerza y la obligo a mirarme a los ojos, levanto las cejas inquiriéndole el motivo
de tanto escándalo.
—Tenemos…hambre —dice sollozando y tratando de evitar mi
mirada.
El maricón asiente con timidez, en unas pocas horas de encierro ha olvidado la petulancia que ostentaba en esas conferencias de prensa y sesiones fotográficas. Dejo escapar una sonrisa ante la muy estimada C. May quien comienza a llorar a lágrima viva. La abofeteo y la amordazo otra vez. El licenciado De la Torre protesta tratando de golpearme por la espalda. Lo esquivo y le pateo justo en la barbilla. Maldita oveja traicionera.
Regreso frente al televisor, no hay más ruidos en la habitación contigua. Me siento en el piso mugriento con las piernas extendidas, no me importan las manchas que ahora adornan mis pantalones y recorro los canales con el control remoto en busca de más música. Después de casi media hora me doy cuenta que mi bota está adornada con la sangre del renacuajo y recuerdo como su cabeza rebotó en el suelo. Una vez más en mi cara se pinta una sonrisa y carcajadas histéricas comienzan a salir de mi boca.
El maricón asiente con timidez, en unas pocas horas de encierro ha olvidado la petulancia que ostentaba en esas conferencias de prensa y sesiones fotográficas. Dejo escapar una sonrisa ante la muy estimada C. May quien comienza a llorar a lágrima viva. La abofeteo y la amordazo otra vez. El licenciado De la Torre protesta tratando de golpearme por la espalda. Lo esquivo y le pateo justo en la barbilla. Maldita oveja traicionera.
Regreso frente al televisor, no hay más ruidos en la habitación contigua. Me siento en el piso mugriento con las piernas extendidas, no me importan las manchas que ahora adornan mis pantalones y recorro los canales con el control remoto en busca de más música. Después de casi media hora me doy cuenta que mi bota está adornada con la sangre del renacuajo y recuerdo como su cabeza rebotó en el suelo. Una vez más en mi cara se pinta una sonrisa y carcajadas histéricas comienzan a salir de mi boca.
Well I'm not there all the time you know
Some people, some people, some people
Call it insane, yeah they call it insane (sugar)
Some people, some people, some people
Call it insane, yeah they call it insane (sugar)
Está oscureciendo cuando recuerdo que las ovejas tienen hambre. Busco entre las sobras de mi comida y sólo encuentro dos panes duros y algo de agua. Suficiente para esas bestias, son mis prisioneros no mis invitados. Entro en el cuarto de nuevo, sólo para lanzarles el pan y la botella de agua, no quiero verlos. Si lo hago los mataré ahora mismo y se supone que tengo instrucciones precisas; aunque muy pocas veces sigo los lineamientos al pie de la letra. Me estoy asfixiando con la peste que sale por las rendijas de la puerta y salgo al corredor a tomar aire fresco a pesar de la llovizna. Un niño juega con un perro sujeto con una correa a un poste y entonces recuerdo que no he desatado a las ovejas y de que no pueden comer…sí que me estoy divirtiendo ahora.
Antes
de entrar tomo la mágnum que dejó Toné para mi protección. No soy amante de las
armas de fuego pero esta es poderosa. Meto la pistola en mi bolsillo y agradezco
en silencio el detalle. Toné es el único sicario que se ha ganado mi respeto.
Siempre piensa en todo, es previsor y le encanta su trabajo. Él asesina por
dinero y se divierte con ello. Yo mato porque…puedo, sólo porque sí y si no lo
hiciera me esfumaría en el espacio
De
la Torre sangra en abundancia por la nariz que ya está deforme, la guarra tiene
la mejilla inflamada y los ojos hinchados de tanto llorar. Al acercarme, ella
se estremece y una vez más quiere evitar que la toque, le desato una mano y
retiro la mordaza de ambos. Desgarro la blusa de C. May.
