Carla era
conocida en su barrio por muchos apodos, pero el más antiguo de ellos, el que
la perseguía desde la infancia era “Ricitos de oro”. Su abundante melena rubia,
casi albina, repleta de ondulaciones que recordaban a las olas del mar, la convertían
en blanco para muchos diminutivos. Pero ella, chica que había mamado de las
leyes y los protocolos callejeros era una mujer curtida en los quehaceres de la
mala vida. Muy pronto el destino la puso
en evidencia y su resolución, tomando el camino más fácil, fue el vandalismo y
la ratería. Parece ser que se nace con un don especial, cada individuo tiene un
talento o cualidad innata que realiza sin esfuerzo. Carla, “Ricitos de oro” era
magnifica abriendo cerraduras, candados y toda clase de artilugios con un
mecanismo de cierre y apertura. Podía sajar cualquier puerta con cualquier cosa
que tuviera a mano. Alambres, ganzúas, horquillas para el cabello… Y si eran cajas de seguridad con
claves digitales podía hackearlas sin problemas… Su labor era requerida por
muchos ladrones y bajamaneros cuando en sus saqueos conseguían alguna caja
fuerte. Su comisión de antemano era de un 15 por ciento del contenido. A veces el premio era suculento y
otras, cuando al fin se abría, las caras eran el vivo reflejo de la decepción.
Se encontraba en
aquel cibercafé jugando unas partidas al “Galaga” su video juego vintage
favorito de la serie “mata marcianos”. Estaba instalado en una máquina adornada
con unas ilustraciones de extraterrestres hiperrealistas y se hallaba en una de
las esquinas del local.
Justo cuando en
la pantalla aparecían aquellas fatídicas letras rojas “Game over” e iba a introducir otra moneda
escuchó la conversación entre dos individuos que apoyados en la barra bebían
botellines de cerveza.
¬…La familia que se ha mudado a la casa azul
del bosque dicen que pertenece a la aristocracia¬ dijo uno de los chicos, con
el cabello anaranjado como una zanahoria, mientras limpiaba su botellín con una
servilleta¬ ya me he puesto en contacto con el jefe para concretar el día y la
hora.
¬Va ser un golpe
magnífico…Esas familias pijas siempre van cargadas de su joyas y mucho dinero
en metálico ¬ intervino su compañero, cuya cabeza afeitada brillaba bajo los
tenues focos de la barra¬
¬ Creo que el
jefe nos dará este golpe a nosotros. Nos llevaremos una buena comisión.
¬ ¿Tienen
seguridad?¬Le preguntó mientras apuraba su cerveza y le hacía señas a la
camarera para que trajera otra ronda ¬
¬Las primeras
noticias que tengo es que de momento no¬ apuntó el pelirrojo ¬ será mucho más
fácil.
“Ricitos de oro”
escuchaba con atención disimulada, mientras echaba monedas a la máquina
recreativa. Un brillo en los ojos y una sonrisa imperceptible se dibujaba en su
cara pecosa.
¬Según mis
informaciones son dos hermanos y su madrasta. El padre casi siempre anda
ocupado con las labores de su trabajo para una embajada ¬continuó el pelirrojo
¬
¬Mandaremos a
uno de nuestros chavales por los alrededores de la casa para que nos informe
cuando está la casa vacía ¬propuso el de la cabeza rapada ¬
¬Muy buena idea
compadre… ¿Nos vamos? Voy a echar raíces en este jodido garito ¬ dijo apurando
la cerveza de un trago ¬
Carla les miró
de reojo. Ellos sólo le dedicaron una leve mirada a su trasero que se marcaba
en sus mallas rosas cuando pasaron junto a ella. En ese instante había
conseguido pasarse de plataforma y la pantalla se volvió loca con unas luces de
colores y una música estridente.
No iba a dejar pasar tan estupenda
oportunidad. Tenía la información necesaria e iba a dar el golpe ella sola. No
tendría que repartir con nadie y el botín podría ser sustancioso.
Dejó que las
naves marcianas acabaran con su última vida y se marchó de allí resuelta y
segura de lo que tenía que hacer.
Casi anochecía
cuando se apeó del autobús urbano que la dejaba más cerca de la parte del
bosque donde se hallaba la casa. Un carril de gravilla se internaba entre los
árboles y se introducía en la masa forestal. De vez en vez alguna alquería o
algún que otro chalet se levantaba a los bordes del camino. Las lanzas de humo
de las chimeneas y las luces en las ventanas
advertían cuales viviendas estaban ocupadas.
