Nunca sabía dónde
detenerse, no hacía el menor intento por calmar sus ansías de hacerle daño a
quien fuera, era un ser equiparable a una serpiente venenosa roja y
ensangrentada, los cuernos de su cabeza resaltaban en su apariencia, portando
un traje que le daba un aire de elegancia, corbata de moño, una barba que
terminaba en pico, la cara tan alargada, orejas puntiagudas, extremada
delgadez, todos le temían al verlo, y nadie se salvaba de ser lastimado o de
morir entre sus manos, incluso aquella niña pura e inocente, la cual osó
mirarlo a los ojos y creyó fielmente en su “bondad” disfrazada, pobre niña,
pobre alma, él la ha tomado sin piedad y se ha regodeado de su triunfo, pues él
nada perdería, solo ella que nada sabía que tras de esa “caballerosidad” y amabilidad existía un ser obscuro, astuto y
visceral, manipulador y embustero.
Bien su madre se lo había
advertido a esa tierna criatura, al decirle: ¡No puedes ni debes de hablar con
extraños! ¡jamás!, y ahora en el pueblo todo mundo habla de aquel
acontecimiento, y durante años seguirán hablando, la historia irá de boca en
boca, año tras año, este relato de aquella niña pura que solo anhelaba un
vestido de fiesta, y un poco de helado.
Nunca antes le había
sucedido nada a criatura alguna en aquel lugar, pues todos suponían ser padres
responsables, por que cuidaban a sus vástagos, tanto que solo iban de su casa a
la escuela, y del parque a sus hogares. No había modo de fallar en su cuidado,
y éste acontecimiento provocó un cambio
en los hábitos de la gente, llenando de lágrimas a los padres de la niña y de
todo aquel que escuchaba tremenda atrocidad, y de ningún modo dejaron los
progenitores, salir a sus hijos de noche, mucho menos de madrugada, y en todo
los caso sin la compañía de un adulto, el sol se convirtió en su aliado, junto
con el cariño que les prodigaban sus familias.
Los árboles del bosque,
escondían el secreto más obscuro de aquella noche, en que la pequeña perdió la
vida, sin embargo alguien estaba por descubrirlo.
A pesar de que los padres
de un chiquillo fueron demasiado cuidadosos con su crianza, siendo hijo único,
y sin tener más parientes vivos con
quien refugiarse, sus progenitores procuraban dividirse las tareas acumuladas
del hogar y del trabajo en partes iguales.
Pero un día el padre estaba tan cansado, que
se quedó dormido en el sofá de la sala, y aquel chaval no podía conciliar el
sueño, puesto que en ese día en particular, sus compañeritos de escuela habían
hablado de aquel suceso.
En la noche, estando en
su cama, aquel niño recordó todo aquello que sus compañeros le habían contado,
y comenzó a sentir en su cuerpo lo que nunca había sentido: un miedo intenso
que se apoderaba de él, y por ello no estaba dispuesto a continuar recordando
aquella historia, entonces salió corriendo de su habitación, bajó las escaleras
cuidadosamente y notó y que su padre se hallaba descansando en aquel sofá, y
llegó hasta la puerta principal de la casa, abriéndola despacio para no hacer
el menor ruido.
Ya estando fuera de casa,
en medio de la madrugada corrió desesperado hasta llegar al bosque, donde
encontró una casa abandonada, y a la distancia se alcanzaba a ver la sombra de
un árbol y que alguien se escondía detrás, eso lo espantó aún más y regresó
corriendo de nuevo a su hogar.
A su retorno descubrió
que su padre aún dormía, y volvió a subir despacio las escaleras para llegar a
su habitación, donde con mucho miedo, se refugió entre las sábanas de su cama.
Por mañana del día
siguiente, el niño se sentía demasiado cansado, los ojos se le cerraban, y la
cabeza estaba a punto de estallarle, pues no había dormido nada en toda la
noche.
Sin embargo tenía que
bañarse y arreglarse para ir a la escuela, claro con sus deberes sin hacer por
todo lo acontecido, pero con la firme convicción de llenarse de valor para
regresar a aquella morada, e investigar la verdad, acerca de la niña, con tan
triste final.
Esperó paciente todo el
día a que llegara la madrugada, pues para él las clases ahora no tenían la
menor importancia, solo le apetecía continuar su camino hasta llegar a la
vivienda.