—Límpialo
—le ordeno apuntando a la mancha sangrante de que ahora es la cara de su ex
asistente.
Ella
obedece sin rechistar y con manos temblorosas comienza la tarea, encuentro el
pan y la botella de agua y les indico que coman. El pan es demasiado duro y el
mariquita quien perdió dos de sus dientes con mi patada no podrá comerlo. La
tipa lo comprende y espera que yo dé el visto bueno. Asiento con la cabeza. Me
divierte verla temblar. Comienza a mojar el pan con la botella de agua y a
darle pedazos de pan en la boca a su compañero. Ella que creía tener la
autoridad de manipular a las personas a su antojo, ella quien se creía superior
a los demás por sus contactos importantes,
ella quien dirigía esta ciudad con mano dura y manchada de sangre. Mirarla
ahora arrodillada, sucia e impregnada con la sangre del bastardo quien fuera su
mano derecha y que protegía son sucios intereses, es un placer indescriptible.
Saco
las balas del tambor de la mágnum, dejando sólo una. Giro el tambor con rapidez
y me acerco a ella. Pongo el cañón del arma en su cabeza y deja de alimentar al
mariconcito.
Esto
es perfecto:
—Ahora
no eres tan valiente ¿verdad? —le digo escupiendo odio— Ahora no tienes quien
te defienda y soporte tus estupideces. Dime ¿qué se siente cuando otro tiene el
control?
—Te
pido que…—se atreve a balbucear.
—No,
señora. Ahora no estás en posición de pedir nada. No eres nadie
para decirme que hacer—aprieto un poco más el cañón en su sien— ¿Quieres irte
de aquí?
Asiente.
Tiro del gatillo. La bala no está ahí, se estremece al escuchar el chasquido.
—¿Quieres
que me detenga? ¿Quieres que deje de apuntarte con esto?—pregunto disfrutando y
saboreando su temor.
Vuelve
a asentir. De nuevo se salva al son de un clik..
Coloco
la mágnum en la frente del hombrecillo quien ya no tiene fuerzas para
resistirse y trata de respirar a bocanadas, sacando burbujas sanguinolentas de
saliva.
—¿Te
gusta la manera en que la zorra esta te maneja?—acerco mi rostro al suyo hasta
que percibo el olor a sangre que sale de su boca— Si te disparo en este
instante y destrozo tu apestosa cabeza ¿Crees que ella se pondrá triste? No,
oveja. Ella se alegrará porque la bala no le tocó.
No
reacciona. Solo me mira y babea. Sonrío y disparo. Nada. ¡Estúpidas ovejas con suerte!
I play Russian roulette everyday, a man's sport
With a bullet called life, yeah mama called life (sugar)
You know that everytime I try to go
Where I really want be
It's already where I am
Cause I'm already there (sugar)
With a bullet called life, yeah mama called life (sugar)
You know that everytime I try to go
Where I really want be
It's already where I am
Cause I'm already there (sugar)
En
el corredor las gotas de lluvia empapan mi rostro y mi cabello cae sobre mis ojos mientras
maldigo el estar perdiendo el tiempo. Podría estar ahora siguiendo su rastro,
tratando de localizar a “El Pro” pero aquí me tienen, esperando órdenes. Me
pregunto que pasará con esos dos aunque casi creo adivinarlo, la perspectiva es
emocionante. Mi ración de cigarrillos se ha agotado y voy a comprar más a pesar
de detestar esa parte humana que aún queda en mi ser. Me enganché al cigarrillo
hace algunos años y como no tengo miedo de morir no pienso dejarlo. Es un
placer negro y pervertido, un mal gusto adquirido que combina perfectamente con
mi trabajo. Así que tomo algo de dinero y salgo a buscar una ración extra. Tengo
que caminar dos cuadras pero eso me servirá para extender las piernas y
tranquilizarme, si pierdo el control estoy vulnerable, si eso pasa nunca lo
encontraré.
