Por Ana C. Guerra.
Un vaso de whisky, un hotel diferente. Es más que suficiente para pensar en ti. Una noche de mayo, con el mar a mi lado. Es ya tarde y tus ojos siguen allí. Y es que son ideales para perderse en ellos. Y es que uno no aprende ni vivo ni muerto. Son las seis de la tarde, toco enfrente del puerto y no consigo sacarte de mí ni olvidarme de ti.
Un vaso de whisky, un hotel diferente. Es más que suficiente para pensar en ti. Una noche de mayo, con el mar a mi lado. Es ya tarde y tus ojos siguen allí. Y es que son ideales para perderse en ellos. Y es que uno no aprende ni vivo ni muerto. Son las seis de la tarde, toco enfrente del puerto y no consigo sacarte de mí ni olvidarme de ti.
La canción se repite en
mi cabeza, un malestar estomacal que ha tomado residencia permanente en mi
cerebro y vomita todo el día y toda la noche. No vomita comida, sino recuerdos.
Pero el vómito es el vómito y puagh. Asco.
- No puedes llamar
vomito al amor verdadero.
-Puedo llamarlo como se
me da la gana!
-Love was the thing back then. Now it is so not
in!
Las voces en tu cabeza
pueden ser muchas cosas. Extraterrestres, contactando a tu planeta, o espíritus
del más allá que se aburren del silencio de la tumba. Puede ser la voz de tu
genio, alentándote a no rendirte, ya que estas cerca de celebrar esa inminente
victoria por la que has luchado toda la vida. Puede ser la voz de tu madre,
animándote, diciendo que lo lograras, la voz de tus imágenes perfectas,
diciéndote que eres un perfecto mediocre y que todos los demás son mejores que
tú. Mis voces no son nada tan interesante. Siempre está la voz de la grosera.
Esa que dice mil groserías cuando se molesta, o cuando se quema el dedo. Esta
la bilingüe, que dice todo en otro idioma y la romántica que se enamora de todo
el mundo. Todas las personalidades del mundo y luego estoy yo. La personalidad
con menos personalidad del mundo.
Mis otras personalidades me gritan todas a la vez cada vez que digo esto. Con tanto ruido en la cabeza... quien puede pensar en algo más que en quedarse calladita. En fin.
-Puros malditos cuentos.
-You have to be kidding.
-A esta le falta es cariño.
Luego toca ver lo que hacer una voz
insonorizada en la cabeza. - ¿Sera mucho pedir dos minutos de silencio?
-Se callan. Ustedes malditas se callan y
nos dejan a las dos. Yo a esta la arreglo de dos patadas.
Yo mejor sigo a lo mío. Esta loca es
capaz de molerme a palos. Le tiene cero consideraciones al hecho de que somos
una sola persona.
Tanto escuchas todas mis voces me tiene
harta. Yo me largo.
Me voy a beber y a ustedes que el whiskey las entretenga.
Creo que sería más fácil caer en el
cráter de un volcán que siempre estar cayendo en el recuerdo de tus ojos. Igual
quema. Pero, en fin, vamos que pasa con un vaso de whiskey. O dos.
Con mi nueva botella de alcohol barato
me siento en el puerto, a acariciar mi guitarra y a pensar en ti. Van pasando
los usuales y algunos turistas, que me miran y algunos otros que pretenden no
ver.
Mi guitarra me arrastra y mi voz la
acompaña. Es mi otra personalidad. La que se quedó por allá donde la dejaste
amarrada.
En fin. Una moneda cae en mi vaso y mi marinera interior maldice en varios idiomas.
-¡Que no estoy pidiendo dinero!
Miro mi trago y no puedo hacerme
botarlo. Es que es Whiskey. Ahora mismo sabe a capitalismo, pero bueno, peores
cosas he tomado.
-Salud!
- Esta loca nos va a matar a todas. ¡Tan
joven y sin haber amado!
-Una infección señorita idiota. ¿Una
infección y a donde vamos a parar todas?
- Gross!
Mientras la canción continua y la
marinera arde en silencio, la romántica lamenta los amores que nos habrán
faltado por conocer y la bilingüe murmura sobre los peligros de la vida, los
turistas se pierden en el puerto, seguidos alegremente por unos cuantos
carteristas y embaucadores, vendedores y masajistas autodidactas. Los barcos
van y vienen y mis pensamientos también.
Pienso en volverme al hotel, otro cuarto
de hotel en otro puerto de otro lugar en el que escapar.
-
Pero el maldito vive acá dentro, so boba, ¿cómo vamos a escapar?
-Buen punto.
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