Llegada la tan ansiada
noche, estando en casa, el niño se cercioró de que sus padres estuvieran
dormidos, y salió con toda rapidez. Estaba en camino, e intentaba recordar qué
ruta había usado la noche anterior, para llegar hacia aquel cobertizo.
Cuando llegó a aquel
lugar abandonado, el niño volvió a ver aquella sombra de una persona que se
escondía tras el árbol, pero esta vez se aseguró de acercarse lo suficiente
como para ver quién era, y con temor preguntó: ¿Quién anda ahí?, entonces salió
de su escondite aquel ser que parecía ser un espantapájaros, y quien se
presentó: ¡No te asustes soy Adán! Y ya sé lo que haces aquí, ¡Ven! Le dijo y
lo tomó de la mano y lo llevó a la tan temida residencia abandonada de dos
pisos, y comenzó a contarle lo que había acontecido, señalando hacia una
habitación de arriba, el espantapájaros le dijo: ¡Aquí fue!, ¡Ahí está lo que
viniste a investigar!
El niño lo miró
extrañado, pero el espantapájaros siguió hablando, y de pronto un cuervo se posó en el sombrero
de paja que traía el espantapájaros, y el espantapájaros continuó hablando,
dirigiéndose nuevamente al niño, le decía: Disculpa la interrupción, no temas
él es mi amigo no te hará nada, notando que el niño, se había ido a esconder al
árbol más cercano.
¡Mira! , le señaló el
espantapájaros al infante, señalando a lo lejos, ¿Ves esa cabaña? ahí vivía una
pareja humilde, que era honesta y trabajadora, pero no podían tener
descendencia, sin embargo un día sucedió un milagro y llegó a ese hogar una
hermosa princesita, la más bonita del pueblo y por ello, Don Sagaz envidiaba su
felicidad, y se propuso acabar con todo, así que esperó a que la chiquilla
creciera para hacer algo al respecto.
Cuando la princesita
tenía 11 años, estaba lista para hacer su primera comunión, sin embargo sus
padres no tenían solvencia suficiente, como para prepararle una pequeña
reunión, ni siquiera para comprarle su vestido blanco, así que Don Sagaz estaba
dispuesto a proponerle un trato a la princesita que no podía rechazar.
Don Sagaz aprovechó un
momento cuando se encontraba sola, y esperó cuidadosamente atrás de un árbol
cercano a la cabaña, para cruzarse en su camino, usando un sombrero que cubría
sus cuernos, para que ella no sospechara nada y mientras ella caminaba para
recoger unas flores del jardín, bajo el
sol intenso del medio día, una sombra siniestra
tapaba el mismo y obstruía la senda de la pequeña princesita, por lo
cual no tuvo más remedio que mirar hacia arriba, pero no lograba distinguir
quien era, así Don Sagaz aprovechó el momento para presentarse ante ella, le
dijo que era un amigo de la familia, que venía de lejos para ayudar con los
preparativos de su primera comunión.
La pequeña quedó
sorprendida al verle, y de saber que alguien les ayudaría. Don Sagaz prometió
pagar absolutamente todos los gastos tanto de la ceremonia como de la fiesta,
así como comprarle su vestido blanco, con la única condición de que él se
convirtiera en su padrino.
Ella no comprendía porque
un completo extraño haría todo eso por ella, incluso aunque fuera su “propia
sangre”, por ello intentó huir de su presencia,
sin embargo Don Sagaz no lo permitió y de su mano sacó un cono de
helado, del sabor preferido de la chiquilla, pronunciando las siguientes
palabras: Si convences a tus padres de que yo sea tu padrino, te garantizo que
vas a tener el festejo más lujoso que desees, ella aturdida por aquella
presencia singular, rechazó tal ofrecimiento y salió corriendo hacia la cabaña.
Al día siguiente Don Sagaz, no perdió la oportunidad de volver
a acercarse a la niña, esta vez, vestido sin su atuendo habitual, ahora con
algo más cómodo y “confiable”, algo más adecuado para la ocasión, siendo más
amable que el día anterior, con un regalo más apropiado para ella y portando
una caña de pescar y una gorra.