Mientras
recorro el pequeño almacén, tomo botellas de agua, golosinas y una revista de
música. El encargado me observa con mucho interés y no aparta sus ojos de mí.
Seguramente es otro de esos estúpidos llenos de hormonas, que piensan que
cualquier mujer estaría dispuesta a quedarse de por vida con el menudo
paquetito que ocultan en el pantalón. Decido ignorarlo y controlar las ganas de
eliminarlo. Lo que menos necesito en este momento es a otro tonto
persiguiéndome.
Una
joven sale de la trastienda, saluda al encargado con apatía y éste aprovecha la
situación para dejar el mostrador y darse una vuelta, con disimulo por donde
estoy. Me concentro en la formula de los nachos sólo para evitar el contacto
visual con ese energúmeno. Despide su hedor a oveja excitada desde la distancia
y la peste cada vez me parece más insoportable. Cuando pasa detrás de mí puedo
sentir como su mirada se clava en mi trasero. Me volvería y lo mataría en ese
instante si pudiera darme el lujo de hacerlo y no hubiera cámaras de seguridad
donde quedará grabado ese sublime instante, pero debo ser precavida.
Cuando
tengo lo que necesito y el infeliz se mete por otro pasillo me dirijo a la
caja, la sonrisa tonta de la joven me tranquiliza un poco. Ver cosas tan
simples en el mundo, como la mueca carente de inteligencia que tienen algunos,
me hace recordar cuando mi vida era mucho más sencilla y no tenía que
preocuparme por matar a nadie ni esconderme. Le pido a la tontita una cajetilla
de cigarros y me los entrega sin mirarme y pronto me doy cuenta por qué. El
encargado esta justo de tras de mí aspirando mi olor, llenando mi nariz con su
hedor.
—Son
doce cincuenta—dice la chica.
Meto
la mano en mi chaqueta y saco el dinero pero también la mágnum. No recordaba
haberla traído y la saqué en completo descuido. El hombre me mira con terror y
ella retrocede al instante segura de que voy a cometer el centésimo atraco del
mes. Pago y meto de nuevo la pistola a mi bolsillo. La chica me da el cambio
totalmente sorprendida y el idiota se mantiene alejado hasta que salgo del
almacén.
Mientras
camino de vuelta a la casucha, el viento fresco me inunda los pulmones, casi me
arrepiento de haber comprado los cigarros. Siento el peso de la mágnum en el
bolsillo y como se mueve al impacto de mis pasos. Creo que cuando llegue a la
casucha llamaré al número en la tarjeta y le lo atraeré hacia mí, sé que
vendrá. No resiste la voz de una mujer “en peligro”.
The Kombucha mushroom people
Sitting around all day
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
I got a gun the other day from Sako
It's cute, small, fits right in my pocket
Yeah, right in my pocket (sugar)
Sitting around all day
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
I got a gun the other day from Sako
It's cute, small, fits right in my pocket
Yeah, right in my pocket (sugar)
Al
entrar a la casucha noto que algo ha cambiado. Hay más luz en la habitación y
la energía se siente distinta, como si el tiempo esperara y mis cabellos de la
nuca se erizan de emoción. Todos mis sentidos se ponen alertas. Mi mano se
dirige por instinto a la mágnum y localizo con la vista las municiones sobre la
mesa. Mi espada esta donde la dejé y la tomo con mano firme, metiendo las balas
de la caja en mi chaqueta. El celular vibra en mi cinturón.
—Ese
poli gaucho sabe donde estás —dice Toné y cuelga.
Es
la señal.
Entro
al cuarto donde las dos ovejas tratan de dormir y se sobresaltan al sentir el
golpe en la puerta. Levanto a De la Torre y le ordeno que se calle. Lo llevo a
la cocina colocando el filo de la katana en su cuello. ¡Vaya sorpresa! El maricón resulta ser valiente, cierra los
ojos y murmura una oración antes de que termine de cortarle la garganta.