Sabía
perfectamente donde se encontraba la casa. La había visto más de una vez
mientras paseaba con su bicicleta de montaña. Era una construcción al estilo de
las viviendas del norte, con los tejados muy empinados y un aspecto sobrio y
severo. Lo que más llamaba su atención era el color azul de la fachada con el
cual el primer propietario había pintado la vivienda. Un tipo huraño y dedicado
al mundo del arte.
Así, entre la
arboleda con sus tonos ocres y verdes destacaba aquella casa como una
ensoñación surgida de cualquier cuento. Los actuales propietarios, la familia
Pevensie, eran los terceros dueños. Tras varios meses en los que la casa estuvo
en venta se habían hecho con la propiedad por una cuantía generosa, que de
seguro disfrutaban los herederos de la dueña. Una mujer viuda y sin
descendencia.
“Ricitos de oro” se detuvo en la bifurcación
que en la parte derecha del camino conducía a la casa. Llevaba encima una
pequeña mochila con las herramientas necesarias para su labor. Las luces de la
vivienda estaban apagadas. No había coches en las inmediaciones. Sin dudarlo
tomó el pequeño pasaje hacia la casa.
La cerradura
cedió al segundo intento. La puerta se abrió con un crujido que parecía un
lamento. Carla encendió su pequeña linterna de mano y la oscuridad la
absorbió…El aroma a muebles viejos se fue adueñando de ella. Comenzó a caminar
por las amplias habitaciones del piso buscando su objetivo. Extrañamente los
ricos eran muy cuadriculados y siempre encontraba las cajas fuertes con el
dinero en metálico en el piso de abajo. En las habitaciones de la parte de
arriba casi siempre encontraba los joyeros con las piedras preciosas.
Entró en una gran
biblioteca. Alzó la linterna de arriba abajo admirada por las inmensas
estanterías repletas de libros. Seguro que alguien entendido en esos temas
podría sacar una buena suma por algunos de aquellos ejemplares.
Su instinto la llevó
hasta un pequeño zapatero. Lo apartó con algo de esfuerzo y el haz de luz
iluminó la caja fuerte. Una sonrisa se le dibujó en sus bezudos labios. Se
despojó de la mochila y sustrajo sus herramientas.
Ellos llegaron
tan silenciosos que la chica no se percató de sus presencias hasta que los tuvo
encima.
¬ ¡Vaya, vaya,
que tenemos por aquí, parece que una rata ladrona ha entrado en nuestra casa!¬
bramó una señora elegante de cabellos rubios como la paja¬ Creo que este
bichejo merece un escarmiento. ¿No es cierto chicos?
¬Por supuesto
Jadis. ¬ contestó un chico espigado, vestido elegantemente¬ Lucy, las llaves
del sótano.
¬Si Edmud, en un
santiamén.
“Ricitos de oro”
estaba perpleja. No podía ni hablar. El chico, atractivo y con cabellos de
color azabache se le acercó y con un rápido movimiento la redujo.
¬ ¿Pero ¿qué
haces, gilipollas?
¬Tú te vienes
con nosotros. ¿Te gusta jugar? ¬ Le susurró al oído la mujer rubia.
La condujeron a
un subterráneo amplio. El chico la había atado las manos con unas presillas.
Comenzó a gritar presa de un pavor inconcebible.
¬ Grita cuanto
quieras pequeña zorra, aquí no te oirá nadie ¬ dijo sonriendo Lucy meciendo su
melena castaña, mientras su hermano cerraba de golpe la trampilla del sótano ¬
Carla pasó de
los gritos de auxilio y maldiciones a los llantos implorando a sus captores.
Miró a su alrededor. En línea recta había una mesa. Sobre la mesa tres tazones
de leche humeante, cada uno de un tamaño y un plato con galletas. A continuación
en fila de uno había tres camas de estilos y formas diferentes. Al final, en un
rincón de la pared hollaban tres sillas puestas en círculos, cada una de un
tamaño distinto… Siguió con la mirada
analizando cada parte del habitáculo. Había extraños aparatos anclados en la
pared, del techo y del suelo. Poleas, cuerdas, látigos de cuero con puntas metálicas, punzones, tijeras,
cuchillos de tamaños diversos, mascaras con facciones horribles... Un
variopinto mercado de la locura y el espanto.