Poco a poco al
transcurrir los días, se fue ganando más
y más confianza con la princesita, porque ambos se ponían a contemplar el cielo
con sus bellas nubes, pues estaba despejado como nunca antes, acostados en el pasto
verde, admiraban las flores, y todo lo que había cerca de la cabaña, y llegó el
día en los padres de la chiquilla lo
conocieron y confiaron en él, por todas las mentiras que los convencieron de
que él tenía buenas intenciones, así que permitieron que días antes del festejo
él se convirtiera en el benefactor de la niña.
Al faltar 2 días para tan
gran acontecimiento, Don Sagaz llevó a la pequeña a comprarse el vestido que
más le apeteciera, uno blanco tan puro y bello como la tierna criatura, ¿quién
podía resistirse a semejante regalo?, ella no.
La fiesta fue todo un
éxito, tan memorable, que todos hablaron de ella durante meses, Don Sagaz,
pasados algunos días después, tuvo una plática con su nueva ahijada, le dijo
que cuando ella cumpliera 15 años, se tendría que ir a vivir con él, para que no tuviera carencias
viviendo con sus padres, ella gustosa aceptó tal propuesta de su padrino,
entonces Don Sagaz le dio un documento el cuál le hizo firmar, para asegurarse
de que no se arrepintiera.
Al terminar de firmarlo,
el papel empezó a quemarse entre los dedos de tan adorable criatura, y no tuvo
más remedio que soltarlo, y éste quedó reducido a cenizas, y Don Sagaz quien ya
portaba nuevamente su traje habitual, y no traía sombrero alguno que cubriera
su verdad, ya resaltaban en su apariencia sus cuernos en la cabeza, entonces la
niña aterrada ante tal cambio, intentó huir, pero Don Sagaz se lo impidió
colocando alrededor de ella un círculo de fuego, y ella al no poder escapar, se
desmayó en el pasto, despertando posteriormente en una cama desconocida, junto
a la cual se hallaba una mesita, la cual tenía encima un espejo grande y
ovalado, color dorado, con un mango para asirlo con sus manos, ella creyendo
que lo sucedido había sido un sueño, ya encontrándose más tranquila, se animó a
levantar aquel espejo tan bello, tan sublime, tan lujoso, y no paraba de
mirarse en él, notaba que ya era una
jovencita, ya no más una niña.
Y con el espejo aún en la
mano, abandonó la cama donde yacía, exploró descalza aquel lugar desconocido,
iba por el piso de madera vieja, el cual rechinaba al compás de sus pasos,
observó las paredes de aquella habitación extraña, y los grandes ventanales, se
notaba que en sus tiempos gloriosos, esa casona había sido opulenta.
Ella imaginaba que ahí
habitaron personas de la alta sociedad, las cuales llegaron a portar ostentosos
vestidos de fiesta, como los que ella siempre había imaginado tener para sí,
entonces volvió a mirarse al espejo, y más admiraba en lo que ella se había
convertido.
Comenzó a fantasear que
se ella era la dueña de esa mansión, que había convocado a un baile al pueblo
entero, donde todos vestirían de gala, y los más acaudalados príncipes
acudirían a su encuentro, ella llevaría el más fino vestido de seda,
confeccionado por el mas afamado modista de aquella época Victoriana, en que
imaginó vivir.
Que un joven príncipe la
desposaría, y serían felices para siempre, como en los cuentos de hadas que le
había leído su madre cuando era un bebé, y comenzó a bailar como si tuviera una
pareja junto a ella, cerrando los ojos y pensando en el chico de sus sueños.
Mientras que Don Sagaz la observaba desde la puerta que estaba abierta.
Terminando de bailar, la
ahora jovencita no dejaba de observarse en el espejo dorado, admirando su
belleza, los cambios que el tiempo había efectuado en ella, pero Don Sagaz
terminó con su festejo, saliendo de su escondite, entrando en aquella
habitación y pidiéndole amablemente que tomara un baño, la joven un poco
espantada accedió, mientras Don Sagaz se disculpaba por su comportamiento de
aquella noche, le dijo que no se preocupara por nada de lo que había acontecido, que de ahora en más eso no
sucedería, la jovencita tomando en cuenta que antes solían ser “amigos “, lo
perdonó y se dirigió hacia la bañera, que ya estaba lista con agua tibia que
Don Sagaz había preparado para ella, ya estando adentro, la jovencita, sus
piernas quedaban expuestas, afuera de la bañera, Don Sagaz le colocó un
banquito para que no tocaran el sucio piso y le dio un té para que se relajara,
ella quedó sumergida en un sueño profundo, en aquella tina, inerte, la taza de
té cayó de su mano, llegando al suelo y rompiéndose en mil pedazos, la
jovencita se encontraba con los ojos abiertos en blanco, entonces Don Sagaz se
introdujo en aquella bañera, con el espejo en la mano derecha, contemplándose
en él, admirando su obra.