C.
May la muy perra lloriquea más fuerte. Sé que no tengo mucho tiempo así que la
saco de los cabellos arrastrándola hasta la sala y la tiro al suelo. Ella merece dolor y debo
hacer mi arte antes de que los polis irrumpan en la casa. Según Toné, todas
aquellas personas a las que había pisoteado en estos años merecían saber que la
muy maldita había sufrido hasta el último minuto. Tomo su billetera del bolso y
la arrojo a sus pies. Se abre justamente
donde las fotografías de sus hijos nos miran estáticamente a ambas. ¿Niños? Son
sólo daños colaterales. Sólo futuros vengadores.
—¿Ves
sus caritas? ¿Ves lo sonrientes que están? ¿Llorarán por su madre? No lo creo.—murmuro
obligándola a hincarse.
—¡Por
favor…! — junta las manos en el pecho, suplicando.
—¿Ahora
ruegas? ¿Pides piedad? Eres patética.
De
un movimiento, le entierro la espada en el hombro. Grita con esa voz aguda que
me pone histérica.
—¡Puedo
darte lo que quieras! ¡Puedo prometerte que no habrá persecuciones ni …!
Con
rapidez mi brazo lleva el filo directo a su boca partiéndole los labios en un
ángulo perfecto y quedan colgando como una mueca grotesca.
—¿Sabes
lo que me gustaría? —pregunto apartando su cabello rojo de la mejilla— Qué tus
hijos vieran una fotografía de su madre con esa cara que tienes ahora — paso la
espada por su rostro, con el filo, como en una caricia. La sangre ya llena el
piso pero no importa, pronto será peor.
Pateo
su rostro con tanta fuerza que, por desgracia, le fracturo el cuello. Queda
inerte en el suelo, en una posición extraña, con los ojos mirando fijamente
hacia el techo. Otra mandíbula
destrozada y mi pulso firme como siempre. He terminado el trabajo con más
rapidez de la requerida pero, tendré que alegar a la premura de la situación.
My girl, you know, she lashes out at me sometimes
And I just fucking kick her, and then, oh baby
she's O.K. (sugar)
And I just fucking kick her, and then, oh baby
she's O.K. (sugar)
¿?
Los
sentí llegar, incluso antes de escucharlos o de verlos. Calculé que eran unos
treinta policías con las sirenas apagadas para no alertarme, como si eso
sirviera de algo. Me preparé.
Entraron
con las armas en alto, las linternas firmes, tratando de distinguir algo en la
penumbra que me rodeaba. Casi podía sentir la adrenalina corriendo por todos
sus sistemas nerviosos. El miedo a no saber lo que te espera en la oscuridad
relaja el esfínter y dos o tres de ellos estaban a punto de cagarse encima. Se
hacían señas como si no pudiera verlos. Hasta el momento ninguno había
detectado mi figura diminuta en medio de la sala, vestida de negro con el
cabello suelto, la espada en ristre.
Pasaron
a mi lado sin verme, sin sentirme. Esa es mi especialidad. Ser invisible. Uno
de ellos hizo una seña frenética y un pequeño grupo se separó de los demás para
examinar el cuerpo de la muy honorable C. May.
—¡Es
la alcaldesa!
—¿Signos
vitales?
—Ausentes.
Un
hombre de piel oscura, a quien identifiqué como el jefe por la energía y el
porte que tenía, señaló a dos y les ordenó que lo siguieran. Cuando entraron a
la cocina decidí ir tras ellos. El jefe tropezó con el cadáver del hombrecillo
y cayó sobre él. Los otros se apresuraron a levantarlo y el más gordo le puso
el pulgar en la garganta al mariconcito. Negó en silencio y los demás
entendieron que habían llegado tarde, pero no sabían que en realidad, si
hubiesen tardado un poco más habrían llegado a cenar con sus esposas.
