Por Soledad Fernández.
Consigna: Aventuras
Consigna: Aventuras
Texto:
Todos saben que la debilidad de los ogros es la jalea real.
1- El príncipe
—Contame qué pasó anoche, Danilo —me dijo la Ogra Mayor.
Yo soy el príncipe Danilo. Mi mami es la reina Sad. Anoche viví la
aventura más grande de mi vida. Me dio mucho miedo, pero tenía que ser
valiente. Siempre fui valiente.
Ayer a la noche mamá me dijo: "Vamos, ya es hora mi bebé". Y
yo le contesté como siempre "Príncipe Danilo, mami." Tenía mucho sueño
pero me levanté igual porque mamá me había dicho que una noche íbamos a
escapar.
—Sí. Vamos mi príncipe. Es hora
de irnos de este castillo. —me contestó.
Yo vivía con mamá en el gran Castillo del Norte. Estábamos prisioneros
desde siempre, lejos de la familia real y de los amigos de mamá. El rey de ese
castillo, el Ogro Angry, era quién nos mantenía prisioneros. Era muy gordo, muy
feo, muy malo. Los dos le teníamos miedo, pero yo sabía que mamá era la que
sufría más. Ella soportaba lo peor, por mí. Porque me protegía de las maldades
del rey.
Habíamos planeado durante mucho tiempo aquella huída. Yo estaba ansioso
por irme, aunque me gustaba mucho mi castillo. Me gustaba merendar en el parque
que estaba atrás porque era pacífico. En las tardes nos sentábamos debajo de un
enorme árbol lleno de frutos maduros y ahí mamá me contaba historias de cuando
ella era pequeña, mientras tomábamos té con galletas. Me contó que había sido
la doncella más feliz y libre del universo. Hasta que conoció al Rey Ogro. Mamá se ponía muy triste cuando me contaba de
esas épocas. Y yo sufría también.
—¿Cómo se hace para escapar de un
rey Ogro, mami? —le pregunté una vez.
—Bueno, todo el mundo sabe que
los ogros son muy sensibles a la jalea real, mi príncipe. Ellos, cuando la saborean,
se hinchan todo, les salen unos tubérculos enormes en la cara y en el cuerpo y
hasta pueden explotar.
—¿Y por qué no lo usamos mami?
—Porque la jalea real es muy
difícil de conseguir
Era necesario encontrar la jalea. Yo estaba seguro de eso.
Aquella noche, la del escape, todo fue muy raro. La reina estaba agitada
ya al despertarme y yo me asusté. Porque el plan no estaba del todo diseñado.
Faltaban detalles muy importantes como el carruaje que nos esperaría para
llevarnos a otro reino. O las valijas que debíamos preparar para poder vestir
acorde a nuestro linaje. Incluso el dragón que yo tenía de mascota aun no
estaba entrenado para lanzar llamaradas en caso de ser necesario. O volar para
salvarnos.
Pero ella estaba segura de que ese era el momento. Ya habían pasado
muchas noches de gritos y llantos. Ya no aguantaríamos más. Ella sabía que el
ogro nos mataría pronto. Yo sabía eso también.
—Vamos hijo, apurate —recuerdo
que me dijo y yo agarré mi oso de peluche y en pantuflas nos escabullimos en
silencio.
El ogro dormía, o eso me pareció al pasar por su torre. Hacía unos
graznidos raros y mamá se asustó bastante. Por un momento se frenó y dudo.
"Vamos", le susurré y ella retomó la huida. Bajamos las escaleras
cuidando a cada paso no hacer ruido. Sin embargo rechinaba y el sonido parecía
retumbar por todos lados. Escuchaba la respiración acelerada de mamá que me
agarraba fuerte la mano. Eso me ponía nervioso porque demoraba todo.
Finalmente llegamos al comedor. Solo se escuchaba el tic-tac del reloj.
Caminamos entre mis juguetes tirados y cuando estábamos saliendo, sin querer
pisé uno de ellos que sonó estrepitosamente. Nos frenamos en seco y escuchamos.
Los tic-tacs parecían más lentos. Mi corazón latía y latía rápido, en mis
oídos. Y entonces escuchamos un quejido. El ogro se había levantado y estaba
bajando las escaleras. "No puede ser, tomó el agua", dijo mamá que le
temblaban las manos, pero con esfuerzo pudo abrir las puertas del castillo. Y
salimos.
Estaba muy oscuro. No había luna y hacía bastante frío. Mamá corría y me
arrastraba por el parque. No miraba atrás. El castillo que me había visto
crecer se hacía cada vez más pequeño y yo sentí angustia de dejar ese tiempo
atrás.