Don Sagaz acercó el
espejo hacia el rostro de la joven princesita, absorbiendo la belleza de
aquella que en su inocencia, le brindó su amistad y confianza. Don Sagaz sin
remordimiento alguno, tomó su alma y vida, la contemplaba feliz y se emocionaba
al saber lo ingenua que la niña había sido. Solo reía y ahora era él que no
dejaba de contemplarse en aquel espejo. Al mismo tiempo en aquel baño que tenía
un gran ventanal, entraron por la puerta 2 serpientes que venían por el suelo y
quedaron muy cerca de la bañera, una cucaracha del lado derecho de la pared,
iba subiendo por donde algún día hubo 2 candelabros, de pronto la niña se fue
transformando en una serpiente, más grande que las 2 que habían aparecido
antes, Don Sagaz la devoró lentamente, como si tuviera un manjar servido justo
solo para él.
Entre más comía más se
notaba en su rostro, su satisfacción, por haber planeado cuidadosamente cada
paso, y ahora todo había sido consumado y consumido, como si fuera un embutido.
Sin embargo algo terminó
con su peculiar festín culinario, Don Sagaz oyó un ruido, que provenía de
afuera del ventanal del baño, y se dio cuenta de que alguien lo observaba desde
afuera, era un cuervo, que con su pico accidentalmente había tocado el vidrio,
y salió Don Sagaz furioso para atraparlo, el cuervo al percatarse de su
presencia, voló lo más alto que pudo hacia donde se encontraba un
espantapájaros, y se quedó en el sombrero de paja que aquella singular figura, que
estaba en dos palos que simulaban formar una cruz, con ropa vieja de algún
granjero de la zona, había puesto para proteger sus cultivos.
Don Sagaz quiso bajarlo
de ahí, pero notó que los ojos del espantapájaros se movían, y Don Sagaz no se
permitiría tener 2 testigos, así que presuroso lo bajó de su pedestal
pronunciando las siguientes palabras: “Te enseñaré a no estar de fisgón”, y con
sus manos lo zangoloteaba, y golpeaba intentando calmar su ira.
Pero no contaba con que
el cuervo se iría encima de él, para proteger al espantapájaros, pero Don
Sagaz, le propinó un golpe al cuervo dejándolo mal herido, y continuó golpeando
al espantapájaros recriminándole ¿Qué viste?, le preguntaba insistentemente, y
como no pronunciaba palabra alguna el espantapájaros, Don Sagaz colocó una mano
en la boca del espantapájaros y lo hizo hablar, primero con sonidos guturales
ininteligibles, y luego con espanto y terror alcanzó a decir: “nada”, y le
preguntó feroz ¿Qué dijiste? olvidando que tenía aún en sus manos, dedos y boca,
corriendo sangre fresca de la jovencita.
Don Sagaz, dejó al
espantapájaros por un momento, y reflexionó en que un cuervo y un
espantapájaros jamás podrían ser tomados en cuenta por la gente para decir
absolutamente nada, entonces después de perder la compostura se apiadó de
ambos, pero llegó a un acuerdo con el espantapájaros, prometiéndole compasión,
a cambio de no contar nada de lo sucedido hasta que pasaran al menos 100 años,
pero le hizo firmar un papel que después se hizo cenizas.
No hace falta decir que
aquel espantapájaros era yo, estimado niño. Ahora me encargo de contarle esto
solo a quien busque la verdad acerca de lo que sucedió aquella trágica y
malévola noche. Desde entonces vigilo que ningún crío sufra lo que aquella
inocente tuvo que pasar, te aconsejo regreses ahora mismo con tus padres, y si
quieres ahora mismo te acompaño a tu casa, el niño accedió y se fueron juntos.
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