Cuando
el jefe se volvió para darles instrucciones se encontró con el filo de mi
espada amenazando su garganta y los cadáveres de sus dos compañeros tirados a
mi lado en un charco de sangre. Abrió la boca para gritar pero al sentir que
presionaba un poco más sobre su cuello guardó silencio. Sonreí. Pude ver una
chispa en sus ojos. Esa luz que te dice que morirás y la misma que te hace
apreciar cada segundo extra que te ofrece la vida. La misma luz en la
conciencia que te muestra la belleza de lo que te rodea y te hace aferrarte a
lo que sea para no perderla. El moreno no solo apreciaba que no lo matara sin
ninguna oportunidad como a sus compañeros, sino que admiró mis habilidades de
asesina.
Sin
dejar de verle a los ojos y sin aligerar la presión de la katana rodeé su cuerpo
y él giró el rostro para no perder el contacto visual conmigo, al menos hasta
que le fue posible. Cuando quedé a sus espaldas desaté con una mano el cinturón
donde cargaba mas municiones y unas cuantas granadas. Coloqué el cinto en el
suelo, le tomé la muñeca izquierda, extendí su brazo y con un movimiento hacia
atrás le disloqué el hombro. Pude sentir como trataba de rebelarse contra el
dominio que tenía sobre él, pero le cubrí la boca con una mano y le ordené en
silencio que caminara.
Con
mi mano izquierda sostenía la espada en su cuello y con la derecha, usando la
técnica miyú, me apoderé de si brazo sano, obligándole a levantar su arma y
apuntar al frente. Era más alto que yo y más corpulento como todos. Pero yo
había sido una buena alumna, había pasado años de entrenamiento con Jideretsu y
había aprendido el arte de dominar, no
solo con la fuerza sino con la mente y mi mente es muy poderosa. Con el miyú
había logrado escapar de Okinawa, había podido contactar a Aldajaskary y lograr
muchas de las cosas que éste me había encomendado. Como secuestrar a la
alcaldesa haciendo parecer que el mariconcito de su secretario la llevaba a una
cita.
Ahora
miyú me ayudaba a silenciar al hombre frente a mí y guiarlo hacia donde yo
quería. Salimos de la cocina, unos cuantos polis custodiaban el cuerpo de la
alcaldesa como si alguien pensara en robárselo. Los demás inspeccionaban los
cuartos y pasillos, que sumidos en la oscuridad y el silencio parecían trampas
para cualquiera que no conociera la casa. En silencio nos acercamos a uno de
los hombres que inspeccionaba el bolso de C. May y sosteniendo su mano derecha
obligué a mi presa a que le disparara en la cabeza. Cerró los ojos y obedeció.
Los sesos de su colega volaron en pedazos, empapando a su compañero quien miraba
sorprendido como su capitán acababa de asesinar a un policía.
Sin
temblor en la mano, mi rehén le disparó de nuevo y la bala penetró en el pecho
de otro hombre quien cayó con los ojos abiertos mirando a la pequeña mujer que
sonreía detrás de su jefe. Vaciamos el
cargador en contra de los otros en la sala. Todos murieron al instante gracias
al pulso extraordinariamente frío que tenía mi presa y a mi dominio, bueno,
tengo que reconocerlo, el jefe de la policía era muy buen tirador, casi me
arrepentía de tener que deshacerme de él. Sentí que los otros polis dispersos
por los cuartos de la casucha se movían. Se acercaban en alerta debido a los
disparos y gritaban instrucciones tratando de ordenarse. Detuve el miyú dejando
al capitán desorientado y casi inconsciente y se sentó en el suelo. Pasarían unos
minutos antes de que tomara conciencia de lo que había pasado y de lo que él
había hecho.
