martes, 8 de septiembre de 2020

Bones - Perse Blaisdell

 I

Como todas las mañanas Barón salió al patio por su periódico, como odiaba al nuevo repartidor pues desde que este había comenzado a hacerle las entregas tenía que caminar hasta su buzón ya que el chico solo se limitaba a dejarlo ahí en lugar de dejarlo frente a la puerta.

La señora Adalia, que vivía en la casa de enfrente lo observaba desde su pequeña ventana de la cocina, cuando sus miradas se cruzaron la viejecita levanto su taza de café en señal de buenos días, Barón agacho un poco la cabeza para regresar el saludo, levanto el periódico del suelo, se dio media vuelta y se procedió a entrar a su casa, en todo el camino de la banqueta a la puerta sintió la mirada de Adalia.

En la primera plana de ese día se podían ver diversas fotografías de personas desaparecidas en los últimos meses, hasta la fecha eran 17 personas las que bajo circunstancias desconocidas habían desaparecido del pueblo, la policía en conjunto con investigadores privados declararon que se trataba de un grupo que se dedicaban al secuestro con fines diferentes a conseguir una recompensa por parte de la familia, el modus operandi aún les era desconocido pero lo que tenían claro era que no tenían edad o género predilecto, cualquiera podía ser presa de este grupo delictivo.

El investigador Hesse era el único que no estaba de acuerdo con sus colegas, él creía fervientemente que el culpable era una persona que trabajaba en solitario y era un asesino serial, la falta de pruebas o de cuerpos en este caso era lo que hacía que no compartieran su opinión.

El timbre del teléfono fijo de la casa de Barón sonó una vez, él solo lo ignoro, la segunda vez hizo una mueca de enfado y al tercer timbre se levantó visiblemente enojado y maldiciendo a la persona que lo había molestado con su llamada, caminó al pasillo del recibidor sin antes dejar el periódico en la pequeña mesa de centro junto a su taza de café.

II

Después de tantos meses de estar detrás de Barón, por fin había logrado ubicarlo, Hesse entro a la casa No. 35, recorrió cada rincón sin encontrar prueba alguna de los crímenes.

Antes de salir de la casa dio otro pequeño vistazo al recibidor, casi paso por alto un pequeño diamante en la orilla de la alfombra, en ese momento se dio cuenta de la pequeña compuerta que se encontraba debajo.

Hesse no podía creer que estaba viviendo un momento cliché de los cuentos y películas de terror, si todo seguía así podía asegurarse la victoria, él se consideraba el héroe de la historia, nadie había creído en su teoría y ahora se retractarían cuando lo vieran vencedor.

Bajo la escalera de madera que se encontraba bajo la compuerta, la habitación a la que llego era tan oscura y húmeda que se le podía comparar con una mazmorra, unos pequeños quejidos sacaron de sus pensamientos a Hesse, en ese momento se percato del olor a putrefacción que llenaba la habitación.

Saco a toda prisa la lampara que colgaba de su cinturón, la prendió y apunto al lugar donde él creyó que provenían los ruidos, un escalofrío recorrió su cuerpo completo. Lo primero que vio fueron unas extremidades inferiores flotando frente a su cara, a estas le habían extraído por completo la piel, la grasa, el musculo, los huesos estaban meticulosamente limpios hasta la mitad de las piernas, al levantar la luz pudo reconocer a la señora Adalia.

La señora Adalia había desaparecido dos semanas atrás, ahora la encontraba amarrada de los hombros a un tubo que colgaba de una cadena, Hesse corrió al auxilio de la viejecita, por un momento casi se resbalaba por la sangre que se encontraba regada y solo alcanzo a agarrarse de una de las piernas que bajo la presión del peso del investigador se desprendió del tronco. Al no escuchar gritos de olor o al menos un quejido supo que la vida se había extinguido de aquel cuerpo hace mucho.

Bajo su incredulidad se dio cuenta demasiado tarde de que un halo de luz a su espalda lo iluminaba, en la pared de enfrente se encontraba pegada una fotografía, algunos minutos después que para el fueron eternos pudo reconocerse a sí mismo en aquel papel.

Hesse se encontraba en un punto sin retorno, estaba totalmente consciente de que había sido engañado, se encontraba atrapado como un pequeño roedor y a partir de ese momento esa sería la única imagen que tendría de si, Barón se encontraba detrás de él y le propino un fuerte golpe que lo dejo inconsciente por un largo rato, lo que vería después acabaría con toda su cordura.

III

La mayoría de los noticieros estaban cubriendo la noticia de ultima hora, el investigador Hesse llevaba desaparecido varias semanas, sus colegas por fin concordaban con él, el culpable de las desapariciones en el pueblo eran obra de un solo hombre.

Barón extrajo un hueso de su boca, lo observo tratando de recordar si era el dedo índice o el medio, tenía un gran problema para identificar los huesos una vez que estaban completamente limpios, se encogió de hombros al darse por vencido y cuando vio aparecer la foto de Hesse en la pantalla lo apuntó con aquel delgado hueso.

1 comentario:

  1. Buen relato. Muy interesante la actitud de Barón, pero no acabo de comprender el cambio de foco a mitad del relato. Le falta un poco pulir la redacción, pero aun así, muy meritorio. Enhorabuena.

    ResponderEliminar