—Yo te cuido, mami.
Ella se frenó en seco y me
observó. Algo en su mirada cambió de pronto. Me abrazó fuerte, muy fuerte.
—No mi príncipe, no necesito que
me cuides. Ese es mi trabajo, cuidarte a vos para que seas feliz. No te
preocupes vamos a estar bien.
Me besó en la frente y avanzamos unos metros solo para encontrarnos
rodeados por varios ogros que llevaban antorchas en sus manos.
—Deténgase, señora —gritó uno de
ellos apuntando la antorcha a mamá mientras que otro preparó su arco y flecha
para disparar.
******************
2. La triste reina Sad
—¿Por qué estaba huyendo, señora?
—Usted no entiende...
—No, no entiendo... a ver...
recibimos una llamada desde su casa, pidiendo ayuda. Un hombre, un compañero de
nuestra fuerza, llama pidiendo ayuda. Cuando llegamos lo encontramos ¡muerto!
—el policía golpeó la mesa con violencia y Sad se sobresaltó.
—Yo...estaba vivo cuando me fui.
Él quería...me quería... —Sad ahoga un llanto —Sólo le di su botella de agua
con un somnífero. Todas las noches toma su botella de agua. La preparo y Danilo
se la lleva. Él lo desea...deseaba así.
—¿Por qué estaba por huir,
señora?
—Solo quería dormirlo...así
podíamos irnos para siempre—. Sad estaba nerviosa y repetía a cada rato que
sólo quería dormir a su esposo.
—¡Señora! ¿Por qué quería
escapar?
Entonces, Sad levantó su remera y el policía observó múltiples
hematomas. Tenían diferentes colores y tamaños. Todos ubicados en zonas del
cuerpo en las que la ropa cubría. El policía se agarró la cabeza y entendió
enseguida que el marido la golpeaba a diario.
El policía le sacó fotos de frente y de perfil, le tomó las huellas y
escribió largo en su reporte. Luego la hizo esperar afuera, en un banco de
madera duro y frío, a que le entregaran sus cosas y su hijo.
—¿Ya nos vamos mami?
Sad observó a su hijo. Era un guerrero en ese momento. Se le notaba
cansado, con su peluche sucio y la ropa hecha jirones. Los pies calzaban
pantuflas llenas de barro. Era menudito, indefenso. Sad lo abrazó fuerte y
lloró desconsolada.
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3. El heredero del reino
—Qué suerte que escapamos de ese
país de ogros, ma.
—Hijo, era una comisaría...Vení,
tengo que contarte algo. —Sad respiró hondo tomando coraje y habló —Papá se fue
al cielo ¿sabés?
Mamá me acarició la cabeza. Creo que ella esperaba alguna reacción mía.
Un llanto quizás. Enojo, tal vez.
—Entonces ¿por qué nos quedamos
acá? —le pregunté.
Yo no quería estar ahí. Mis cosas estaban en el castillo, en mi
castillo. Ahora nos quedábamos en un horrible establo. Había olores espantosos
y no teníamos las comodidades apropiadas a la realeza.
—Esto es un motel, hijo. Por
ahora nos vamos a quedar acá.
—Yo quiero que volvamos a nuestro
castillo, mami.
—No podemos
—¿Por qué no? El ogro ya está
muerto. Yo lo maté, mami. Yo te salvé, ahora tenemos que volver. Extraño a mi
dragón y mi cama.
Mamá me miró horrorizada. Sus
ojos tenían una mezcla de decepción y amargura. Y enojo. Habíamos pasado la
mayor aventura de nuestras vidas, todo había salido bien y ella solo se
agarraba la cintura y caminaba de un lado para el otro. Nerviosa, casi histérica.
—¿Cómo que lo mataste, hijo? —me
preguntó sin mirarme.
—Príncipe Danilo, mami. Vos me
dijiste que los ogros son sensibles a la jalea real. Yo encontré mucha en un
estante y se la puse en su botella de agua. Esa que toma siempre.
—Pero no había jalea en casa,
hijo.
—Usé algo parecido, mami. Un
frasquito que tenía un cráneo de pirata y decía "Veneno. No manipular
frente a niños". Yo soy grande y sé leer. Eso tenía que ser suficiente. Te
salvé mamita, ahora volvamos al castillo, ¿sí? ¿Ahora soy yo el rey no? ¿Verdad
mami? Como el ogro ya se murió, el rey soy yo ¿no? Contestame, mami.
Contestame.
Todos saben que la debilidad de los ogros es la jalea real...aunque el
veneno también puede funcionar.
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