Me
coloqué frente al pasillo principal con la espada en alto. Cuando el primer
policía entró en la sala se desató el infierno. Recuerdo que reía a carcajadas
mientras le cortaba las manos, al que le siguió le rebané la garganta. Los
siguientes gritaron a los demás, que estaban bajo ataque y que se solicitaran
refuerzos. Ninguno de ellos tuvo oportunidad siquiera de hablar por radio.
Mi
espada era veloz, certera y mis movimientos fluían siguiendo el ritmo del río
como siempre. Me dispararon, sentí las ráfagas de aire caliente que precedían a
los proyectiles y supe que tres policías trataban de ubicarme en medio de la
oscuridad, esquivé las balas desviándolas con la katana. Los que se atrevieron
a abrir fuego contra mí, se arrepintieron justo antes de morir. Mi cuerpo se
deslizaba por la sala a una velocidad increíble y a pesar de tanto tiempo de
incatividad. Apoyé las puntas de los pies balanceando el cuerpo hacia el
frente, giré la muñeca y les corté los brazos a la altura de los codos. Los
tres cayeron al suelo sin creer lo que veían. Sus manos, que aún sostenían las
pistolas, estaban tiradas en el piso.
Con
los brazos extendidos para hacer equilibrio, crucé la sala hasta llegar a donde
cinco policías me apuntaban con sus armas desde varios ángulos pero yo estaba
en medio de todos así que no podían disparar sin herir a alguno de ellos mismos.
Gritaban y me ordenaban que me rindiera. Podía ver el terror en sus ojos y sentir
la adrenalina en sus movimientos. Se sabían vulnerables ante mí. Reconocían mi
poder.
People are
always chasing me down
Me
incliné hacia delante y con la mano derecha apoyé el peso de mi cuerpo en el
suelo al momento en que corté la pierna derecha de un rubio muy alto…
Trying to push my face to the ground
Otro
me tomó de los cabellos y tirando de ellos trató de doblegarme, le pateé en el
estomago cuando bajo la guardia al pensar que me tenía derrotada, cuando me
soltó por la fuerza de mi pie, le corté la cabeza…
Where all they really want to do
Is suck out my mother fucking brains, my brains (sugar)
Is suck out my mother fucking brains, my brains (sugar)
La
única mujer que iba con ellos tuvo el valor de acercarse a mí por detrás, saltó
y se colgó en mi espalda tratando de inmovilizarme. Al momento, los otro dos se
adelantaron con las armas en alto tratando de vencerme. Extendí mi brazo hacia
el frente, el rostro de ambos policías se partió por la mitad. Conseguí lo que
quería. La mujer, al ver lo que pasaba con sus compañeros, disminuyó la fuerza
con la que trataba de doblegarme y aproveché para lanzarla contra la pared con
el brazo izquierdo. Pude escuchar que su cuello se partía al rebotar hacia el
piso.
El
capitán movía la cabeza de un lado al otro tratando de sacar de su mente la
imagen fantasmal de la orquídea, que es
mi proyección en el miyú. Hizo lo posible por ponerse de pie sin lograrlo y sin
dejar de ver en sus retinas a la hermosa y delicada flor. Aún el poder de la
técnica de Jideretsu hacía presión contra su cerebro sin dejarle reaccionar y
casi resbala. Me acerqué a él y me miró con los ojos extrañados, ausentes y
asustados. Me puse en cuclillas y encendí un cigarro. Le ofrecí uno por
cortesía. No negó ni aceptó uno, así que lo puse en los labios y lo encendí. Lo
escupió cuando se dio cuenta de que estaba sentado sobre el cadáver de un
policía y entonces, antes de que recordara que él había disparado contra
algunos de sus amigos, lo maté.
The Kombucha mushroom people
Sitting around all day
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
Who can believe you
Who can believe you
Let your mother pray (sugar)
¿?