¬Esto es muy sencillo asquerosa sabandija
¬comenzó Jadis con cierto aire diplomático¬ Vamos a jugar a un juego.
Comenzaremos con la “Merienda fabulosa”. Ahí delante tienes tres deliciosos tazones
de leche. Cada uno de ellos tiene en su interior una leche exquisita de primera
calidad y uno de ellos un ingrediente secreto. ¿Serás una zorrita con suerte?
¡Edmud, quítale las presillas y acércala a la mesa!
¬ ¡No pienso
beber ni una gota! ¬aulló la chica presa del pánico ¬
¬Pequeña Lucy
nuestra invitada necesita un incentivo. Trae el revólver. Si no hace lo que le
pedimos métele un balazo en la nuca.
¬Si madre, será
un autentico placer ¬ dijo la chica abriendo un pequeño armario y cogiendo una
reluciente pistola ¬
¬ ¡Ahora elige
un tazón y bebe! ¬ ordenó Edmud con autoridad ¬
Con el cañón del
arma en su cabeza y los ojos anegados de lágrimas “Ricitos de oro” comenzó a
beber sorbos del tazón elegido. Los tres anfitriones la miraban extasiados. Con
los ojos muy abiertos. Cuando acabó con el último buche de leche esperaron unos
instantes y la elegante mujer rubia comenzó a aplaudir de forma sarcástica.
¬ ¡Bravo, bravo,
nuestra cucaracha ladrona se ha salvado! Cariño, uno de los tazones contenía un
potente veneno que te habría reventado el estómago. Parece que eres una niña
afortunada… Pasemos a continuación con la siguiente y divertida prueba: “Debajo
de las sabanas” Es muy sencillo. Escoge una cama. Cada una debajo de sus
confortables sabanas guarda un secreto… Lucy ni que decir queda que si no
obedece se acaba el juego.
La condujeron
hacia donde se encontraban los lechos. Una de las camas era muy ostentosa, de
maderas firmes y recias, la otra estaba construida en forja. Eligió la más
pequeña, una cama de niña con dibujos de sirenas en su cabecero. Obligada por
su captora que no dejaba de apuntarle a la cabeza se introdujo en el lecho. De
repente sintió que algo le rozaba los pies y comenzó a gritar con
desesperación. Intentó huir de allí pero los dos hermanos no la dejaron salir
de la cama. Esperaron un instante y voltearon las sabanas. Estaba repleta de
enormes cucarachas.
¬Estoy muy
sorprendida. Salvada de nuevo, no era la cama donde estaba la mamba negra y su
picadura letal. Magnifico ¬dijo Jadis un poco contrariada ¬ He de decirte que
mi querido esposo es el que ha preparado todo. Nosotros no sabemos donde se
hallan las cosas especiales, así es más emotivo... Última prueba: “Corrientes
circulares”. Escoge una silla. Esta vez te diré lo que pasará querida amiga.
Una de ellas está activada a la red eléctrica con su consiguiente descarga
mortal. Tuyo es tu destino.
“Ricitos de oro”
se detuvo en seco y esta vez Edmud la forzó a avanzar. Lucy comenzó a reírse de
forma escandalosa.
¬ ¡Miradla se
está meando la muy cerda!
¬ Ja… además de
ratera es una cochina ¬ rió el chico mientras la ponía en el centro del circulo
que formaban las sillas ¬ Vamos selecciona una silla guarra, que peste por
Dios.
Se sentó en una
de las sillas, ya no le quedaban lágrimas. Sólo buscaba piedad en aquellos
ojos.
Edmud se acercó
a un interruptor en un cuadro eléctrico y antes de levantar una de las palancas
que estaba bajada cruzó los dedos de su mano izquierda. La subió de golpe, la
luz parpadeo un par de veces…
Fuera en lo más
profundo del bosque las alimañas de la noche estaban al acecho de los pequeños
roedores… la casa solo era una masa informe en medio de los árboles. Todas sus
luces estaban apagadas, todo era silencio en sus alrededores. Un delicioso
dulce para los ladrones. Un golpe fácil, sin complicaciones…
– FIN –
Consigna: Deberás
reescribir «Ricitos de Oro». La trama debe transcurrir en la actualidad. Y
deberás incluir dos protagonistas de la saga «Las Crónicas de Narnia».
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