La
luz de la luna se filtra por la ventana ahora que la lluvia ha terminado. Mi
propia sombra parece extraña. Cada vez menos humana, cada vez más etérea. La
ira que me invade hace que mis labios tiemblen. Me siento tan furiosa que creo
estar a punto de llorar y me tallo los ojos con el dorso de la mano embarrado
desangre. ¿Todo esto vale la pena?
I sit, in my desolate room, no lights, no music
Just anger, I killed everyone,
I'm away forever, but I'm feeling better
Just anger, I killed everyone,
I'm away forever, but I'm feeling better
Sentada
en el suelo, con la espalda apoyada en la pared y mis brazos abrazando mis
piernas, pienso en la siguiente tarea que me espera. Quizás sería bueno volver
a mi escondite o desaparecer del mundo por algunos días. Acabo de matar a la
alcaldesa, a su afeminado secretario y a casi treinta policías sola. ¿Por qué?
Esa respuesta no la tengo y creo que nunca la tendré. ¿por qué estoy aquí
todavía? Vendrán dentro de poco, he causado tal revuelo que los vecinos han
salido en estampida. Sólo quiero saber la verdad pero esa verdad está guardada
en un cofre de oro con flores de alabastro esculpidas en la tapa, en lo más
profundo de mi ser. Es mi esencia desde que tengo uso de razón. La quemadura en
mi mano derecha me recuerda que lo bello está prohibido para mí. Soy una asesina. Punto. Sé que te encontraré. Punto.
How do I feel, What do I say
Fuck you, it all goes away
How do I feel, What do I say
Fuck you, it all goes away
Fuck you, it all goes away
How do I feel, What do I say
Fuck you, it all goes away
He
matado desde que tengo memoria. Una muerte mas o una menos no influye en mi
universo. Estoy perdida más allá de lo conocido. Estoy mas lejos de lo que
quiero, y es difícil de reconocer. Cómo me siento y lo que digo al final
desaparecerá. Cómo me siento y lo que digo, jódete, desaparecerá.
Sólo
un recuerdo me ata a este mundo. Un beso.
How do I feel, What do I say
In the end it all goes away
How do I feel, What do I say
In the end it all goes away
In the end it all goes away
How do I feel, What do I say
In the end it all goes away
Sugar ©Carmengtz
Septiembre de
2006_ reeditado para “El profesional” Julio 2012
¡Wow!
ResponderEliminarFantástico...
Violencia al por mayor redactada de una manera tal, que no podés dejar de meterte en la piel de la protagonista y vivir todos sus sucesos como propios. Genial, maravilloso.
¡Y pobre "Pro"! La que le espera, uhhh.
¡Felicitaciones, querida Carmen!
Excelente...
Gracias Juanito.... es que estaba muy enojada cuando lo escribi! jajajajaja!
EliminarMuy bueno Carmen!!! Me encanta como describiste todas las escenas, los movimientos. genial! Felicidades. Cami.
ResponderEliminarGracias, Cami! a ver si ya te registras pa´ que no queden anonimos tus comentarios.. jajaja! No es mucha sangre??
EliminarHola carmen, quiero primero que todo, felicitarte por lo bien que escribes, es un don que siempre he admirado y con el cual siempre he soñado, pero que lastimosamente no poseo y que me deja en el lugar del simple lector. Soy un gran aficionado de los samurais y como no de los ninjas y todo lo que rodea la cultura japonesa y su época feudal. Solo quiero que sepas que me has regalado unos grandiosos minutos de entretenimiento, me has transportado a ese mundo y me has hecho vibrar con esa personalidad tan oscura de la prota y sus increíbles movimientos y habilidades, y como no, quedo con la esperanza de que esto solo sea un fragmento de una historia mucho más larga. Quiero saber más de esta enigmática asesina que no tiene escrúpulos a la hora de desmembrar, diseccionar, dislocar y torturar, a su prójimo, pero que se impulsa a seguir viviendo una vida sin sentido por el recuerdo del beso de alguien. Que clase de persona será ese alguien? Espero no me dejes con la duda. Gracias.
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